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El Telégrafo
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Los waoranis luchan contra el impacto social

Los waoranis luchan contra el impacto social
06 de septiembre de 2013 - 00:00

Ver a los jóvenes de su comunidad waorani lavarse el pelo con champú y tener el cabello corto le hace recordar su infancia, cuando de su abuelo y de su padre aprendió a bañarse con la naranjilla del monte o con el bejuco.     

Eweme Yeti nació hace 46 años en la zona de Shiripuno (Napo), cuando todavía la madre selva conservaba territorios más extensos y el paisaje no estaba “apuñalado” por las carreteras ni las plataformas petroleras, un entorno con el que las nuevas generaciones de su etnia ya se encontraron.

Los años trajeron cambios radicales. Los waoranis pasaron de andar desnudos a utilizar ropa; cambiaron su forma de subsistencia a base de caza, recolección y pesca, por un salario como motoristas de alguna canoa, guías turísticos, comerciantes o trabajadores de las petroleras.

A los jeans, camisetas y zapatos tenis que aprendieron a utilizar, la modernidad les añadió teléfonos celulares y ahora  es raro que  un joven no lleve consigo alguno.      

Eweme no está en contra de la tecnología, pero lamenta que las telecomunicaciones le ganen terreno a los saberes ancestrales. Es más fácil aprender a bailar bachata que su danza tradicional; o que beban cerveza  antes que chicha.

 Los excedentes de productos como el maíz son comercializados en la feria de Pompeya.

En la meta por preservar su cultura, este hombre cuenta que le agradaría fundar una estación científica  que sustente la cosmovisión waorani, es decir, desde la denominación de las especies vegetales, animales y hongos en idioma wao terero, hasta el estudio de las propiedades cosméticas o curativas de estas.               

Es consciente de que para tener validez académica su estación debería contar con el apoyo de alguna universidad nacional. Por ello, aún su plan es solo una idea.

Pero  entre los waoranis hay quienes también temen por sus hermanos no contactados. Penti Baihua, de la comunidad Bameno y directivo de la Asociación Ome Yasuní, cree que ellos podrían extinguirse si la presión extractiva persiste.  

Es una cuestión de sentido común: “si la jungla se reduce más todavía, los grupos tagaeri y taromenani no tendrán por dónde desplazarse”.

Otros como  Daniel Alvarado Nenkimo, de padre kichwa y madre waorani, coinciden con Baihua.  Daniel (26 años), quien reside en la comunidad waorani Timpoca (Orellana), considera que los pueblos en aislamiento serían los más afectados. En su opinión, las autoridades del Gobierno no han explorado a cabalidad la zona intangible, por tanto, no se puede afirmar que no están  dentro de ese territorio.     

Con otros miembros de la nacionalidad estiman  que los no contactados estarían desde el bloque 31 hacia adentro. Lo pertinente, según él, sería respetar su supervivencia.

Relata que su madre, Cope Nenkimo, le contaba sobre las afectaciones del choque cultural con la gente de la ciudad. Ella era niña cuando una misión  de padres capuchinos los contactaron y cambiaron su modo de vida: “Me contó que  entonces no estaba la vía Maxus, pero desde que hubo carretera comenzaron a entrar las petroleras. Ella vivía aquí cuando era niña, antes de la civilización”.

Pueblos guerreros

El sacerdote capuchino José Miguel Goldáraz lamenta algunos nuevos comportamientos de los waoranis, cada vez más parecidos a los occidentales. El consumo de tabaco y alcohol -asegura el clérigo-  es   actualmente parte de su cotidianidad.

Lo que no han cambiado es su pensamiento “guerrero”, el arreglar cuentas con los pueblos vecinos utilizando sus lanzas.  

Goldáraz lleva 41 de sus 76 años dentro de la Amazonía y era amigo cercano de monseñor Alejandro Labaka, quien fue encontrado muerto el 21 de julio de 1987, junto a la misionera colombiana Inés Arango. Ambos perecieron lanceados por integrantes de pueblos ocultos.

