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Castigos de justicia indígena se ejecutan en espacio íntimo

Para lograr que se vuelva al equilibrio personal y familiar son los propios padres o abuelos del señalado quienes hacen una especie de “limpia”. Los acusados son ortigados y flagelados para sacar las malas energías.
Para lograr que se vuelva al equilibrio personal y familiar son los propios padres o abuelos del señalado quienes hacen una especie de “limpia”. Los acusados son ortigados y flagelados para sacar las malas energías.
Fotos: Elizabeth Maggi / EL TELÉGRAFO
17 de mayo de 2018 - 00:00 - Elizabeth Maggi

“María”, de 30 años, oriunda de la parroquia Cebadas del cantón Guamote (Chimborazo) fue sorprendida por su comunidad en amoríos con un hombre que no era su esposo.

Ella trató de justificarse pero su marido estaba ofendido, por lo que acudió hasta el Consejo de Ancianos, quienes analizaron la conducta de la mujer y de su acompañante que también era habitante de la zona.

Tras la deliberación de los representantes del Consejo de Mujeres, gobierno comunitario, brigadistas, pastores y yachacs (hombres de sabiduría) se decidió que debían ser sometidos a la justicia indígena.

Los castigos aún son mal vistos por la cultura occidental. Se cree que los derechos humanos son violentados.

Un acto que según el pueblo tiene más de 500 años de vigencia y es el conjunto de normas basadas en valores y principios culturales propios, que regulan la vida social en la comunidad y en el territorio habitado.

Sanciones para ambos
En medio de un círculo de personas, los dos “infractores” quedaron en ropa interior, mientras que el padre de la transgresora, quien debe ejercer la disciplina en estos casos, con látigo en mano, agua y ortiga se preparaba para iniciar su sesión de “purificación”.

“María” y el joven que la acompañó en este suplicio empezaron a llorar pidiendo que no se ejecute la sentencia, pero ni las disculpas ni las lágrimas cambiaron la decisión conjunta.

La joven, que evidentemente estaba nerviosa, intentó por varias ocasiones hablar, pero le era imposible gesticular las palabras y solo se escuchaban balbuceos.

Mientras que el hombre, más  joven que ella, solo mantenía su cabeza abajo y su rostro estaba enrojecido.

El presidente del Consejo, al igual que el Yachac del lugar, emitió un pequeño discurso en el que se resaltó la fidelidad a la pareja y que el matrimonio era para toda la vida y debía estar libre de contaminación.

Añadió que este tipo de acciones solo manchan la reputación de los pueblos indígenas y deja por los suelos los valores bajo los cuales están criados, causando vergüenzas a las familias involucradas.

Para iniciar con el “castigo” realizaron una oración, esto con el fin de demostrar que cuentan con la bendición de Dios para ejecutar acciones que limpien la vida de aquellos que han cometido errores.

Posterior a ello, el látigo cayó sobre la espalda de “María”, quien irrumpió con alaridos de dolor, mientras su padre ejercía esta costumbre para “encarrilar” a su hija, le gritaba que debía disculparse con su esposo y retornar a su hogar.

Después le arrojó varios baldes con agua helada, lo que aumentó el dolor de la joven, quien ya sometida pidió perdón por todo lo que había hecho. Para finalizar el acto, fue ortigada y todo su cuerpo se tornó en colores rojos y morados.

La misma situación vivió el hombre, pero fue su madre quien aplicó la justicia por haber ingresado en un hogar ajeno e irrespetar a su vecino. Tanto a él como la mujer se les aplicó el látigo tres veces, aunque en otro tipo de delitos la cantidad puede ser indeterminada.

“Esto lo hacemos basados en la oración, que es en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, porque es parte de una ceremonia que quiere limpiar a aquellas personas que han cometido infracciones que intranquilizan la armonía de nuestros pueblos”, manifestó Manuel Cepeda, presidente de los Brigadistas de Colta.

Una forma de purificar
El agua sirve como purificación y en el caso de la ortiga es para que la sangre circule de forma apropiada en el cuerpo y les permita pensar bien las cosas antes de caer en tentaciones.

Cepeda añadió que existe una clara diferencia entre justicia indígena y ajusticiamiento. La primera se basa en la cosmovisión andina y los saberes ancestrales, por ello no debe ser satanizada.

Y la segunda, no existe en su pueblo, “eso de golpear a alguien hasta causarle daños irreversibles o hasta la muerte no forma parte de nuestras tradiciones, lo que nosotros hacemos es controlado y el acto se hace previamente a un juicio”.

De hecho, la Constitución de la República en su artículo 171 respalda estos hechos al señalar que “las autoridades de las comunidades, pueblos y nacionalidades ejercerán funciones jurisdiccionales con base en sus tradiciones ancestrales y su derecho propio dentro de su ámbito territorio, con garantía de participación y decisión de las mujeres...”.

Sin embargo, este tipo de justicia solo es aplicable para casos como robo, hurto, abigeato, problemas intrafamiliares, conflictos comunitarios entre otros que no afectan la integridad humana.

“En asesinatos es la justicia ordinaria la que es aplicada, debido a que el dolor que esto causa no puede ser compensado con nada, ni disculpas ni dinero o arreglos personales; ahí debe ser juzgado y según lo amerite ser privado de libertad”, indicó Luis Vallejo, juez multicompetente de Guamote.

El funcionario acotó que la justicia indígena ha brindado un gran apoyo a la justicia ordinaria, demostrando así que estas acciones funcionan cuando se las aplica dentro de la propia cultura indígena.

“En Guamote solo se presentan de tres a cuatro casos al año por robo, hurto o abigeato, porque aquí se practica la justicia indígena, pero en otros cantones como Riobamba, Colta, y más, esta cantidad suele aumentar de manera significativa”.

Las autoridades de las comunidades que practican la justicia indígena no tienen un registro oficial de cuántas veces se aplica este acto en sus territorios.

“Nosotros no hacemos públicas estas cosas porque causan vergüenza a nuestro pueblo por el tipo de casos que se ventilan; lo hacemos entre nosotros y cuando las personas cambian de proceder se las acoge nuevamente porque se dan cuenta del error”, finalizó Cepeda.

El objetivo, a más de purificar el alma del infractor, es que las personas entiendan los valores morales y sociales de estas comunidades. (I)   

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