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El Telégrafo
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La voz kichwa de los sábados (Galería)

La voz kichwa de los sábados (Galería)
12 de octubre de 2014 - 00:00 - Andrea Rodríguez Burbano

El mashi empieza su programa radial con un vigor que contagia. ¡Rikcharichik! ¡Rikcharichik! ¡Rikcharichik! No importa cuántas veces pronuncie esta palabra —que en español significa despiértese—. Lo que cuenta, en realidad, es la intención. Es una invitación a dejar la pereza para enfrentar con ánimo el nuevo día. Lo hace desde la cabina de la Radio Pública, a las 05:00, hora en que comienza su programa Muyumusunchik (Volvamos a lo nuestro). A esa hora, hay muchos madrugadores que escuchan con interés su programa, cuyo contenido se transmite, casi en su totalidad, en kichwa. Solo los titulares de las noticias son traducidos al español. En 60 minutos, José Ernesto Maldonado, más conocido como mashi, hace un repaso de las principales informaciones relacionadas con el mundo indígena. Es un programa que lleva su sello.

De principio a fin, procura motivar a los radioescuchas; los invita a dejar la cama, pero, sobre todo, se dirige a los niños y jóvenes que en ese momento se preparan para ir a la escuela. Les recuerda que tienen que llevar todos los materiales. “No olviden poner todo en la mochila, los cuadernos, las escuadras…”. La información noticiosa, con regularidad, se intercala con música indígena, son canciones de su colección personal. Su audiencia es variopinta: lo sintonizan en diferentes provincias indígenas y mestizos e incluso tiene seguidores en el exterior, muchos son sus exalumnos de la Universidad San Francisco de Quito que ahora viven en el extranjero.

Con frecuencia le escriben a su correo electrónico para felicitarlo por su programa. Por la diferencia horaria con otros países lo escuchan al mediodía y en la tarde. En una ocasión, uno de ellos lo llamó y le dijo: “¡¿eres tú mashi, en serio?!”. Al comentario le siguió una exclamación, típica anglosajona: Oh, my God, wow!”.

La mayoría de sus exestudiantes eran extranjeros que vinieron al país de intercambio. Durante su estadía en Ecuador, se inscribieron en sus clases de kichwa cuando José Maldonado era profesor en esta Universidad. Entre sus alumnos estaba Rafael Correa, quien en aquella época también era docente de la misma Universidad. Un día se encontraron en los pasillos y, según comenta José, el profesor Correa le dijo que quería asistir como oyente a sus clases. Su amistad surgió durante las clases y desde que era su alumno, José ya le tomaba el pelo. Una vez, cuando vio que Rafael Correa estaba a punto de ingresar al aula, pidió a sus alumnos que se pusieran de pie, porque llegaba el ministro y ellos le siguieron el juego. Correa festejó la broma y comentó que él no era ningún ministro y que no lo esperaran de pie. En realidad, aún no había sido nombrado Ministro de Finanzas por el expresidente Alfredo Palacio, así que José Maldonado prácticamente se anticipó al futuro. Su alumno no pudo asistir al segundo semestre, porque, como lo anunció el mashi, fue nombrado jefe de esta cartera de Estado y tenía otras responsabilidades, pero su amistad perduró.

En 2007, cuando ya era Presidente de la República, lo llamó para pedirle que lo ayudara con la traducción al kichwa durante los enlaces sabatinos. José aceptó de buen agrado y dejó su trabajo de traductor de la página web de la Secretaría de Comunicación y las clases de kichwa que solía impartir. Antes de su intervención en la primera sabatina, era un manojo de nervios. No era una misión sencilla la que le había encomendado su amigo: tenía que extraer lo más importante de su exposición durante el enlace para traducirlo al kichwa. Su experiencia como traductor de noticias en la Secretaría de Comunicación fue fundamental, porque estaba al día con las actividades cumplidas por el Presidente y eso le permitía sintetizar mejor la información. Ahora cumple su tarea con soltura.

Cuando el mashi no está ocupado con sus actividades laborales, se da tiempo para trotar en la pista de la Cruz del Papa, en el Parque La Carolina. Saca pecho cuando asegura que consigue completar cada día 8 vueltas en esta pista. Esta rutina de ejercicios la cumple religiosamente 3 veces a la semana, durante una hora. “Lo hago, sobre todo, por salud, porque estuve con algunos problemas”. Su médico de cabecera le prohibió que siguiera tomando bebidas gaseosas y café, porque sus riñones y el hígado estaban afectados. Durante algún tiempo, llegó a consumir un litro y medio diario de Coca-Cola e innumerables tazas de café para mantenerse despierto y con energía, porque eso de levantarse casi todos en la madrugada y acostarse cerca de las 22:00 no era para humanos. Con esas dosis de azúcar, parecía casi inevitable que subiera de peso, pero consiguió bajar de 148 a 120 libras. Por recomendación médica, también tuvo que dejar el hornado, una de sus comidas favoritas. “Ahora soy casi vegetariano. Así es la vida”.

Aunque dejó la catédra en la Universidad San Francisco conserva la amistad con muchos de sus exalumnos, entre ellos, Adrián Cevallos, un publicista, que todos los años viaja con él a las fiestas de Peguche, la tierra donde nació el mashi. El 21 de junio de cada año, a la medianoche, José toma agua de la cascada de Peguche para practicar el ritual de la limpia indígena a sus amigos más cercanos.

