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El Telégrafo
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Mineros y sus familias se desplazan a Imbabura por el oro

Las condiciones climáticas adversas no son impedimento para los mineros que han llegado a las montañas de la parroquia imbabureña. La mayoría de ellos salen de las minas cada ocho días para descansar un día y poder comunicarse con sus familias.
Las condiciones climáticas adversas no son impedimento para los mineros que han llegado a las montañas de la parroquia imbabureña. La mayoría de ellos salen de las minas cada ocho días para descansar un día y poder comunicarse con sus familias.
Foto: Álvaro Pérez / EL TELÉGRAFO
26 de febrero de 2018 - 00:00 - Patricio González

Alrededor de 18 horas le tomó llegar desde Loja hasta la parroquia de Buenos Aires, cantón Urcuqui (Imbabura). Luis Balcázar tiene 23 años y estudia sicología en la Universidad Técnica de su ciudad natal.

Su propósito es aprovechar los dos meses de vacaciones para trabajar y buscar suerte en la minería. Llegó junto con dos primos y dos amigos, todos apasionados por la  actividad en la que Balcázar tiene experiencia, su padre es uno de los mineros de Chinapinza, en Zamora Chinchipe, desde hace 30 años.

“Uno  siempre trata de mejorar su economía y lo hace en donde sea. Voy a quedarme todas mis vacaciones y luego volveré a  estudiar, pero tan pronto como pueda regresaré porque vale la pena”.

Él es una de las aproximadamente 3.000 personas que han llegado hasta la parroquia rural desde diciembre último, en que se conoció por redes sociales la noticia de que en las montañas de este lugar, cercano a la reserva natural Cayapas, se encontró un yacimiento aurífero.

Solo el martes último ingresaron cerca de 200 personas con mochilas, costales y herramientas, calcula Miguel Tirira, presidente de la Junta Parroquial de Buenos Aires, quien admite que también hay personas que se retiran, “pero son pocas”.

Inicia el peregrinaje

En el sitio denominado La Visera se acopia el material extraído del cerro y se lo comercializa a los interesados. Foto: Álvaro Pérez / et

Tras su llegada al parque central de esta población de alrededor de 1.800 habitantes, los foráneos se embarcan en una de las 30 camionetas 4X4 que, a un costo de $ 2, los llevan por un camino vecinal de tierra, hasta el sitio conocido como La Visera o de acopio del material extraído de las minas.

Desde allí, semejante a una plaza donde bajo carpas de plástico se vende comida y refrescos a los cientos de transeúntes, vendedores y compradores de sacos de 70 libras con la piedra que contiene partículas de oro, empieza otra historia para quienes se dirigen a la mina.

Deben caminar dos horas y media por un sendero de lodo, cruzar un par de ríos pequeños y subir a la montaña a 4.000 metros de altura. Desde allí avizoran lo que algunos llaman la ‘Ciudad de Plástico’, la que está próxima a la mina y que alberga a los mineros.

Ahí un plato de arroz con carne o pollo y un plátano frito cuesta $ 5, una bebida personal $ 1,50, una botella con agua $ 2 y un tanque de gas doméstico llega a $ 100.

Las 24 horas del día se ve a personas trabajando y en sus momentos de descanso duermen en colchonetas y  plásticos para cubrirse de la lluvia constante y del frío de la montaña. “Cualquier persona es bienvenida y puede trabajar donde quiera, la montaña es grande. Solo pedimos respeto a los demás”, dice Juan Realpe, quien ‘pica’ (extrae el material) desde hace un mes.

Extracción y venta

A sus 23 años, Luis Balcázar ya tiene experiencia para detectar el oro. Foto: Álvaro Pérez / et

En la zona montañosa se han abierto fosas para extraer el material, algunas veces en la mañana la zona es soleada, pero en las tardes llueve. A pesar del temporal, la gente no detiene su trabajo.

Unos extraen las rocas con el mineral usando barras y picos, mientras otros las depositan en sacos de plástico y también hay obreros que transportan en sus hombros las cargas.

Todo recién llegado trata de hacer amistad con alguien para conocer las reglas de la actividad y busca adecuar un lugar para acampar en las horas que desee descansar.

Por lo regular su trabajo inicia en el sitio escogido para picar la roca. Esto puede durar varios días. Luego de encontrar la veta (señales de oro en la piedra), extrae hasta 50 bultos al día de material de entre 70 y 80 libras que este fin de semana lo vendió a $ 35 cada uno.

