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Hoy se conmemora el Día del Médico Ecuatoriano

La vocación y el servicio los acompañan siempre

La vocación y el servicio los acompañan siempre
21 de febrero de 2014 - 00:00

Diferentes actividades se desarrollarán para homenajear a los galenos del país.

El Hospital Alcívar, sur de Guayaquil, realizará una casa abierta para la comunidad y el Colegio de Médicos de Guayas ofrecerá un homenaje a Eugenio Espejo.

 

 

 


 

MÉDICO DE URGENCIAS WILLIAM MUÑOZ

Un galeno que trabaja como tutor y bombero

Pasar gran tiempo de su infancia en la finca familiar, hizo que William Muñoz amara a los animales y a la naturaleza. Su primera intención fue ser veterinario, incluso ingeniero agrónomo, pero finalmente se inclinó por la Medicina. “Cuando inicié el proceso pensaba en que mi misión era salvar vidas, pero es uno de los trabajos más duros y tiene los sacrificios más intensos durante el proyecto de formación”, expresa Muñoz, quien hace 16 años se incorporó como médico en la Universidad de Guayaquil, luego de estudiar los tres primeros ciclos en la Universidad Católica de la ciudad.

A partir de entonces su preparación continuó y ahora a sus 43 años cuenta con una maestría en Urgencias, un postítulo en Manejo de Cuidado de Heridas, en Chile, y otro postítulo en Cuidado Paliativo, en Brasil. Sin embargo, no se desligó de aquel deseo de enseñar desde que fue médico rural. Ha impartido clases en instituciones locales y extranjeras. Actualmente es coordinador de docencia del Hospital Abel Gilbert, en donde enseña la respuesta de emergencia ante la comunidad, a un grupo de profesionales que realizan el posgrado de Medicina Familiar.

Hasta el día de hoy, sus actividades médicas y académicas las comparte con su función de bombero. Muñoz recuerda que cuando cursaba su primer año de estudios universitarios se postuló al voluntariado. Ya han pasado 23, que le han permitido obtener su primera jubilación y el cargo de jefe Mayor de la División de Ambulancias.

El galeno revela que combinar sus dos vocaciones es complicado, “porque ser médico requiere los 365 días del año y como bombero es el mismo tiempo”. Los incidentes que ha presenciado han ido más allá de los incendios. “Hemos atendido partos en las ambulancias, traumatismos muy serios, amputaciones, personas que vienen con problemas cardíacos, infartos agudos, he visto de todo”, asegura Muñoz.

Para el galeno, la actualización y el aprendizaje deben ser constantes en todo aspecto, porque “salen nuevas técnicas y nuevos equipos, con los que se puede diagnosticar una patología”.

Muñoz admite que ser médico “es una carrera muy bonita y la recompensa es el gracias, que a lo mejor no es el dinero, pero sí que en nuestras manos está la vida de otra persona”.

 


 

MÉDICO MARÍA ISABEL HONORES

Los proyectos de salud son los ejes de su labor

María Isabel Honores decidió estudiar Medicina junto a su esposo Armando Bucheli luego de casarse. Aunque “el reto fue duro”, porque no contaban con el apoyo de sus familiares que viven en la provincia de El Oro, ambos se formaron como médicos en la Universidad de Guayaquil.

Para pagar su carrera, María Isabel trabajó en las noches como enfermera en el Hospital Luis Vernaza y en ocasiones pedía permiso a los profesores para asistir a clases con sus dos pequeñas hijas. Al terminar el cuarto año dejó su formación porque estaba embarazada.

María Isabel sostiene que la situación económica se complicó y luego de un tiempo retomó su trabajo de enfermera, mientras su esposo trabajaba y estudiaba. Aunque parecía que su formación no sería terminada, poco después llegó la motivación que necesitaba.

“Tuve que ir a un evento en la escuela y noté que mi hija había llenado en una hoja que la profesión de su papá era médico y mi profesión también. Yo le dije mijita por qué me pones lo que no soy y ella me dijo es que me da vergüenza decir que te dedicas a las labores domésticas”, relata.

A partir de entonces retornó a la universidad y dividía el tiempo entre su familia, trabajo y estudios. “Cuando éramos estudiantes, mientras yo lavaba la ropa, mi esposo me leía un libro, mientras él trabajaba en la noche en un local de hamburguesas, yo le hacía los resúmenes para que estudiara. Si yo barría, él lavaba los platos y siempre nos compartimos las tareas del hogar”. asegura.

María Isabel admite que el sacrificio fue grande, pero las satisfacciones las goza actualmente. Ahora su esposo trabaja en el Hospital Abel Gilbert de Guayaquil como hemodinamista y su hija mayor estudia Medicina.

“He sido una persona que no le ha gustado quedarse en el montón, cuando hice la rural me pidieron que coordinara proyectos. Luego estuve a cargo del Plan de Contingencia de la Ah1N1 en los aeropuertos y me llamaron a gestionar el Plan de Enfermedades Catastróficas”, expresa.

Los nuevos retos llegaron con otros programas del Gobierno, como la creación del Centro de Respuesta Inmediata (CRI) que fue implementado en el país y convertirse en la directora Asistencial del Hospital Abel Gilbert.

 


 

GINECÓLOGO JOSÉ ARBELÁEZ

Traer vidas, su lucha diaria en estos 20 años

Su interés por la Medicina lo descubrió cuando cursaba la primaria. José Arbeláez recuerda que a diario esperaba que sonara el timbre de salida para trasladarse a pie desde la escuela Zoila Esperanza Crespo, en Los Ríos y Cuenca, hasta el Hospital Luis Vernaza.

Tenía 8 años, pero eso no fue obstáculo para ingresar. Haberse hecho amigo de uno de los miembros del personal le permitió quedarse. Cuenta que sin ningún temor esperaba que llegaran los heridos. “Veía cómo los doctores los atendían, pero lo que realmente quería era tratarlos y recuperar vidas”.

Sin embargo, Arbeláez fue más allá. Tras graduarse de médico su curiosidad por comprender cómo dentro de una mujer se podía desarrollar una vida escogió ser ginecólogo-obstetra.

Hace 20 años forma parte del grupo de doctores de la Maternidad Enrique C. Sotomayor que asiste a miles de mujeres en sus partos y cesáreas. Desde entonces, el galeno asegura, ha recibido a más de 1.000 vidas. “Antes aquí en una guardia se sacaba a 29 niños y en 12 horas había 100 nacimientos. Éramos cuatro médicos en el área de parto”, indica.

Recuerda que cuando experimentó el primer parto fue presa de los nervios que representaba traer una vida, pero al mismo tiempo sentía que podía servir como ser humano.

Precisamente el espíritu de ayudar fue que lo impulsó a dirigir el programa de psicoprofilaxis que busca capacitar a madres primerizas, especialmente a las adolescentes, y también a quienes ya han pasado el proceso de lo que conlleva el embarazo para prevenir enfermedades.

Asegura que ganarse la confianza de sus pacientes, que lleguen hasta el quirófano sin temores y escuchar que le piden que las atienda personalmente en el parto es una de las mayores recompensas que ha tenido en su profesión, de la que se interesó cuando era un niño de escuela.

Arbeláez aún ve lejos colgar la bata blanca. A sus 54 años asegura que aún tiene mucho por aportar y enseñar a la nueva generación. Hoy, el día que se celebra al médico, su jornada empezará a las 07:00 como todos los días recorrerá los pasillos y salas de la maternidad a la espera de traer una nueva vida.

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