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El narcisismo tiene la forma de selfie

Los autorretratos se captan en cualquier lugar, y la oficina no es la excepción, tal como lo demuestran Gina Garcés y Katherine Ponce (derecha).
Los autorretratos se captan en cualquier lugar, y la oficina no es la excepción, tal como lo demuestran Gina Garcés y Katherine Ponce (derecha).
Fotos: Karly Torres y Leiberg Santos
16 de abril de 2018 - 00:00 - Redacción Séptimo Día

Samantha Mejía es una colombiana de 31 años que se toma selfies a cada momento. Lo hace en diferentes poses y con variados peinados o trajes, así como en distintos sitios.

Al menos 10 veces a la semana, esta dueña de un negocio ubicado en el norte de Guayaquil, las postea en su cuenta de Facebook. A ella no le interesa mucho cuántos likes le ponen o no sus contactos (1.538). Solo tiene claro que cuando se levanta con ánimo y se siente bien, se autorretrata para que quede captado ese momento.

Esta mulata, oriunda de Medellín, admite que tiene una postura narcisista. “Hubo un tiempo en que pensaba que todo lo malo me pasaba solo a mí. Entonces decidí cambiar y empecé a fotografiar mis momentos de felicidad y los comparto en mis redes”.

La mantense Michelle Macías, de 19 años, también postea fotos (selfies). Lo hace para que sus amigos sepan dónde está. “Son gráficas que me parecen no tan feas. Lo hago además para fomentar el turismo en el sentido de gastronomía y lugares que visito. No es por adicción, es la tendencia”.  

Samantha y Michelle, sin darse cuenta, podrían estar en el grupo de quienes buscan ser como los “instagramers”, es decir, personas que se dedican a mostrar sus vidas y sus viajes para tener más seguidores y así conseguir auspiciantes de marcas.

Otros, de acuerdo a psicólogos consultados, pretenderían mostrar un estilo de vida diferente al real. De ahí a que cuelgan también en sus cuentas personales, sus visitas a determinados sitios regularmente caros. Asimismo, existe un grupo de personas que se toman selfies para dar recomendaciones gastronómicas, turísticas o de otro tipo.

Los psicólogos Luisa Villamar y Andrés Parreño coinciden en que las facilidades tecnológicas de los smartphones (en su mayoría con cámaras de alta resolución, contribuyen a que muchas personas opten por autorretratarse y subir de inmediato sus fotos a Facebook o Instagram.

¿Qué es lo nocivo de todo esto? Parreño considera que sí hay aspectos negativos, como captar imágenes propias con fondos de personas o animales muertos. O hechos que conmueven a la sociedad.

En mayo de 2012, tres comunicadores sociales de Guayaquil fueron cuestionados por tomarse una selfie teniendo como fondo un gran incendio en un depósito de lubricantes que causó cuantiosos daños materiales. El hecho ocurrió en las calles Luis Urdaneta y Riobamba.

Los periodistas se disculparon posteriormente por su acción. Villamar señaló:  “No hay que enfocarse solo en uno y olvidarse de la familia o de los amigos. Además, tampoco se puede vivir en un mundo de fotos para las redes distante de la realidad de esa persona”.

Ambos psicólogos reconocen que hay conductas narcisistas en quienes permanentemente se toman imágenes y las postean a la espera de comentarios favorables.

Adicción al celular
Olvidar el teléfono móvil en casa es algo impensable, solo de imaginárselo muchas personas se alarman. Y si le pasó, sabe lo desesperante que podría ser sentirse desconectado del mundo. Y es que los teléfonos inteligentes, le permiten -entre varias cosas- estar en contacto con personas conocidas y desconocidas de todo el planeta.

Gente revisando su celular, totalmente concentrada en el aparato tecnológico, desconectada de la realidad, riéndose sola, sin conversar ni ver quién está a su alrededor, es una imagen cada vez más común, no solo en el espacio público, sino también en los hogares y en los trabajos. ¿Qué es lo que está pasando? Si el celular vende la idea de libertad, independencia y conectividad, ¿por qué todos parecen prisioneros de un pequeño aparato?

Muchos hablan de una adicción al celular. Incluso ya se creó el término nomofobia: el miedo irracional a salir de casa sin el celular. Aunque aún no existe una clasificación internacional que determine como tal una dependencia, ya se observan síntomas muy similares cuando la gente no tiene su teléfono móvil cerca.

“Puedo ir sin mi reloj o sin dinero, pero no sin el ‘celu’”, dice Gabriela, una adolescente de Cuenca que prefiere no dar su apellido. Con ella concuerda Marco Peralta, un joven estudiante de la misma ciudad, quien afirma que los tiempos han cambiado y hoy en estos aparatos encuentran todo lo que necesitan para estar conectados con el mundo.

Algunas personas sienten ansiedad o simplemente cambian su estado de ánimo cuando olvidan su equipo en casa o cuando se quedan sin saldo, sin megas o sin batería. Como si se tratara de una adicción al consumo de una sustancia, el uso del teléfono móvil da experiencias gratificantes y placenteras, al no tenerlo cerca, muchos experimentan una sensación de malestar e impotencia.

Para la psicóloga clínica Alexandra Armas, este uso y abuso del aparato se da porque se vive en una sociedad de consumo en la que acceder a ciertas cosas tecnológicas da estatus. La población de mayor riesgo son los adolescentes, pues están en una edad que buscan ser aceptados por ciertos grupos sociales.

Estar pegado al celular hace que la persona pierda la noción del tiempo y el espacio, incluso hace que pierda perspectiva de todas las responsabilidades que tiene en el día. De ahí que para establecer si se trata o no de una adicción se debe determinar el tiempo, la frecuencia y la intensidad del uso.

La apertura de zonas wifi en espacios públicos de las distintas urbes provoca que las personas permanezcan aún más conectadas al celular. Por ejemplo, en Ambato se habilitaron estas zonas en los alrededores de los parques Montalvo, Cevallos, 12 de Noviembre, Sucre, Juan Benigno Vela, Troya, Familiar (Palama), Estación, entre otros espacios.

Para Alejandra Soria, psicóloga de la Universidad Técnica de Ambato, esto incide de manera directa en el incremento del uso y abuso de nuevas tecnologías comunicacionales entre los jóvenes ambateños.

“Muchas veces la adicción al celular se produce por presión social y publicitaria, así como el descontinuado uso de los medios de comunicación tradicionales, entre ellos el teléfono fijo y el e-mail”, comentó Ricardo Moreno, docente universitario.

En el caso de ciudades como Quito, este uso hace que las personas se vuelvan aún más individualistas. Y es que una conducta común de las grandes urbes es que cada quien se dedica a lo suyo, el uso de celular afianza este comportamiento. Hace 10 años aproximadamente la gente se conocía en la fila para pagar dentro de un supermercado.

“El teléfono móvil, si no se lo usa en forma controlada, puede llevar a las personas a una nueva forma de esclavitud. Eso no lo digo yo, lo dicen los filósofos. Esa forma de esclavitud nos puede aislar y profundizar la soledad”, comenta Ronald Intriago, sociólogo manabita y profesor universitario. (I)

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