Hace un mes se vendía entre $ 70 y $ 80, pero el precio ha bajado porque no hay muchos compradores, ya que a algunos de estos se les ha decomisado el material por provenir de una actividad no autorizada y por lo tanto ilegal.

Pero no todo el valor que cobran por bulto es ganancia, ya que los mineros también tienen que pagar por el transporte. Primero desde la montaña a un cerro, a través de unos cables tipo tarabita por lo que pagan $ 3, de ahí a la visera o sitio de acopio $ 5.

Además, $ 1 a cada uno de los propietarios de los terrenos por donde cruza la tarabita y $ 0,50 por bulto a los que cargan desde allí al lugar de acopio en el campamento.

Aunque no se pudo verificar, algunos mineros dijeron que entregan $ 1 para obras de la parroquia Buenos Aires.

En el sitio de acopio, Esteban (no quiso revelar su apellido) compra los bultos por la calidad de la piedra, aunque admitió que promedia entre el 80 y 90 % de pureza.

De ahí el transporte hasta Buenos Aires se lo hace en las camionetas 4X4 a un costo de $ 2 por bulto. Dependiendo del vehículo pueden llevar entre 40 y 70 sacos. Desde el pueblo es embarcado y trasladado a otros lugares, en su mayoría a Zamora Chinchipe para procesar el material.

Se estima que de cada bulto se obtiene un promedio de cuatro gramos, que en el mercado tiene un costo de alrededor de $ 50 el gramo.

Los controles

A través de cables o tarabitas, los bultos de piedra con partículas de oro son enviados desde la montaña. Foto: Álvaro Pérez / et

El arribo de centenares de personas de diversos lugares del país e, incluso de venezolanos, colombianos, peruanos y hasta centroamericanos a la población imbabureña de Buenos Aires, atrajo la atención de la Policía y de las autoridades gubernamentales.

La preocupación creció cuando comenzaron a salir del lugar decenas de camiones cargados de sacos de roca con partículas de oro.

Fue en enero en que militares y policías comenzaron a detener a ciudadanos y a los vehículos de carga que intentaban llevar el material hacia el sur del país, en donde están las chancadoras de piedra y los laboratorios.

La Fiscalía de Imbabura inició procesos contra 30 personas acusadas de explotar, extraer y transportar recursos mineros sin autorización. En declaraciones a la prensa, la gobernadora de Imbabura Marisol Peñafiel informó que se toman medidas ante esta problemática, pero no las hizo públicas por cuestiones de seguridad.

Estas acciones han motivado a que muchos de los compradores dejen de hacerlo y por ello los precios de los bultos han bajado.

Ruperto Bolaños, presidente de la Asociación Junta de Propietarios Pequeños mineros Buenos Aires y oriundo del lugar, dijo estar de acuerdo con que el Estado regule la situación, pero también de que privilegie a la zona y concesione, al menos una parte de la zona minera a la propia comunidad.

“Pedimos que nos den autorización para poder trabajar como minería artesanal, primero vender la piedra y después, si es que hay recursos poder procesarla”, sostuvo.

Elizabeth, una de las pocas mujeres mineras del lugar, dijo que están dispuestos a pagar un porcentaje a través de guías o permisos.

Pocos sabían del pueblo antes de la fiebre del oro 

Hasta noviembre del año pasado, la parroquia La Merced de Buenos Aires era muy poco conocida en el país. Sus aproximadamente 1.800 habitantes de esta zona se dedicaban exclusivamente a la ganadería, producción de leche, tomate de árbol y naranjilla.

Pero, el hallazgo de oro en una de sus montañas, en diciembre, cambió la vida del lugar, cuyos primeros pobladores llegaron en 1912, en busca de tierra fértiles, afirma Silvio Lomas, vocal de la Junta Parroquial.

Hoy, las casas de paredes de madera, que eran usadas como vivienda de sus habitantes, se han convertido en sitios de hospedaje, tiendas, restaurantes, almacenes, bodegas, entre otros.

Debido a la cantidad de gente que llega, el arriendo de un cuarto que era normalmente de $ 10 subió a $ 20, la actividad comercial  creció y de lo que era un pueblo tranquilo, con calles desoladas, hoy está lleno de vehículos, personas, comercio y actividad.

Mairene Bolaños, propietaria del comedor ‘Su Casa’, está satisfecha con la inusitada oleada de visitantes. Comenta que antes vendía un promedio de 15 almuerzos diarios. Pero ahora alrededor de 300. Cada uno cuesta $ 3.

Por la cantidad de gente que llega al sitio han aparecido nuevos locales de alimentación, incluso en los alrededores del Parque Central se han instalado carpas de plástico de personas que han arribado desde otras latitudes.