Los waoranis cambiaron sus hábitos de vida, de cazadores y recolectores pasaron a jornalerosEl sacerdote capuchinoGoldáraz no olvida lo doloroso que fue retirar con sus manos las lanzas que penetraron el cuerpo de Labaka, a quien considera  un mártir de la evangelización católica.       

Para él es más duro aún que los waoranis contribuyan al exterminio de los no contactados, pues se cree que estaría involucrado el hermano waorani adoptivo de Labaka: Araba Omeway, hermano de Ompore Omeway, asesinado en marzo pasado supuestamente por aborígenes en aislamiento.

Se cree que Araba, ahora jefe de la comunidad Dicaro, organizó la venganza de Ompore y dirigió el homicidio de algunos no contactados, aunque ningún cuerpo ha sido hallado  todavía. Esta situación es asumida por Goldáraz como un fracaso para la misión en la que trabajaron junto a Labaka.   

Según la catedrática Ivette Vallejo, todos los pueblos están conectados, incluso los no contactadosEn razón de estos hechos, el sacerdote español deduce que los grupos en aislamiento viven en la zona intangible: “¿Dónde más? Ese es su territorio”, reflexiona.

Y menciona que tanto el asesinato de Ompore como de su esposa Buganei Cayga, en marzo último, son pruebas de la utilización de esa área por los no contactados. Añade que el hábitat de estos grupos no los determina el Estado ni la zona intangible destinada para su movilización, y que lo único que establece esos límites son sus lanzas, donde se han registrado los enfrentamientos y son las áreas que ellos habitan.

Un aspecto que preocupa sobremanera a Goldáraz es lo que él considera como un ensañamiento de los waoranis expedicionarios con las mujeres y niños de las agrupaciones tagaeris o taromenanis, pues al matar a las mujeres deja sin capacidad de reproducción a estos clanes.

En 2003 como en 2013, manifestó el religioso, se habla de auténticas masacres, casos que pondrían a los pueblos aislados al borde de la extinción.

Conflictos internos

Ivette Vallejo, profesora de la Maestría de Estudios Socioambientales de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), considera necesario reforzar el trabajo con los pueblos de reciente contacto (waoranis) y los no contactados (tagaeri y taromenani).

Del primer caso, indica que es necesario “abordar con pinzas” el tema de la preservación, ya que ninguna cultura es estática, todas son dinámicas y se transforman: es responsabilidad del Estado garantizar sus derechos colectivos. “Estos pueblos deben decidir cuál tipo o modelo de desarrollo quieren, cómo quieren que sea su forma de vida, sus prácticas culturales. Si existen transformaciones culturales tienen que ser producto de un proceso interno y no de  impactos abruptos  que los condicione”, asevera.

2.182 atenciones médicas se dieron en 2012 con el Plan de Medidas Cautelares
en las comunidades waoranis

758.061 hectáreas constituyen la Zona Intangible Tagaeri-Taromenani en la Amazonía ecuatoriana


La catedrática califica como  indispensable analizar la historia waorani reciente y -a partir del proceso extractivista- esa dependencia cada vez más fuerte de los recursos externos y el cambio del manejo alimentario. El consumo de enlatados, gaseosas, arroz, etc., son el  fruto de la actividad extractiva en su territorio.

A ello se suman los cambios en las modalidades de tenencia de la tierra. Los waoranis tenían patrones seminómadas, pero en menos de 40 años sus comunidades se hicieron sedentarias.          

Esto implica la creación de asentamientos alrededor de los campamentos petroleros como un mecanismo de acceso a fuentes de trabajo y de recursos económicos.

Los waoranis cambiaron de ser cazadores y recolectores de frutos a jornaleros de las multinacionales, síntomas de una distorsión en las relaciones sociales y económicas de estos pueblos. Todo esto podría replicarse en los nuevos bloques petroleros, por eso es fundamental estudiar las consecuencias de la explotación, plantea Vallejo.

Respecto a las agrupaciones en aislamiento, la catedrática cree que el impacto socioambiental ha generado fracturas en los vínculos intracomunitarios y enfrentamientos intercomunitarios en distintos sectores de la Amazonía norte.

Los intentos de ampliar la actividad petrolera hacia la Amazonía suroriente también han provocado conflictos internos.   

