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‘Que la investigación genere conocimiento tomaría 15 años’

Montserrat Vendrell (Barcelona, 1964). Cargo: Directora General del Parque Científico de Barcelona (PCB). Formación: Doctora en Ciencias Biológicas por la Universitat de Barcelona (1991). Foto : Francisco Ipanaqué.
Montserrat Vendrell (Barcelona, 1964). Cargo: Directora General del Parque Científico de Barcelona (PCB). Formación: Doctora en Ciencias Biológicas por la Universitat de Barcelona (1991). Foto : Francisco Ipanaqué.
04 de mayo de 2014 - 00:00 - Redacción Sociedad

Hablar de un parque tecnológico que combine ciencia y productividad parecía contradictorio en 1997. A pesar de las críticas, Montserrat Vendrell y expertos como Fernando Albericio (actual rector de Yachay) formaron un equipo multidisciplinario que apostó por la sociedad del conocimiento y hoy ella dirige el centro de investigación más importante de España.

Usted ha dicho que el éxito de un parque tecnológico es cuando se convierte en un enlace entre investigación y sociedad. ¿Cómo lograrlo con iniciativas como Yachay cuando un sector de la población ecuatoriana es crítico y considera que se trata de un despilfarro del Estado?

A quienes comentan eso les preguntaría: ¿Si no es educación, en qué debe invertir un gobierno? Si yo fuera presidente me preocuparía de que haya fuentes de trabajo, de que la población esté mejor formada y de que los profesionales no tuvieran que mudarse a otro país para aplicar sus conocimientos. Y buscaría que surjan nuevas empresas, que paguen impuestos y me permitan desarrollar políticas públicas. Es decir, para alcanzar todo eso proyectos como Yachay son nucleares porque apuestan por la investigación en temas que impactan en el crecimiento económico. Pero si aprendemos de errores del pasado, diría que no se debe planificar por encima de las capacidades de un país sino a partir de un estudio que defina las áreas en las que estamos especializados y trabajar paralelamente en la formación de la población para que sea la que demande investigación.

Que Yachay cuente con docentes investigadores extranjeros significa romper con un modelo clásico de enseñanza. Pero aún así, ¿cómo lograr que la investigación científica sea parte de la cultura de un país?

Eso se ataca desde distintos ámbitos como los programas educativos, la transmisión de las propias capacidades científicas y tecnológicas y dejar los métodos clásicos de enseñanza unidireccional, como son los textos, y se propician las preguntas, la solución de problemas, porque hoy la ciencia es multidisciplinaria. Por eso, llevar experiencias de afuera como es el caso de Fernando Albericio (fundador del Parque Científico de Barcelona y actual rector de Yachay) implica saltarse los errores que ya se cometieron.

¿Las visitas guiadas a niños y jóvenes que se realizan en el Parque Científico de Barcelona (PCB) cuánto aportan a ese objetivo?

Recibimos más de 6.000 niños al año solo de Cataluña y salen encantados con lo que aprenden en los institutos. Aquí hay personal dedicado a eso, se abren convocatorias periódicas y las escuelas aplican. Aquí los niños participan en distintos experimentos y se les transmite la pasión por la investigación, por plantearse retos y cómo resolverlos, hablan con científicos, de modo que ya no ven a la ciencia como una actividad ajena, distante.

Desde la fundación del PCB el reto fue aportar en la construcción de una sociedad del conocimiento y hoy el Gobierno ecuatoriano se propone lo mismo. ¿Cómo se alcanza eso?

Me gustaría responderte como una sociedad que ha llegado a eso, pero nosotros también estamos en ese camino y no es fácil. A veces hablamos de empresas que quieren apoyar un proyecto –por ejemplo Roche-, pero la pregunta es qué obtiene el país con eso, pues obtiene personal formado y los recursos que se obtuvieron se reinvierten en más investigación. En España se apostó demasiado por el sector inmobiliario, que representó un porcentaje elevado del PIB y, como hemos palpado, fue un riesgo que, además, dejó personal no tecnificado.

Para evitar situaciones como esa es necesario apostar por la educación, por tener personal formado, para que la investigación genere conocimiento que luego sea aplicable, y para ello hablamos de 10 o 15 años como mínimo.

También es importante diseñar un sistema de transferencia de conocimiento que proteja la investigación y que, a la vez, permita rentabilizarla a través de la empresa privada. Ese modelo de éxito lo planteó Israel y otros países que empezaron con un perfil monolítico, pero en todos los casos fueron procesos largos y estables.

Que la empresa privada financie la investigación científica pública parecería una contradicción de intereses. ¿En qué se fundamenta esa alianza estratégica?

En 1997, cuando planteamos la creación de un parque científico dentro de la Universidad de Barcelona, nadie sabía muy bien de qué se trataba, pero cuando empezamos a hablar de empresas los docentes más integristas creyeron que íbamos a vender el conocimiento y algunos tildaron al proyecto de mercantilista. Ese criterio, en la actualidad, ha evolucionado porque empiezan a ver historias de éxito y reconocen que los investigadores necesitan incentivos por la carga de trabajo que implica investigar y ejercer la docencia. Se trata de docentes que deben innovar, identificar en qué puede servir lo que hacen y, a su vez, generan otros beneficios para la universidad. Surgen también expertos que hablan con los investigadores para detectar dónde hay oportunidades de negocio. Entonces se trata de otorgar incentivos a la carrera profesional de los investigadores por el número de patentes que generan, a la creación y colaboración con empresas, no solamente pensando en que ganen plazas docentes en las universidades.

¿Cuáles son los proyectos emblemáticos que ha desarrollado el Parque Científico de Barcelona?

Hay varios. Por ejemplo, en salud se han desarrollado varias investigaciones sobre cáncer, específicamente relacionadas a metástasis. En nanotecnología, Barcelona (España) es la tercera ciudad del mundo en hacer publicaciones -después de Boston (EE.UU.) y Shanghái (China)- que surgen desde el Instituto de Bioingeniería, que busca aplicar la nanotecnología a la salud para explicar cómo se distribuyen los fármacos en el cuerpo o cómo desarrollar nuevos dispositivos de imagen.

En el campo de la química, tener químicos y biólogos trabajando juntos que permite, por ejemplo, que los primeros sinteticen las moléculas de los potenciales fármacos, mientras los otros analizan el impacto de los mismos. Pero, además, se ha logrado crear 70 empresas, algunas especializadas en diagnóstico, modelización de clima, farmacéuticas.

¿Es posible calcular la inversión que requiere equipar un parque científico, contar con laboratorios de última tecnología y ponerlo al servicio de los estudiantes interesados en hacer ciencia?

Aquí tenemos tecnologías que los investigadores utilizan de manera rutinaria y a veces un solo equipo puede costar € 1 millón ($ 1’387.400), pero si el parque lo centraliza -incorporando en las tarifas el costo de ese equipo- favorece a un gran número de pequeñas empresas que de otra manera no podrían acceder a él. Uno de esos equipos es el RMN (Resonancia Magnética Nuclear) que permite observar la estructura de una proteína en solución. También se trabaja con radiactividad en áreas que cuentan con la respectiva licencia.

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