Una de ellas pertenece a una familia que proviene de Zaruma (El Oro). Mientras el esposo busca suerte en la mina, la mujer que dijo llamarse Teresa, prepara comida para la venta y sus hijos la ayudan en la preparación de los alimentos. Arrendaron un cuarto en donde la familia se reúne en las noches.

Además se han multiplicado las tiendas y ferreterías en la parroquia donde no hay señal para teléfono celular, aunque algunos locales cuentan con internet. Eso atrae a los foráneos, para comunicarse con sus familiares mediante el uso de WhatsApp.

La bonanza también atrajo a propietarios de camionetas y camiones, que transportan pasajeros y bultos con rocas.

Un ingeniero agrónomo, dejó su actividad profesional para dedicarse al transporte en la zona, pues sus ingresos son apetecibles al bordear los $ 600 diarios, aunque para ello pone en riesgo el daño de su herramienta de trabajo por el estado de las vías. Aquí todos ganan, dice.

Él, quien evitó dar su nombre, es uno de los cerca de 30 “camioneteros” que brindan su servicio en la zona. Un flete desde el pueblo hasta la zona de acopio de los bultos de piedra bordea los $ 40. El regreso lo hacen con carga.

Transportan por los lodosos y pantanosos caminos entre 40 y 70 bultos de piedra, a un costo de $ 2 por cada uno. Y esta actividad es constante, día y noche. (I)

Punto de vista

“Se tiene que regular...”

Miguel Tirira, presidente de la Junta Parroquial

Para nosotros y para mí en particular como presidente de la Junta Parroquial de Buenos Aires, la situación que estamos viviendo es muy desesperante, ya que está llegando mucha gente y no sabemos quiénes son ni cuáles son sus condiciones de vida.

Otra preocupación es el ingreso de automotores, la cantidad de vehículos está terminando con las vías, por lo que creo que se debe hacer algo, pedimos control, pero apenas tenemos dos policías asignados a esta población.

Solicitamos ayuda para poder estar tranquilos, conocemos que ya la zona minera habría sido concesionada a una empresa, incluso hablé dos veces con la ingeniera representante y ella dijo que va a venir para hacer la posesión, pero no ha venido. Quien sí ha estado aquí es la gobernadora, autoridades de Arcom, Medio ambiente y Fiscalía.

Los mineros piden que se les permita trabajar,  pero primero se tiene que regular. Yo, de mi parte, no puedo apoyar esto mientras no salgamos de lo ilegal.

La economía del pueblo ha mejorado en los negocios, pero en la agricultura y medio ambiente ha disminuido porque algunas personas se dedicaron a la actividad minera. (O)

Punto de vista

“Queremos dialogar...”

(Solicitó no dar su nombre), dirigente de los mineros

Desde que comenzó el auge con la minería en este lugar hemos pedido a las autoridades que vengan para conversar, pero no tenemos respuesta; la gobernadora no ha llegado, ni las autoridades de Arcom (la Agencia de Regulación y Control Minero) y estamos esperándoles para ponernos de acuerdo.

Lo que queremos es dialogar con las dos partes para llegar a acuerdos, incluso, si ellos desean nos den una cita en Ibarra para ir a hablar allá y explicarles nuestra posición y lo que ofrecemos.

Somos gente desempleada que ha venido a buscar una oportunidad de ganarse dignamente un sustento diario y lo estábamos haciendo los primeros días, pero hoy estamos sin poder vender las piedras porque policías y militares las incautan a los compradores aduciendo ilegalidad.

Por ello pedimos que se pongan la mano en el pecho y ayuden a la gente pobre que está trabajando sanamente, sin hacer daño ni perjudicando a nadie.

Estamos planteando que nos otorguen o apliquen guías o permisos para sacar el material y por ello pagar un porcentaje sea para el Estado o para obras en la propia parroquia, pero para ello deben escucharnos. Hemos conformado una asociación para dialogar. (O)

Datos

- Pobladores dejan el campo. Según las autoridades locales, al menos el 5 % de los oriundos de la parroquia han descuidado las actividades agrícolas y ganaderas para ir a trabajar en la minería, lo cual pone en riesgo la producción lechera, de naranjilla y tomate.

- 2 policías son los asignados para el control y seguridad en la parroquia que tiene cerca de 1.800 habitantes.

- Pagan con Billetes de $ 100. Varios de los compradores de los bultos de piedra con partículas de oro, cancelan por el producto con billetes de $ 100, los cuales para muchos era desconocido, pero que ahora ya se han familiarizado. (I)

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