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El Telégrafo
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En 4 parques se estudia a las nuevas especies

El proyecto Arca de Noé funciona desde 2008 e involucra investigadores de la Pontificia Universidad Católica y Politécnica Nacional.
El proyecto Arca de Noé funciona desde 2008 e involucra investigadores de la Pontificia Universidad Católica y Politécnica Nacional.
22 de febrero de 2015 - 00:00

Es una tarea titánica, pero los biólogos han desarrollado una suerte de ‘sexto sentido’ que les permite reconocer, entre diferentes especies, a aquellas que aún no han sido catalogadas. La experiencia en estudios de campo y el conocimiento acumulado de varios años permite que estos investigadores puedan identificar nuevas especies con relativa facilidad.

Esta capacidad nuevamente se pondrá a prueba durante la tercera fase del proyecto Arca de Noé que realiza la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (Puce) con la participación de la Escuela Politécnica Nacional. En esta etapa, los esfuerzos se concentrarán en el estudio de las especies de 4 parques que los biólogos consideran de suma importancia en términos de biodiversidad: Llanganates, Podocarpus, Sangay y Yacuri.

Santiago Ron, curador del Museo de Zoología de la Puce, advierte que en estos lugares se ha trabajado poco y por esta razón las expectativas de hallar nuevas especies es mayor. “Los investigadores buscarán plantas, hongos, anfibios, reptiles, invertebrados y mamíferos”. El equipo que desarrolla la investigación está integrado por 25 biólogos que trabaja a tiempo completo durante todo el año. Hay grupos que se encargan únicamente de recoger especímenes de plantas para alimentar las colecciones. En el campo, los especialistas realizan identificaciones preliminares para después llevar el material recolectado al laboratorio para analizarlo y almacenarlo.

El trabajo de campo involucra a jóvenes biólogos

Santiago Ron advierte que a diferencia de las colecciones tradicionales, en esta se pone énfasis en la colecta de genomas, es decir, del material genético de todas las especies halladas en el campo (4 parques nacionales). Para conservarlos de manera adecuada, los biólogos los colocan en frascos con etanol concentrado. Este material —como lo explica este investigador— es de suma utilidad para realizar estudios genéticos. “Todo el código genético de estas especies queda almacenado en ultracongeladoras a menos 80 °C.

Esto nos permitirá mantenerlos intactos aunque transcurran muchos años. Por ejemplo, en 150 años más podremos tomar una de estas muestras y hacer estudios de este material genético, porque al almacenarlos en estas condiciones es posible efectuar investigaciones a largo plazo. Esta información genética se almacenará por duplicado, eso significa que una parte permanecerá en la colección que mantiene la Puce y la otra, seguramente, se mantendrá en el Instituto Nacional de Biodiversidad. El objetivo es que existan 2 repositorios diferentes: si por alguna razón se pierde uno, se conserva el otro. Si la genética reporta importantes avances en los próximos siglos, quizá —Santiago no lo descarta— sea posible obtener un organismo viviente a partir de esta información genética. “Por ahora solo se realizan ensayos, pero quizás con el tiempo se llegue a este punto”.

El trabajo se concentra en zonas remotas

El trabajo que desarrollan los biólogos se concentra, sobre todo, en áreas remotas a las cuales solo es posible acceder después de varias horas de caminata. “La mayor parte de las zonas que se reconocen como parques nacionales están alejadas de las carreteras y son las más ricas en biodiversidad”, explica Santiago, quien asegura que hay otras áreas más cercanas a las vías que lamentablemente han sido colonizadas y deforestadas producto de la intensa actividad humana. Cuando los biólogos llegan a la zona de estudio, arman primero el campamento e inician las búsquedas. Son biólogos que han acumulado años de experiencia en el campo.

Estas investigaciones son financiadas por la Secretaría de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación (Senescyt), entidad que para esta tercera etapa entregará $ 2,7 millones, dinero que será de utilidad para el desarrollo de las investigaciones. Para este biólogo, esta es la primera vez que hay un interés nacional por llevar adelante este inventario. “Siempre hemos estado a la zaga; en Estados Unidos cuentan con un inventario de toda su flora y fauna. En Ecuador, la realidad es diferente todo está por descubrirse”. Lo interesante es que cada vez hay investigadores mejor entrenados para desarrollar estos estudios. Antes de que se iniciara esta iniciativa —explica Santiago— los científicos extranjeros venían al país para recolectar muestras y, sin ningún control, se las llevaban a sus países de origen. De hecho, nunca más se conocía sobre el destino de estas muestras.

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