Trabajo arduo

Precisamente, frente a esta problemática que lleva décadas, el Gobierno Nacional acogió la petición de crear las condiciones  sugeridas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en 2006  y creó un Plan de Medidas Cautelares.   

Esto se completó en 2009 con la aprobación en la Asamblea Nacional de la Ley Reformatoria al Código Penal que tipifica el etnocidio y el genocidio.     

La citada normativa concuerda con el artículo 57 de la Constitución, que establece como delito de etnocidio la violación de derechos de los pueblos en aislamiento.

“Es necesario detener los enfrentamientos. La muerte sistemática de los pueblos ocultos los deja al borde de la extinción”
José Miguel Goldáraz
Misionero capuchino

“Hay que conocer que en  donde existen bloques petroleros se han creado nuevos asentamientos waoranis”
Ivette Vallejo
Catedrática de la FLACSO

“A algunos dirigentes waoranis solo les interesa el dinero, no se preocupan por las personas que viven adentro”
Daniel Alvarado
Miembro de la comunidad Timpoca
De acuerdo con el Informe Final de 2012 del Plan de Medidas Cautelares a Favor de los Pueblos Indígenas en Aislamiento Tagaeri-Taromenani (del Ministerio de Justicia, Derechos Humanos y Cultos), se exponen los resultados del fortalecimiento de las actividades de campo.   

Se destaca la evaluación con los monitores de nacionalidad waorani de lo que sucede en sus comunidades, quienes trabajan con especialistas en Antropología, Sociología, Geografía, etc. Con estos profesionales se planifica  conforme a las necesidades.

En salud, por ejemplo, se realizaron 2.182 atenciones médicas y entre las enfermedades más comunes se encontraron: infecciones respiratorias, parasitosis y rinofaringitis, lo que significa más del 33 por ciento de casos atendidos.     

Se decomisaron 2.529 libras de carne de monte y a su vez 360 metros cúbicos de madera. Existe además un estudio sobre el avance de la frontera agrícola para que no se incremente; en ese sentido se mantienen las restricciones para la obtención de certificados de aprovechamiento.

Y, lo más importante, se colocaron cámaras trampa para detectar la presencia de los pueblos en aislamiento y el Gobierno ha asegurado que de ninguna manera propondría una extracción de crudo por encima de los Derechos Humanos.

DATOS

Las comunidades waoranis tienen opiniones diversas en torno a la explotación de los bloques 31 y 43. Unos grupos creen que es necesaria la extracción del petróleo y otros temen sus posibles efectos.    

Ivette Vallejo dice que a los waoranis les molesta el ruido de los aviones, helicópteros, automotores -incluso- de los generadores de luz. Prefieren lugares tranquilos y silenciosos.

La catedrática también plantea que las zonas de presencia de pueblos ocultos no solo deberían verse como territorios de posesión, sino como áreas de tránsito.

José Miguel Goldáraz cree importante que el Gobierno impulse un modelo de desarrollo pospetrolero para los waoranis, cuyas vidas giran ahora en torno a la presencia de las extractoras.

Se conoce extraoficialmente que la Policía Nacional contaría a futuro con efectivos de nacionalidad waorani, para de esa manera reforzar  la seguridad del Parque Nacional Yasuní con personas que conocen sus costumbres y territorio.   

Basados en el principio de no contacto, las entidades del Estado han trabajado en acciones para crear cercos epidemiológicos alrededor de la Zona Intangible Tagaeri. Se implementó un equipo de 20 personas entre médicos, odontólogos, enfermeros, auxiliares en atención prioritaria y promotores de salud Waorani.

Debido a la normativa especial que protege a los Pueblos Indígenas en Aislamiento, se capacita a personal de las empresas petroleras que trabajan en las áreas colindantes con la Zona Intangible Tagaeri-Taromenani.

En 2012 fueron capacitadas 2.000 personas de Petroamazonas en temas como Derechos Humanos y  marco legal de los Pueblos Indígenas en Aislamiento, medidas cautelares, etc.

Para el monitoreo se cuenta con 25 radios, con baterías especiales para paneles solares, que permiten los monitoreos tres veces al día con las diversas comunidades, a fin de conocer  necesidades y emergencias.

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