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El Telégrafo
 Juan Carlos Morales. Escritor y periodista ecuatoriano

El libro en un país volcánico

09 de agosto de 2018 - 00:00

La deuda con el libro viene desde la colonia, con un Benalcázar analfabeto. En la época de la hacienda estaban más orgullosos de tener un hato de ganado que una buena biblioteca. Los Gran Cacao, en muchos casos, se gastaron la plata en los cabarets de París (no trajeron ni un cuadro de Renoir), los bananeros -primeros exportadores mundiales también- no cuentan ni con un museo; los nuevos ricos viven de las apariencias. A nuestras pobres élites, muchas antinacionalistas, les da roncha cuando agarraban un libro, por lo demás peligroso. A un pueblo ignorante, cualquiera lo engaña, decía Simón Rodríguez.

El país es altamente exportador de materia prima y extractivista (ni un banano de exportación conocemos). Alvin Toffler señala que hay tres tipos de sociedades: agrarias, industriales y del conocimiento. ¿Cómo dar el salto? En la reciente Maratón del Cuento, en Ibarra, encuentro a Édgar Allan García, director del Plan Nacional de Promoción del Libro y la Lectura José de la Cuadra. Le pregunto a bocajarro: ¿Por qué Ecuador pasó -con el boom petrolero de los 70- literal del azadón a la tele, saltándose el libro? Los protestantes leían la Biblia y eso permitió afianzar el sistema educativo; acá los católicos tuvieron una Biblia casi oral, a punta de rosario. Es una de las causas. “A las élites les convenía tener una masa de peones que no sabían cuáles eran sus derechos y el catolicismo imperante contribuía con la enseñanza del catecismo”, dice casi iracundo.

¿Qué hacer? Cuenta que el Plan trabaja en la promoción -palabra que debe anclar en las industrias culturales- de los escritores ecuatorianos, pero enfrenta a una burocracia tipo kafkiana (los críticos también pueden ser escarabajos, como decía Nabokov). Obvio, la tarea es ardua e incomprendida. Es buena noticia, por eso, los denominados tambos de lectura en sitios clave y los mediadores con teatrinos, además de los progenitores que lean a sus hijos, desde el vientre. Hay aún una tarea pendiente: el gran catálogo en línea de los escritores e ilustradores contemporáneos. Eso sí sería pasar a la historia de este país volcánico. (O) 

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