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El Telégrafo
José Velásquez

La vida sin el dólar

18 de enero de 2021 - 00:00

El último sueldo que recibí en sucres, en diciembre de 1999, salió de un saco de yute. Nos formaron en fila debajo de la pertinaz llovizna quiteña y recibimos pequeños fajos de billetes de 20.000 y 50.000 que luego guardamos en bolsas de plástico. Era marcharse con las manos llenas y al mismo tiempo vacías, porque el sucre se devaluaba aceleradamente y el valor de mi sueldo no era otra cosa que papel en la lluvia.

Me pregunto si hoy tendríamos ya billetes de 100.000 o si hubiéramos rebautizado a la moneda nacional para maquillar la tragedia. En Venezuela pasaron del bolívar al bolívar fuerte, y tras incumplirse las promesas saltaron al falso milagro del bolívar soberano. No es un tema de semántica ni es cuestión de eliminar ceros como se hizo tantas veces en América Latina. Tampoco es cuestión de patrioterismos cursis.

El Ecuador de enero de 2000 es el escenario más cercano al momento económico que vivimos hoy: un deterioro en el intercambio comercial, una marcada contracción del precio del petróleo, un déficit abismal y la coincidencia de incendios simultáneos en varios puntos del planeta. La única diferencia es que la banca de hoy es sólida y que hace 21 años el FMI no nos lanzó ningún salvavidas.

Si el gobierno de Mahuad no se inclinaba por la dolarización el país se hubiera convertido en la tierra de la anarquía, la escasez y el caos. Lo que hubiéramos tenido a continuación hubiera sido una violenta escalada de precios, un repunte en la fuga del capital y en la especulación cambiaria, sumados a una inmediata escasez de productos y a la quiebra del sector privado con el consecuente tsunami de desempleo. Es decir, la Venezuela de Maduro.

Los economistas suelen estudiar la historia para adoptar medidas que se ajusten mejor a la crisis de turno. El expresidente de la Reserva Federal (Banco Central) de EE.UU., Ben Bernanke, analizó profundamente la depresión de los años 30 antes de impulsar la política monetaria de alivio en 2008. Acá en cambio quieren jubilar al mecanismo que nos ha dado oxígeno durante más de dos décadas.

Van a echar mano de las reservas del Banco Central tal como se hizo últimamente en Venezuela; y ya sabemos que no le alcanzó. Van a inventarse divisas electrónicas como el famoso petro venezolano que es un fantasma monetario. Hay más oro en los celulares que valor en este tipo de recursos. No existe la “desdolarización buena” porque el precio es siempre la posibilidad de emitir billetes sin respaldo al servicio del gobierno clientelar y de los amiguitos que se gastaron 1.300 millones de dólares para aplanar un terreno en Manabí. Mientras más billetes impriman menos valor tiene el sueldo.

En Venezuela (que es el país admirado y el paradigma teórico) hubo rimbombantes aumentos de sueldo el año pasado, pero llevan tres años de hiperinflación y 2020 cerró con una tasa cercana al 2000%. Nosotros con dolarización tuvimos deflación de casi un punto porcentual, es decir los precios en lugar de subir, bajaron. En Ecuador a una familia de cuatro personas con ingresos de 1.5 salarios mínimos le alcanza y le sobra para comprar la canasta de alimentos básicos. En Venezuela en cambio el sueldo mínimo no alcanza ni para comprar un kilo de carne al mes. Si eres economista e insistes que ese es el “modelo exitoso” algo anda mal contigo. Dicho sea de paso, en Venezuela se gana en moneda local pero en el mercado informal todo se cotiza en dólares.

En Ecuador no hay dinero para los famosos $1.000 la primera semana, a menos que en medio de la emergencia sanitaria desvistan a un santo para vestir a otro. Y como saben que no hay dinero se lo inventarán, literalmente. Luego de repasar lo dicho y lo publicado desde antes de la campaña, me doy cuenta de que es una amenaza real a pesar del giro en el discurso motivado por las encuestas. Si finalmente desactivan la dolarización podríamos terminar formados todos bajo el mismo vendaval bolivariano recibiendo aquellos números vacíos y esas fortunas de papel que desembocan inevitablemente en hambre, desempleo y delincuencia. Como dijo Patricio Vivanco, el 7 de febrero no asistiremos a una elección presidencial sino a un referendo a favor o en contra del dólar. Y ese día hay que pararse del lado correcto de la historia.

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