Janeth y Camila, estudiantes de la Unidad Educativa Pichincha de la parroquia rural Lloa (Quito), cursan noveno y décimo año de bachillerato, respectivamente. 

Dos veces por semana tienen clases extracurriculares, de modo que deben quedarse un par de horas extra en el plantel.

El problema que las niñas enfrentan es el retorno a casa, pues viven en Palmira, una zona alejada.

Cada viaje de regreso les cuesta $ 10 a cada una, lo que golpea fuertemente las condiciones económicas de su padre, Julio Espinoza, hombre de escasos recursos.

El estudio sobre la situación de la niñez y la adolescencia del país, elaborado por el Observatorio Social del Ecuador, señala que el rezago en la educación guarda relación con las condiciones económicas de las familias y con las desigualdades geográficas y de género.

Los resultados evidencian que la cobertura de la educación media o bachillerato no logran los porcentajes de la formación básica, pues su tasa neta de asistencia llega al 71,3%.

A esto se suma -según Margarita Velazco, representante del Observatorio Social del Ecuador- que el 26% de menores recibieron maltrato por parte de sus profesores durante su educación.

Así mismo, el 69% de varones acceden a la educación, mientras que la cifra de niñas asciende al 73%.

La cantidad de alumnos en el área rural es de 71% y en el área urbana de 75%.

El país presenta el 73% de acceso universal al bachillerato, cuando los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas, cuyo cumplimiento está planteado hasta 2030, señalan que deberá ser para todos.

En las metas está incluido el mejoramiento de la calidad académica y la creación de programas de educación acelerada, bachillerato técnico para la inclusión, que permitan a los adolescentes rediseñar sus proyectos de vida e ingresar al mercado laboral.

Para José Bagua, activista de World Vision Ecuador, se requiere un compromiso de la sociedad para alcanzar ese logro. (I)