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El Telégrafo
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El camino hacia la pareja ideal tiene varias rutas

El sábado pasado, 40 personas participaron en el speed dating, organizado por Time2Love en el hotel Dann Carlton. Después de 5 minutos los asistentes se cambiaban de mesa. 16 parejas se formaron. El 30% no obtuvo ningún match. El evento duró desde las 17:00 hasta las 21:00.
El sábado pasado, 40 personas participaron en el speed dating, organizado por Time2Love en el hotel Dann Carlton. Después de 5 minutos los asistentes se cambiaban de mesa. 16 parejas se formaron. El 30% no obtuvo ningún match. El evento duró desde las 17:00 hasta las 21:00.
Foto: Álvaro Pérez / El Telégrafo
09 de septiembre de 2018 - 00:00 - Alejandra Monroy

Siete minutos fueron suficientes para que Edwin Encalada y Alejandra Flores decidieran verse otra vez. Ellos se conocieron el jueves 20 de agosto de 2009 en un evento de speed dating o citas rápidas, en Quito. Hoy llevan 9 años de casados, construyeron un hogar y tienen 2 hijos.

Ambos buscaban una pareja y tenían curiosidad por conocer gente de una manera no tradicional. El speed dating nació en el siglo pasado en una comunidad judía en EE.UU. que fomentaba el matrimonio. Esos compromisos son cada vez menos comunes en América Latina y Ecuador.

Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos, la edad promedio para casarse es 32 años en los hombres y 29 años en mujeres, mientras que se divorcian entre los 39 y los 42 años. Además, el divorcio en Ecuador creció un 83% en la última década: en 1997 la cifra fue de 8.557 y en 2017 subió a 28.771.

La modalidad de las multicitas es distinta en cada país, pero en general las planifican agencias que reúnen a varios desconocidos, hombres y mujeres, en un restaurante o un bar y cada 5 o 7 minutos los hacen rotar de mesa para que hablen con más personas.

Al final los participantes escriben en una ficha los nombres de aquellos que les gustaría ver de nuevo. Los organizadores solo los ponen en contacto si el gusto es mutuo.

“Tuve una decepción amorosa y quería conocer gente, por eso me arriesgué a participar”, cuenta Edwin, quien hasta ahora conserva el correo que le llegó con el número de su esposa.

Antes de ir al encuentro los inscritos pasan por entrevistas donde se ven las afinidades y se los reúne por rangos de edad, que van de 25 a 35 o de 35 a 50, también hay grupos de edades abiertas.

El sábado pasado Time2Love realizó un evento en el hotel Dann Carlton, en la capital. Los 40 participantes oscilaban entre los 28 y los 45 años. Llegaron puntuales con ropa semiformal, peinados, perfumados y o llenos de emoción por encontrar a alguien que les gustara.  

“Por su acelerado ritmo de vida y cansados de las rupturas amorosas prueban con las citas rápidas”, asegura Monserrath Del Camino, matchmaker de Time2Love.

Esa empresa lleva un año en Quito y tiene 450 clientes de speed dating y otras citas planificadas donde se une a las personas por afinidades. Además, brindan terapias para que los interesados se conozcan a sí mismos antes de ir a una cita romántica. Ir a ese speed dating cuesta $ 40 y a las citas individuales $ 50.

Otra agencia que ayuda a las personas a relacionarse es Weekendsout. Svetlana Peskova, pedagoga, la abrió en diciembre de 2002. “Al principio vi que había un poco de freno en Quito para probar métodos distintos para conocerse y empezamos con más hombres, pero poco a poco se sumaron las mujeres”, indica.

En ese tiempo iniciaron con cenas de citas a ciegas y paseos de solteros a Galápagos. La rusa cuenta que de uno de esos viajes se formaron 5 parejas que se casaron.

En 16 años Weekendsout ha conformado 80 parejas estables. Una de ellas es la de Edwin y Alejandra. Además, tienen 11.000 clientes suscritos en su plataforma y organizan 25 actividades de citas rápidas cada año. “Es una oportunidad de tener comunicación viva en este mundo electrónico. El objetivo principal es pasarlo bien; no siempre se trata de conseguir pareja”, señala Peskova.

