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El Telégrafo
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El jet lag social pone en riesgo la salud

El jet lag social pone en riesgo la salud
19 de abril de 2015 - 00:00

Hay viajeros que se adaptan mejor que otros, pero —tarde o temprano— todos experimentan el síndrome del cambio de franjas horarias, conocido en inglés como jet lag, una suerte de cansancio, acompañado de dolor de cabeza e incluso mareos.

Este síndrome, al que muchos comparan con el clásico ‘chuchaqui’, afecta a quienes viajan en avión por varias horas hasta llegar a su destino. Durante mucho tiempo se creyó que solo las personas que viajan largas distancias pueden ser víctimas del jet lag, pero hoy se ha comprobado lo contrario.

Postergar el sueño para navegar por Internet, revisar el Facebook, enviar correos electrónicos o ver los últimos capítulos de la novela causa el mismo desajuste horario que un prolongado viaje en avión.

El jet lag social es el resultado de un incremento de las horas en que permanecemos despiertos y una reducción significativa de las horas que dedicamos al sueño.

Cuando esto se prolonga por semanas y meses, las personas pueden sufrir de una carencia crónica de sueño, un trastorno que puede afectar el rendimiento cerebral.  

De acuerdo con la revista Science of Translational Medicine, al restarle horas de sueño a nuestro organismo, las personas son más vulnerables a ciertas enfermedades, como estrés, diabetes, problemas de memoria e incluso son más proclives a subir de peso. De hecho, hay una relación estrecha entre la falta de sueño y la obesidad, porque conlleva un aumento de todas las hormonas que incitan al apetito y precisamente a la ingesta de alimentos ricos en grasa y azúcares.

Hay estudios que señalan que una sola hora de diferencia en la duración del sueño por sí sola es capaz de poner en marcha mecanismos que nos ayudarán a mantener nuestro peso estable. Es por ello que para prevenir el desarrollo de obesidad en nuestra sociedad, así como para intentar que las personas obesas pierdan peso, junto con los obligados cambios del estilo de vida, es necesario dormir al menos entre 7 u 8 horas diarias.

El neurólogo ecuatoriano Cristian Calero Moscoso advierte que cada vez hay más personas que tienen malos hábitos del sueño.

“Muchas personas, sobre todo los jóvenes, disponen de tiempo para dormir, pero tienen la mala costumbre de permanecer hasta altas horas de la noche realizando otras actividades”. Los jóvenes —señala— permanecen frente a su celular, respondiendo mensajes o actualizando el Facebook, restándose horas de sueño.

Cuando estas prácticas se vuelven un hábito, la persona puede llegar a sufrir de insomnio. Según el neurólogo, el no tener horas fijas para dormir puede afectar nuestro organismo. Calero sugiere, además, evitar bebidas con cafeína, porque actúan como estimulantes.

Las fuentes de cafeína incluyen algunas bebidas suaves, como café, chocolate y analgésicos. Para Cristian Calero es fundamental desarrollar una rutina de relajación antes de ir a la cama. Cuando los horarios se trastocan, los efectos no desaparecen aunque se tomen largas siestas o se retrase el momento de despertarse los fines de semana.

Till Roenneberg, investigador de la Universidad de Múnich, advierte que durante los fines de semana el organismo se encuentra volando entre zonas horarias diferentes, en una y otra dirección y sin levantar los pies del suelo. “Es como si viajáramos todos los viernes de Madrid a Nueva York y cada lunes de regreso a Madrid”.

En otras palabras, el jet lag es la discrepancia entre lo que nuestro reloj corporal quiere que hagamos y lo que le imponemos exigidos por el reloj social (reuniones, tareas domésticas, responsabilidades laborales, entre otras actividades). Calero indica que quienes más se ven afectados por el jet lag social, son las personas con profesiones que exigen actividad durante la noche, como los bomberos, los médicos, los policías, los artistas, entre otros.

Hay estudios que asociaban la falta de sueño y el trabajo por turnos con mayor riesgo de obesidad y diabetes, porque se ven alterados los ritmos circadianos, responsables de regular los ciclos de sueño y vigilia. Estas pautas de sueño desordenadas influyen en numerosos procesos metabólicos y resulta casi inevitable que el cuerpo sufra las consecuencias.

En realidad, nuestro cuerpo funciona según un reloj molecular interno que regula todas nuestras células. Ese reloj silencioso mantiene el cuerpo humano sincronizado con los cambios de luz solar asociados a la rotación del planeta. Todas las funciones del metabolismo celular, funciones inmunológicas y rendimiento intelectual están sujetas al ritmo circadiano. Se estima que la tercera parte de nuestros genes en los diferentes órganos se activan solo a ciertas horas del día. Esta sincronización con los cambios de luz solar se vio alterada de pronto por la llegada de la luz artificial, que nos permite vivir y trabajar contrarreloj, alterando así los ritmos naturales.

De acuerdo con la investigación desarrollada por Till Roenneberg, es posible mantener ritmos circadianos saludables si seguimos pautas de vida regulares, durmiendo sin interrupciones y en total oscuridad y exponiéndonos lo suficiente a la luz solar durante el día, sobre todo, a primera hora de la mañana para conciliar el sueño en la noche. También se recomienda evitar los estímulos lumínicos y sonoros durante la noche y no hacer ejercicio horas antes de ir a dormir.

Hay neurólogos que aseguran que ni los medicamentos ni la tecnología podrán evitar que malos hábitos de sueño afecten nuestra salud.

Además, explican que aplazar las horas de sueño puede inducir al consumo de nicotina, cafeína y alcohol.

En la actualidad, hay muchos neurólogos preocupados por entender cómo ajustar el reloj biológico para acercarlo más al reloj social. “Si forzamos un adelantamiento del reloj interno, entonces reduciríamos la diferencia y, así, la falta de sueño”, señalan los expertos.

Muchos estudios sobre este tema tienen lugar en las clínicas del sueño. En Ecuador, hay muchas de ellas, especializadas en mejorar los hábitos de quienes sufren trastornos de forma crónica, pero estas solo son efectivas si las personas están dispuestas a cambiar su estilo de vida y a otorgarle al sueño la importancia que tiene.

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