Año Viejo, el psicólogo popular del Ecuador
Antes de quemar el año que se acaba en la calle, los ecuatorianos tenemos una tradición que viene del pueblo indígena: limpiarnos. Quitarnos la mala energía para empezar un 2026 renovados.
Llego a La Villaflora, en el sur de Quito, a la casa de Mamá Gloria. Tiene 90 años y manos firmes. Aprendió a ser curandera desde su niñez. Su bisabuela le enseñó. La casa huele a hierbas, palo santo, trago y cera derretida. Tiene un altar en el que el fuego es el protagonista. En la cosmovisión andina este elemento es un mensajero sagrado y un transformador que conecta el mundo terrenal (Kay Pacha) con el superior (Hanan Pacha). Simboliza renovación, energía vital y sabiduría.
Es por eso que, en esta tierra andina, es común recurrir al fuego para cerrar ciclos. Hoy, 31 de diciembre de 2025, a las 24:00, los ecuatorianos quemaremos al 2024.
Las limpias, soltar lo que sobra
Mamá Gloria me recibe en la puerta. Me conduce a una habitación pequeña donde un altar y una olla con agua caliente con diferentes hierbas cumplen la misma función: sostener.
Me despojo de la ropa, no me siento incómoda, me siento ansiosa. Me cubro el pecho y la pelvis con las manos e ingreso a una ducha.
“Suéltesey párese erguida, con la frente en alto y de espaldas”, me susurra. Cierro los ojos y siento como el trago que ella expulsa por su boca baja por mi nuca. Las hierbas golpean la piel. Cada pausa sirve para tomar licor y expulsar la mala energía. Mamá Gloria dice mi nombre. Lo repite en voz baja mientras me baña.
Aquí la limpieza no es simbólica. Es física. Al concluir no hay toallas. Me sacudo y camino desnuda hasta su sala. Ahí está mi ropa. La curandera toma cada una de mis prendas, las pasa por el humo del sahumerio y me las entrega para ponermelas.
Del cuarto cerrado al fuego colectivo
El 31 de diciembre, Ecuador hace lo mismo, pero en la calle. El monigote cumple la función del sahumerio. Recibe lo que pesa. Como en la limpia, alguien más carga con lo que no logramos soltar solos. El humo de la quema limpía, por eso saltamos sobre el monigote en llamas.
El ritual de la quema del año viejo no es folclor decorativo. Es conocimiento popular, memoria colectiva de quienes estuvieron en este territorio antes que nosotros.
Cada monigote es un cuerpo ajeno donde depositamos lo que dolió. No solo representa personajes públicos. Representa miedos, violencias, frustraciones. Todo lo que queremos quemar.
Un 2026 con esperanza
Antes de irme le pido que me tenga en sus rezos. Me da papel y esfero para escribir lo que agradezco y lo que pido. Escribo cada palabra con fe, la fe que tengo desde que soy mamá y que es capaz de mover montañas, como dice el adagio popular. Salgo ligera, tranquila y con esperanza.
Horas después, el país hará lo mismo frente al fuego. El Año Viejo no promete milagros, pero sí simboliza alivio. Y en un país cansado, eso también es una forma de sanación colectiva.
Te puede interesar
#Quito I El Telégrafo te cuenta la historia de las familias que esperan un milagro que evite su desalojo del petril de la Catedral #LéaloEnET: https://t.co/8g5vwXYBph pic.twitter.com/NuMLlkeekm
— El Telégrafo Ecuador (@el_telegrafo) December 31, 2025