Manuela Ribadeneira, de vuelta a lo grande
Manuela Ribadeneira es una de las grandes figuras del arte contemporáneo ecuatoriano. Ella se considera un ser bastante nómada y afirma sin ambages que “en el arte los artistas contemporáneos somos todos nómadas”.
En estos momentos tiene fijada su residencia en Londres pero remarca, con orgullo, que es quiteña, “vengo mucho por acá y me gusta mantenerme con un pie aquí en Quito”.
Pero la artista reparte su corazón entre Quito y Guayaquil. “Siempre veo a Quito con una alegría inmensa de ver las montañas y de ver a mi gente, pero Guayaquil es una ciudad que adoro porque me acogió en los inicios de mi carrera con los brazos abiertos y tengo coleccionistas guayaquileños que aprecio mucho; extrañamente trabajé más en Guayaquil que en Quito en los inicios de mi carrera”, reconoce.
Sobre la cantidad de exposiciones en las que ha participado, sonríe y dice no recordar, “no me considero una artista extremadamente prolífica, pero tengo algunas líneas marcadas por ahí, participo en muchas bienales donde hay muestras individuales y colectivas”, categorías que considera extrañas pues se entremezclan.
Pero de lo que sí podemos dar fe es de que por estos días expone en la capital ecuatoriana su exposición “Objetos de duda y de certeza”, en tres salas del monumental Centro de Arte Contemporáneo (CAC) ubicado en las alturas de San Juan, desde donde se observa una vista espectacular de gran parte del norte de la urbe que hacia el occidente trepa por las montañas.
Hasta esta instalación de regia arquitectura, conocida por muchos como el antiguo Hospital Militar, acudimos a su encuentro. Allí nos esperaba en compañía de otra gran figura del arte ecuatoriano, el historiador del arte Rodolfo Kronfle Chambers, quien ha sido el comisario de esta muestra.
¿Por qué las dudas y certezas?
Manuela indica que se refiere a las piezas del arte de la navegación “que tienen dudas y certezas en las idas y venidas, en los viajes de los navegantes, como artista todo eso se aplica pues creo que todos estos objetos tienen niveles de duda y certeza por aquello de llegar a los diferentes puntos y los caminos que uno recorre”.
Kronfle aclara que el rótulo que identifica a esta exposición “es el subtítulo de una de las obras de Manuela, El arte de navegar, que fue coleccionada en el famoso museo Guggenheim de Nueva York y que es una de sus piezas más conocidas”.
Sobre las dudas y certezas, el curador argumenta que tiene que ver algo con la aproximación de Manuela hacia la creación de sus piezas: “La mayoría de artistas cuando crea una obra de arte que tiene algún matiz crítico, político, da una opinión clara sobre lo que piensa sobre un particular tema que atraviesa el mundo, alguna complicación, etc.”
“Me parece interesante sobre el abordaje de Manuela a su trabajo, es que son máquinas de pensamiento y obligan a uno a no necesariamente tomar una posición sino darse cuenta de las complejidades que implica el pronunciarse taxativamente sobre un tema u otro y en esa ambivalencia que provocan me parece que llamar a estos objetos de duda y de certeza logra un juego significativo interesante”, añadió el curador.
Las montañas de Quito
Volvemos al tema del arraigo y Manuela no duda de que las montañas de Quito la han inspirado.
Kronfle refuerza esa tesis y señala que “hay una sala dedicada a esa relación de Manuela con las montañas de Quito, de la artista con su tierra, con su ciudad, hay relación entre la errancia y la querencia y cómo manejar esos afectos que pueden tener diferentes tonos”.
Sin embargo, la artista confiesa su admiración por el Viejo continente: “Adoro a Europa, toda ella y como quiera que ella se defina, somos parte de la cultura occidental pero por muchas razones decidí vivir en el Reino Unido, en Londres que pese a las elecciones de hace unos días sigue siendo europea”, en relación con la salida del país de la UE.
¿Revisión o retrospectiva?
Sobre el carácter de esta exposición, Manuela aclara que “se ha corrido el mal rumor de que es una retrospectiva y no lo es —algo que discuto con Rody—, yo prefiero llamarle a esta muestra una revisión porque ha sido muy interesante el sacar de los cajones y volver a ver piezas que no había visto más en 10 o 12 años, es el volver a imaginar una serie de cosas”.
En cuanto a la expectativa que tiene con esta muestra, asegura que no es tanto por parte del público sino ante ella misma, de la relevancia de su trabajo. No obstante afirma que “ojalá que ante el público esta traiga una mezcla de pensamiento, emoción, alegría, por lo menos algún tipo de curiosidad y que venga una gran cantidad de gente, ojalá que así sea”.
Kronfle comenta sobre este “disenso” y refiere que les ha causado “algunos vaivenes de pensamiento no de discusión”. Comenta que los artistas con pudor, como Manuela, “suelen rehuir a la palabra retrospectiva cuando por los menos no se ha cumplido un trecho de 25 o 30 años por lo menos y ese pudor es bueno porque la retrospectiva tiene un halo grandilocuente que no tratamos de buscar acá”.
“No se trata de enfatizar el nombre sino privilegiar los contenidos que esta obra proyecta, hacer pensar a la gente y no necesariamente una valoración de la figura del artista en sí”, afirma.
Sin embargo, reconocen ambos, es una certeza que reúne 20 años de trabajo, que es un hito particular y un buen momento para mirar atrás y poner por primera vez las cosas en perspectiva.
Tanto Manuela como Kronfle coinciden en destacar que el CAC de Quito, sede de esta exposición, es una de las instituciones más sólidas en Ecuador. Para la artista “es una de las pocas que ha creado gente increíblemente capaz en los equipos de montaje, conocedora de un trabajo que no se lo ve pero que es muy importante”.
El curador opina que el campo institucional del arte en el Ecuador aún flaquea, “hay espacios mucho más responsables que otros, el CAC de Quito ha logrado establecer una carrera; el MAAC de Guayaquil es un proyecto gigante y costoso, sin embargo sus contenidos dejan mucho que desear”. (I)