Pactoloma, zona rural de Quito ubicada a hora y media de la urbe, es un espacio natural que permite realizar una gran cantidad de actividades a los visitantes.

Sumergirse en el bosque nublado, rodeado de orquídeas y maravillosos paisajes tropicales; recargar energías en lagunas que conservan energías de la antigua cultura de Yumbo; o atestiguar la producción de la panela son algunas de las experiencias que puede vivir allí.

Un grupo de periodistas efectuó un recorrido para conocer los atractivos y potencialidades turísticas del sector ubicado en el noroccidente.

Para iniciar la aventura, los comuneros de Pactoloma ofrecieron a los visitantes un desayuno consistente en ceviche de palmito, crujientes patacones y cafecito pasado.

“Todo es preparado con ingredientes producidos orgánicamente en la zona. Solo en Pacto, tenemos esta variedad de palmito que crece de forma silvestre; por eso tiene un sabor especial. Vivimos en una tierra bendecida.”, explicó Sergio Basantes, presidente de comuna de Pacto.

En la granja Elsita, un aroma dulce atrapa y guía por un sendero adornado con naranjos en flor, árboles de guaba y flores multicolores.

Ahí está doña Elsa Asoria, la propietaria, quien con un refrescante jugo de caña, al que le agrega un toque de mandarina y limón, está lista para mostrar en vivo el truco que convierte la caña de azúcar en panela refinada.

Por su ubicación en una quebrada, la granja es un sitio ideal para fotografías. Tiene una vista privilegiada desde lo alto del bosque nublado del Chocó Andino, por lo que su visita concluyó disfrutando de un espectacular paisaje.

El sendero de bajada puede tomar alrededor de 30 minutos y es de escasa dificultad.

La recompensa es invaluable: llegar a un sitio sagrado del pueblo Yumbo, donde por medio de los petroglifos (inscripciones antiguas en piedra) se conoce la cosmovisión de esa cultura ancestral.

El trayecto de subida, que puede tomar alrededor de 45 minutos, costó menos; la sensación de bienestar y fuerza que atrapa el cuerpo, tras un delicioso baño en la poza, hicieron sentir como nuevos a los comunicadores.

Y si quedaba cansancio, la comida en la Hacienda Pactoloma lo borró. (I)