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El Telégrafo
Efrén Guerrero

El mundo según el rock and roll: Ecuador odia a la mujeres.

01 de octubre de 2022 - 00:00

Lo que no se hace no se puede comunicar. Las equivocaciones no pueden mostrarse como transparencia. La dinámica social fracturada no puede ser interpretada como un país unido. Y en el fondo, Ecuador odia a la mujeres. Eso es lo que muestra estas últimas semanas en Ecuador. El asesinato de una joven abogada por su pareja en una instalación estatal y el necesario revuelo que ha levantado son solo el síntoma de nuestro odio a todo lo bello y nuestra necesidad de destruir todo lo que signifique humanidad.

Somos como la cal que los romanos lanzaron sobre tierra cartaginesa: hemos hecho un Estado incapaz de sostener la vida humana, perfecto para vejar a la naturaleza, y diseñado para que nuestra salud emocional, nuestros deseos de progreso y cualquier cosa buena que salga de este país sea fagocitada y destruida. Cada día en Ecuador es un reto para miles de mujeres para salir con vida o con su psiquis estable. Y, ¿saben qué? No nos importa.

El caso de Belén Bernal nos duele porque su muerte ha sido repetida 206 veces en este año, sin ninguna respuesta de las autoridades; y porque en su valerosa madre vemos nuestro desamparo.  Frente a la resignación y el abandono de quien se supone que debe cuidarnos, sentimos un abandono interno emocional: somo incapaces de poder encontrar salidas. Vemos en los rostros de cientos de mujeres y hombre que se han manifestado estas semanas en el país por respuestas una profunda sensación de vacío y soledad que, si no es sanada, les arrastrará de por vida: el dolor que sus conciudadanos están dispuestos a destruirlos por ser mujeres, por amar a personas de su mismo sexo, o simplemente por un teléfono y un poco de dinero.

En Ecuador nuestras vidas han perdido todo su valor. Somos lo que nuestra capacidad de sobrevivencia obtenga. Nos encerramos en nuestros autos y casas (cuando tenemos la suerte de tenerlas) o nuestros trabajos, basados en la desconfianza de nuestro  alrededor. Somos sujetos excluidos del sistema de salud, laboral y cultural. Somos parte de un entramado que deja escapar a un presunto feminicida de la instalación con más policías por metro cuadrado del país. No creo que haya hecho tan claro.

Paralizados y minimizados por el Estado y nuestros semejantes,  nos queda sólo un camino. Ir hacia arriba. No podemos estar más al fondo. Eso implica un ejercicio de terapia colectiva que nos induzca a buscar líderes positivos con valor, creatividad y pundonor para volver esta anomia algún tipo de acto de redención.

Liberarnos de este vejamen vuelto República nos obliga a asumir que todos somos dignos de respeto, y en la medida de nuestros actos, habrá consecuencias de los mismos. Qué nuestras existencias son valiosas, y son protegidas en forma de políticas públicas eficientes. Estar conscientes de que todos estamos metidos en este barco y que cualquiera que dejemos atrás es un fracaso. Que tenemos un trauma misógino colectivo que impide ver que hacemos un daño increíble a las mujeres.

Queremos tener un país que no traume, sino que reconforte. El egoísmo de nuestros políticos vuelve este párrafo anterior inoperante. A ellos, las mujeres no les importan, en la medida que sirvan para limpiar su imagen u obtener votos. Más bien, son un herramienta de sus fines personales. Les garantizo que la siguiente semana será un ejercicio de purplewashing: la mayoría presentar sus candidaturas como  feministas, particularmente, con el fin de suavizar o restar importancia a otros aspectos de la misma considerados negativos o como justificación de otros fines económicos, políticos, xenófobos o racistas, y la minoría con un discurso obcecado y violento, que tratarán de culpar al “género” de todos los problemas existentes. Ambos, indolentes frente a esta violencia estructural.

Hay canciones con rabia para explicar esto. En medio de tantos mensajes dolorosos, inacciones institucionales y dolor compartido, pasé escuchando I Am Not a Woman, I'm a God, de Halsey (Capitol, 2001). Esta canción, producida por Trent Reznor, ilustra eso que los hombres que no conocemos: la ira y la rabia que crece en un mundo inhóspito; puedes oírla, verla, sentirla. De alguna manera, esta canción se siente como una mujer que se tranquiliza a sí misma, con todo lo que tiene que lidiar. y ella sabe que por dentro, no es verdad y todo ha fallado. Estéticamente es un increíble sonido de sintetizador que no es feliz, sino que lastima: Porque todo el mundo sabe algo que no quiero saber/ Así que me quedaré aquí porque estoy mejor sola . Un símil de la rabia acumulada de todo esto que vivimos.

Crean en el rock and roll. Crean en este país. Crean en la posibilidad de que podemos salir juntos de esto. Cuiden las ecuatorianas de los ecuatorianos, que somos un peligro. Nos vemos en 15 días.

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