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También el exceso de liquidez implica riesgos

También el exceso de liquidez implica riesgos
24 de septiembre de 2016 - 00:00 - Juan Fernando Terán. Editor Jefe de Economía

Cuando una economía atraviesa por una recesión, ¿puede existir exceso de liquidez en la banca? Sí… y no es una situación inaudita. En Paraguay, en 2005, después de varios años de estancamiento económico, el sistema bancario logró captar mucho dinero que, si bien pudo haber sido prestado a bajas tasas de interés, no propició un incremento en el número de operaciones de crédito.

En España, hace poco, sucedió algo similar. En ambos casos, las primeras reacciones tendieron a concentrar su atención en el riesgo que aquello implicaba para el sistema financiero pues, si pocos agentes económicos contratan créditos, entonces los niveles de rentabilidad de la banca caen. Esta es, sin embargo, solo una arista del asunto.

Desde la perspectiva de los agentes financieros, la opción más sencilla e inmediata para superar la paradójica situación podría ser el incentivo al crédito de consumo. Si esta alternativa procede sin tomar las debidas precauciones, después de un cierto tiempo, la próxima sorpresa podría ser un incremento de la cartera vencida y, después de un lapso adicional, la transferencia del problema de un sector de la economía hacia otros. ¿Por qué existe exceso de liquidez? En un país dolarizado donde el dinero no sobra (y donde la autoridad gubernamental no puede emitir moneda), el exceso de liquidez es “la otra cara” de un mismo proceso en el cual las expectativas de las empresas y los hogares influyen.

Ayer, cuando la economía estaba en desaceleración pero mantenía tasas positivas de crecimiento, los agentes económicos retiraban sus depósitos y contribuían así a la contracción de créditos. Ahora, cuando la economía está en recesión pero no en una situación crítica en términos sistémicos, las empresas y los hogares depositan dinero en la banca pero no se animan fácilmente a adquirir deudas. En ambos momentos, el denominador común es un temor inconfeso y difuso a que ‘las cosas vayan de mal en peor’.

¿Cómo romper esta paradoja sin recurrir a la solución simple? En Ecuador, la opción más racional sería promover mecanismos novedosos, creíbles y seguros para convertir el ahorro social en inversión productiva, garantizando un trato justo al acreedor y al deudor.

Para efectos de cambiar las actuales tendencias de crecimiento, esa tarea es imprescindible pero requiere una auténtica coordinación público-privada, algo difícil de alcanzar en una época de pasiones e intrigas electorales.

En un país dolarizado donde el dinero no sobra, las lecciones de la experiencia no suelen asimilarse con rapidez. Muy probablemente, cuando amaine el temor irracional al futuro, la actual inapetencia de créditos se convertirá en su contrario… en forma espontánea e infructuosa. (O)

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