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El Niño de Isinche es protagonista de la "Navidad mestiza" en Pujilí

El prioste es el encargado de portar el estandarte de la fiesta, el cual simboliza la solemnidad y devoción de los pujilenses al Niño.
El prioste es el encargado de portar el estandarte de la fiesta, el cual simboliza la solemnidad y devoción de los pujilenses al Niño.
Foto: Roberto Chávez | EL TELÉGRAFO
24 de diciembre de 2018 - 00:00 - Redacción Ecuador Regional

Entre dos y tres mil personas llegan cada diciembre a la tradicional y afamada hacienda Isinche, en el cantón cotopaxense de Pujilí.

Específicamente el día 25, con el objetivo de venerar a una de las imágenes religiosas más conocidas de la Sierra centro y el país.

Se trata del Niño de Isinche, efigie infantil de Cristo que es custodiada celosamente por sus devotos en un ánfora de vidrio, y a la cual se le atribuyen variados y sorprendentes milagros.

La fiesta en su honor es grande, a la cual muchos se atreven a calificar como la “Navidad mestiza”, pues es una fiel muestra del sincretismo cultural y religioso que nace de la convivencia entre hispanoamericanos e indígenas.

Historia
“Cada 25 de diciembre se realiza una procesión en honor al Niño. La devoción inició en 1730, cuando en uno de los fardos (costales) que llegaban al obraje de los jesuitas, presentes en Pujilí por varios siglos, se halló inexplicablemente una pequeña y resplandeciente figura tallada”, dijo Lorena Fiallos, historiadora cotopaxense.

Según relatos locales, dichas cargas eran transportadas en una robusta mula que, tras un largo y agotador trayecto, se acostó en el suelo y se negó a continuar el viaje.

El arriero retiró el bulto del lomo del animal y lo abrió. Dentro estaba la efigie de madera, el hallazgo aturdió al hombre y a todos quienes escuchaban sobre ello.

La leyenda relata que esa misma noche el propietario de la hacienda donde ocurrieron estos hechos tuvo un sueño. Se le apareció Jesús y le dijo que quería quedarse y que construyera un templo. Así lo hizo.

Si bien hay otras versiones sobre el origen de la festividad, esta es la más conocida y transmitida oralmente de padres a hijos desde hace varios siglos. El Santuario está en la hacienda del mismo nombre, la cual se sitúa a 3 kilómetros al sur del centro de Pujilí y antiguamente fue un importante obraje de algodón.

“Acabóse en el año 1743”, se puede leer en el imponente portón de la capilla, misma que fue edificada en su totalidad con piedra pómez.

En su gris y fría fachada se observa gran influencia del estilo barroco italiano, así como tallados de corderos que fueron recuperados durante la reconstrucción, luego del fatídico terremoto que devastó a la ciudad en 1996.

Actualmente es propiedad de la familia León. Desde 1730 el número de fieles ha crecido tanto que hoy no solo pertenecen a cantones de Cotopaxi, sino de la región central y el país.

“Esto se debe a que la efigie, según testimonios de varias personas, es milagrosa. Desde cáncer hasta heridas de bala son cientos los casos de enfermos crónicos y heridos de gravedad que se han salvado por intervención del Niño Jesús”, añadió Fiallos.

Milagros
Guayaquil, Quito, Ambato, Riobamba, Loja y hasta Ibarra son algunas de las ciudades desde las cuales cada año  los fieles salen hacia Pujilí para participar de la romería.

Cada diciembre se registra el arribo de pujilenses residentes en Estados Unidos, España, Italia, Australia, Chile, entre otras naciones, quienes llegan con el firme propósito de dar honor a la imagen.

“Mi padre nos inculcó a mí y a mis 6 hermanos la fe por el Niño. Pese a haber migrado a Nueva York hace 30 años el amor por la imagen sigue intacto, y aún creció cuando sanó a mi primogénito de una meningitis que amenazaba con matarlo”, aseveró Guillermo Matute, pujilense residente en Estados Unidos.

Como él al menos 50 personas más llegarán entre hoy y mañana a fin de participar de los festejos.

Otro de los testimonios de milagros que se atribuyen a la figura es el de Maritza Buenaño, ambateña que estuvo a punto de morir en 1998 tras un accidente de tránsito.

“Mi esposo y yo chocamos de frente con un camión durante el trayecto de regreso a Ambato, tras disfrutar de unas vacaciones familiares. Mi brazo derecho fue muy afectado, y debido al sangrado estuve en coma dos semanas”, dijo.

Después de varias intervenciones  los médicos informaron a sus familiares que había pocas posibilidades de sobrevivir.

“Mi suegra es de Pujilí, y en un acto de fe ciega fue al Santuario y rezó, además tocó una prenda de vestir mía en la urna del Niño, y al día siguiente desperté”, relata Buenaño.

Actualmente en la basílica  hay más de cinco mil placas de feligreses que agradecen por este y otros milagros.

Peregrinación
El mayor festejo en homenaje a la imagen de Jesús se hace el 25 de diciembre. Ese día se realiza el popular Pase del Niño con juegos pirotécnicos, bandas de pueblo, villancicos y una misa campal.

Un año antes de la celebración comienzan los preparativos con la nominación del prioste, quien es un comunero que se presenta, por lo general, de manera voluntaria con profunda devoción.

Desde ese día el personaje debe ahorrar dinero y, si es necesario, migra para tener más ingresos. Simultáneamente se hacen las jochas (folclóricas peticiones de donativos o invitación a ser prioste) en varios hogares.

Si el dueño de casa acepta la solicitud se convierte en yura, que es una especie de cargo que se extiende también a la esposa. La persona elegida no podrá negarse a cumplir este encargo, ya que se podría considerar como un  mal presagio de por vida.

Hay un yura para cada grupo de disfrazados, mismos que participan en las vísperas, procesiones y misas. Llegan con sus trajes de los tres reyes, Mama Negra, payasos, curiquingues, saumeriantes, huasicamas, mayordomos, monos, yumbos, etc.

Los recorridos y las concentraciones de danzantes se realizan desde la tarde del 24 de diciembre. El sacerdote llama durante sus ceremonias eucarísticas a encontrar fortaleza y alegría en  Dios.

En haciendas cercanas varios feligreses aún sostienen la antigua leyenda que la imagen de El Niño crece cada año, creencia que no ha podido ser comprobada. (I)

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