Adrián y José suelen viajar a distintas regiones del país. En una ocasión, recorrieron a pie, durante 2 horas, el Camino del Inca que se extiende desde la provincia de Chimborazo hasta Cañar.

Este publicista admira el espíritu aventurero de su exprofesor, pero, sobre todo, su sentido del humor, una virtud que heredó de su padre José Antonio Maldonado, un indígena otavaleño que en la década de los treinta venía a Quito para vender sus artesanías. En aquella época, el trayecto desde Peguche hasta la capital le tomaba 2 días. Por este motivo, su padre tomó la decisión de radicarse con su esposa en la capital. Los 10 hijos de esta pareja fueron concebidos en Quito, pero nacieron en Peguche. De ellos, solo 3 están vivos: Germán, Jaime y José Maldonado. El resto falleció por causas diversas. Cuando recuerda a su padre, los ojos de José se enrojecen e intenta contener el llanto. Enseguida se lleva las manos a los ojos para enjugar las lágrimas. “Soy un llorón”, confiesa. Su padre ya fallecido era bromista y siempre destacaba el lado positivo de la vida. Ahora él procura imitarlo. Su compañero de trabajo Arturo Tello, quien conduce los enlaces sabatinos, admira la capacidad de José para adaptarse a cualquier circunstancia por más difícil que sea. “A él no le importa viajar en bus o en el balde de una camioneta. A veces le pregunto, por qué no pide transporte para llegar a la sabatina y él me responde: “yo llego, porque llego, no se preocupe”.

Arturo advierte que su colega tiene una asombrosa capacidad para improvisar cuando se trata de bromear con el Presidente. “Algunos dirán que ya tiene un libreto, pero él es realmente espontáneo”. El sonidista de los enlaces ciudadanos, Franklin Rea, alias el ‘Gato’, lo conoce desde hace 5 años y está convencido de que su amigo nunca dejó de ser niño. “Siempre está bromeando y molestando a los otros. Además nunca deja de sorprendernos. También es fanático del rock”. Su afición por este género empezó cuando su hermano Jaime se dedicó a la música; interpretaba temas rockeros, pero también indígenas. Entre sus bandas favoritas están AC/DC, The Rolling Stones, 10 Years, Iron Maiden, Metálica y otros. El último concierto al que asistió fue el de Metálica que se realizó en el Parque Bicentenario. Su hermano Germán reconoce este interés musical, pero destaca su gusto por la lectura. Desde pequeño —advierte— dedicaba mucho tiempo a los estudios, pero en particular, a los números. Tuvo una educación católica: la primaria la cursó en la Escuela Juan XXIII y la secundaria en el Colegio en el San Luis Gonzaga. Al graduarse siguió la carrera de Economía en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. “Conviene aclarar que no es la misma donde estudió el Presi, porque él estudio en la Universidad Santiago de Guayaquil y la Pontificia Universidad Católica es la mamá de esta universidad”, bromea mientras se lleva la mano a la boca para disimular la carcajada.

Su hermano Germán confiesa que extraña mucho a José. “Hace tiempo que no salimos juntos, porque a veces él también trabaja los domingos”. Su ritmo laboral no siempre le permite dedicar el tiempo que desearía a sus hijos: Tamia, Ñusti y Tiyana. Los 3 llevan nombres kichwas; el primero significa lluvia, el segundo príncipe y el tercero existencia. Los 2 primeros cumplieron la mayoría de edad y la última tiene apenas 12 años. Varias veces ha tenido que ausentarse del hogar por sus continuos viajes dentro y fuera del país. Ha visitado a Estados Unidos, España e Italia; siempre acompañando al ‘Presi’ a los enlaces ciudadanos. Aunque son viajes de trabajo, ha podido conversar con ecuatorianos que trabajan en el exterior. Cuando estuvo en Estados Unidos se encontró con varios exalumnos, la mayoría ciudadanos estadounidenses.

Aunque le agrada su trabajo como traductor, extraña la docencia, esos días en los que sus alumnos lo detenían en el aula con diversas consultas; las evaluaciones, las bromas... Pese a su escaso tiempo, procura asistir a conferencias y eventos académicos. Tampoco ha dejado de asistir a las distintas festividades indígenas. Adriana Herrera, profesora de música, lo conoció precisamente en la fiesta del Inti Raymi por un amigo en común. Su hospitalidad la sorprendió, sobre todo, porque acababa de conocerlo. Apenas llegó a Peguche se sintió como en casa. “Nos recibió como si fuéramos amigos de toda una vida”. En esa ocasión, el mashi los guió. Fueron a conocer a diferentes grupos indígenas que están dedicados a la música. “Íbamos buscando grupos y él nos decía, ellos son buenos y realmente tenía razón”.

Adriana ha escuchado su programa radial, pero admite que no es sencillo sintonizarlo todas las mañanas, porque se transmite a las 05:00. Cuando logra madrugar, enciende la radio y lo escucha. “Es difícil permanecer en la cama después de escuchar la palabra mágica ¡Rikcharichik!”, comenta. A José Maldonado no le hace falta escucharla para ponerse en pie todas las mañanas. Suele levantarse a las 02:00 para preparar su trabajo. Es una hora que puede horrorizar a cualquiera, menos a él. Este sábado también participó en una cadena sabatina. No se sabe cómo se trasladó, pero, como dice él, “llego, porque llego”.

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