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El Telégrafo
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18 betuneros mantienen la tradición en las calles de Machala

Los betuneros se han convertido en la parte tradicional de Machala, aun subsisten muchos de ellos.
Los betuneros se han convertido en la parte tradicional de Machala, aun subsisten muchos de ellos.
Foto: Fabricio Cruz/ El Telégrafo
27 de diciembre de 2015 - 00:00 - Redacción Regional Sur

Su experiencia haciendo puertas de madera quedó en el recuerdo. Bolívar Ortega pasó de ser carpintero a betunero, hace 35 años, ahora tiene 61 años y pasa en la esquina de la calle Ayacucho y Simón Bolívar en Machala desde las 08:00 a 18:00.

Bolívar es uno de los 18 betuneros que aún permanecen en las calles céntricas de la capital orense. Mientras frotaba los zapatos de Wilmer Alvarado, uno de sus clientes, con una franela roja embadurnada de tinta negra, el betunero comentaba que en Machala había al menos 90 lustrabotas a finales de los años noventa. “Es un oficio que poco a poco va desapareciendo. Cuando empecé con este trabajo era muy rentable, fue una profesión muy popular hasta 2003”, comentó.

Según dice, debido a una dolencia en la espalda dejó su antigua profesión de carpintero. Relata que su actual trabajo no le alcanza para sustentar el hogar, por ello también vende caramelos.

A pocos metros de Bolívar, está sentado Israel Fajardo, quien es el más ‘antiguo’ de los 18 betuneros que están en las calles de Machala. La primera vez que lustró un zapato a cambio de una moneda fue a sus 17 años. En ese tiempo (1970) además era comerciante, traía mercadería desde Perú. “Soy el último de los ‘boleros’ que llegaron aquí. Esto antes era 2 cuadras de betuneros, había sillas desde la calle 9 de Mayo hasta donde hoy es el Registro Civil”, cuenta Israel mientras prepara su cepillo, la bacerola (betún en pasta) y la franela para empezar su trabajo.

Su profesión, especialidad o pasión es betunar zapatos, con lo cual se ha ganado la vida desde su juventud, según Fajardo, no tiene casi nada porque este trabajo le da para la alimentación diaria, pero ha tenido el gusto de conservar buenas amistades con su trabajo cotidiano.

Cada día Israel sale de su pequeño cuarto ubicado en el barrio Brisas del Mar, con un cajón que él mismo diseñó, hasta las calles céntricas de la ciudad. Menciona que en este tipo de oficio no se puede hablar de qué día de la semana es bueno o malo, porque hay veces que hasta su silla llegan pocas personas.

“Solo en esta época de fin de año y cuando hay elecciones uno puede llegar a hacerse hasta $ 40 al día. En días ordinarios se gana $ 10”, dijo. Los precios de la lustrada van desde $ 0,50 hasta $ 3,50 dependiendo del zapato. Sus manos han frotado zapatos de personalidades, desde un agricultor, comerciante, abogado hasta concejales.

“Cuando estábamos por el Banco de Fomento, había bastante clientela, ahora que nos reubicaron poca gente cruza por aquí”, dijo.

Él fue presidente de la única asociación de betuneros que existió en Machala. “Hasta 2006 éramos 50 compañeros, pero cuando llegó a la alcaldía el señor Carlos Falquez Batallas, fue el boom de la regeneración, en ese entonces nos sacaron de la esquina de 9 de Mayo y 25 de Junio para reubicarnos, desde entonces bajó nuestra clientela”, afirmó el lustrabotas.

Cinco cuadras más al norte se encuentra don Alberto Camacho, su profesión de siempre fue “tirar machete”, actividad que desempeñó hasta hace 22 años cuando tuvo que ser operado de la próstata. Su salud, un tanto deteriorada, le obligó a dedicarse a otro oficio que no le demandara tanto esfuerzo físico. Así nació la idea de convertirse en betunero de tiempo completo. (I)

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