Marina Bolaños, de 38 años, estuvo en el speed dating del sábado. Fue su primera vez y le sorprendió encontrar hombres mayores de 35, solteros, y sin hijos en la capital.

En la siguiente mesa Salomón Flor, de 43 años, contó que era la segunda vez que participaba en speed dating. “Por mi trabajo se me complica conocer mujeres”.

Marina tuvo un match (acierto con alguien que le gustó y que fue correspondido), pero Salomón no tuvo suerte.  En Time2Love explican que es normal que en cada juego un 30% no obtenga ningún match. En el último evento se formaron 16 parejas que buscan algo serio.

En la actualidad hay más personas que cada vez tienen menos tiempo para relacionarse. David Jaramillo, terapista de parejas, trata un 16% de sus pacientes por conflictos de soledad.

Él explica que las formas de conocer una pareja sí han cambiado y que son distintos los perfiles de usuarios de citas rápidas  “que buscan seguridad y un compromiso real y  los que optan por app que quieren algo temporal: beneficios sin compromisos”.

Tinder tiene 26 millones de matches virtuales cada día en el mundo. Consiste en que cada usuario debe elegir a quienes le parecen atractivos y descartar los que no. Al igual que en las citas rápidas, esta app solo entabla contacto entre individuos que se gustaron mutuamente.

A pesar de que no hay una cifra de usuarios de Tinder en el país, de acuerdo a la herramienta para saber las tendencias de búsquedas en Internet Google Trends, de 2013 a 2018 las veces que los ecuatorianos quisieron encontrar la palabra “Tinder” subieron un 86%  y la buscan más en Pichincha, Azuay y Guayas. El rango de edad de quienes descargan esta app va desde los 18.
Del Tinder hay experiencias positivas y negativas.

María Guerra, de 34 años, conoció a su prometido mediante la app, y Luis Beltrán, de 28, dice que tiene un match cada día y que se le hace más fácil contactar chicas en esa plataforma.

Entre las experiencias nefastas, por ejemplo, está la de Andrea Vinueza, de 33 años, que solo ha conocido hombres que quieren sexo casual e incluso le han preguntado si quiere hacer tríos. A Christian Rodríguez, de 38 años, le pasó que la chica que llegó a la cita era diferente a la de las fotos.

Para quienes son más tradicionales y no manejan las app o las multicitas, se mantienen espacios icónicos como “Corazones solitarios” de la revista Familia, que nació en 1986. En la página se publican anuncios de gente que rebasa los 40 años.

Cada semana llegan 30 cartas, en su mayoría de Pichincha y Tungurahua. Varios firman con seudónimos y describen a su pareja ideal. Según esa revista, esporádicamente sí reciben mails donde les agradecen por ayudarles a conseguir compañía.

En conclusión, para iniciar una relación es primordial tener seguridad y autoconocimiento. Las personas que buscan una pareja pueden acudir a las agencias especializadas donde les ayudarán a ver qué actividad es la adecuada, según su caso, o si necesitan terapia antes. (I)

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La gente busca la comunicación cara a cara

The People Walker es una empresa que funciona en Los Ángeles, Estados Unidos, donde 35 personas pasean gente. Les cobran
$ 30 por una hora de acompañarlos a caminar.

Chuck McCarthy, un actor retirado, vio que la idea era buena para ponerla en práctica en esa metrópoli con más de 10 millones de habitantes donde cada vez hay menos relaciones interpersonales, señala un reportaje de diario El Clarín sobre este tema.

Muchos de sus clientes están casados, tienen hijos, amigos, pero sus horarios no coinciden con los de sus seres queridos, por lo que les resulta práctico acudir a The People Walker.

En el sitio web de la empresa se señala que los usuarios pueden elegir recorridos y compañeros y hasta regalar un paseo a otra persona. El plan de McCarthy es expandir su negocio a otras ciudades de EE.UU. y otros países con el fin de potenciar los vínculos y las actividades al aire libre.

En cambio, al otro lado del mundo, en Japón, pagan por 30 minutos donde desconocidos los abrazan mientras duermen una siesta, o incluso llegan a cancelar $ 175 por contratar a personas para conversar en bares y tener encuentros cara a cara.

Después no hay relaciones sexuales, los japoneses solo quieren sentir que se enamoran e idealizan a personas inalcanzables. (I)

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