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Se cumplen 120 años del triunfo del pueblo sobre el poder opresor de la época

“¡Viva Alfaro, carajo!”, el grito de la libertad

“¡Viva Alfaro, carajo!”, el grito de la libertad
07 de junio de 2015 - 00:00 - Por Joselías Sánchez Ramos

El 5 de junio es un día de celebración cívica nacional. En 1895, al grito de ¡Viva Alfaro, carajo!, el pueblo de Guayaquil se toma las calles, los cuarteles, el Municipio. Aquí se congrega en comicios populares y 16 mil ciudadanos suscriben el Acta de Pronunciamiento de Guayaquil. Eloy Alfaro es aclamado por el pueblo Jefe Supremo de la República y General en Jefe del Ejército. Se le reconoce como el alma del movimiento popular, se le llama benemérito, hombre de patriotismo y abnegación sin límites, concediéndosele amplias facultades para la reconstrucción del país. La revolución liberal ha triunfado. Eloy Alfaro tiene ahora 53 años.

La gesta de Alfaro comenzó el 5 de junio de 1864, en el sitio Colorado de Montecristi, ciudad donde nació el 25 de junio de 1842. En aquellos días tenía 22 años. Ahora tiene 53. Han transcurrido 31 años de lucha. De Montecristi a Guayaquil, 220 kilómetros.

El joven ‘Águila Roja’ se ha transformado en el ‘Viejo Luchador’. El Pronunciamiento de Chone del 5 de mayo de 1895 adquiere dimensiones históricas. El de Guayaquil casi la va a repetir.

Eugenio De Janón Alcívar en su obra El Viejo Luchador, transcribe el Acta de Pronunciamiento del 5 de junio de 1985, en la que se destaca lo sucedido aquel 5 de junio de 1895, cuando “se desconoce la Constitución de 1883, y el Gobierno presidido por el señor Vicente Lucio Salazar y se nombrar para Jefe Supremo de la República y General en Jefe del Ejército al benemérito General don Eloy Alfaro, quien con su patriotismo y abnegación sin límites, ha sido el alma del movimiento popular que ha derrocado la inicua oligarquía, que durante largos años se impuso por la fuerza, sumiendo al país en un abismo de desgracias”.

Alfredo Pareja Diezcanseco, en su libro La Hoguera Bárbara, reseña: “En algunas mansiones, atisbando por las ventanas semiabiertas, se comentaba con tímidas palabras de despecho: -Han llamado al indio Alfaro: ¡Pobre país!. Otros afirmaban que el indio montonero y anarquista no sabía leer ni escribir, y que, dentro de muy poco aquel pueblo insolente y bárbaro asaltaría los hogares, violaría doncellas y prendería fuego a las mejores y más bonitas casas de la ciudad.”

Al medio día, desde Yaguachi se moviliza la tropa insurgente que esa tarde llega a Durán. Una comisión de confianza, integrada por José Eleodoro Avilés y el gral. Juan Francisco Morales, les pide que se trasladen inmediatamente a Guayaquil.

“Anochecía en el puerto. El río serpenteaba como una cinta alegre y las velas de los pequeños balandros se recortaban contra el reflejo de la luna en el agua. Miles de hombres y mujeres pasaban cantando. El puente del Cangrejito no tuvo aquella noche huéspedes de amor, pero crujieron sus puntales de noble guayacán bajo el paso marcial del pueblo en Armas”, (Pareja Diezcanseco).

Esa misma noche del 5 de Junio, desde Babahoyo, alborozado y lleno de júbilo, el pueblo despide a la tropa revolucionaria que al mando de Plutarco Bowen y Manuel de J. Castillo, marcha hacia Guayaquil. En los días subsiguientes, Bowen va a desempeñar un papel inquietante hasta que su tropa se declara abiertamente alfarista. Más tarde, el 10 de octubre, sería juzgado por delito de traición y sentenciado a muerte. Alfaro le conmuta la pena por el destierro. Morirá fusilado en Centroamérica.

La causa revolucionaria ha triunfado. Ese mismo día se le comunica a Alfaro quien se encuentra en Managua, Nicaragua. Vive en casa de la que era dueño Fernando Sánchez, un rico amigo en cuyo hogar pasaba las veladas. El 8 se embarca. El 18 de junio llega a Guayaquil.

“Las casas quedaron vacías. El pueblo entero en las calles, frente al río, contemplando el vapor “Pentauro” cuando largó las anclas, la bandera nacional al tope. Las mujeres llevaban a sus hijos en brazos y los hombres rompían los pechos de grito. Millares de manos se agitaban contra la luz de este día limpio. Millares de cabezas se movían como las copas de los árboles en las tardes de viento. Millares de palabras nunca dichas salían en libertad. Cuando lo vieron, cuando sintieron tan adentro la presencia estimulante, se agitaron, ebrios, trémulos, hinchado los cuellos de gruesas venas ardientes, y el grito inmenso trepó los aires: ¡Viva Alfaro, Carajo!”, (Pareja Diezcanseco).

El 18 de junio, con la llegada de Alfaro, los vecinos de Montecristi se pronuncian por el movimiento liberal operado en Guayaquil. “Nombramos Jefe Civil y Militar de la Provincia, al señor don José Antonio María García, actualmente en armas para develar el último baluarte del Gobierno de Quito que se halla establecido en Portoviejo”, (Domingo Delgado).

Antes de la llegada de Alfaro, Ignacio Robles, envía a Manabí una comisión de paz para que las fuerzas militares acantonadas en Portoviejo se adhieran a la revolución. La integran Felicísimo López, el clérigo Manuel Ontaneda, el agricultor Abel Pachano y el comerciante Lizardo García que llegan a Manta en el buque Cotopaxi y siguen a Portoviejo.

El obispo de Portoviejo, Pedro Schumacher, se opone a toda conversación e incluso pretende que la Comisión sea apresada y conducida a Quito. El Gobernador de la Provincia, el Comandante de Armas, los jefes de los 2 cuerpos acantonados, se niegan a todo arreglo.

Al retornar los comisionados, las fuerzas revolucionarias manabitas marchan sobre Calceta donde se ha refugiado el obispo Schumacher con el ejército oficialista. “Al tomar el pueblo, estaba ardiendo. Nada para los liberales era la consigna de los seguidores del obispo”, (Pareja Diezcanseco).

Posteriormente se da a la fuga, llega a Quito, sigue hasta Pasto (Colombia) desde donde organiza ejércitos contra la revolución. Hombre fuerte que “tenía excitada las iras fanáticas”. Alfaro y Schumacher jamás se enfrentaron. El obispo Schumacher odiaba a Alfaro por impío. Alfaro practicaba el perdón y el olvido.

El mismo día de su llegada a Guayaquil, Alfaro lanza su primera proclama de perdón y olvido, era un hombre de paz: “...con mi cabeza respondo de la victoria... Vengo sin odios ni venganzas y dispuesto a dar a todos mis compatriotas un abrazo fraternal...”

“Eloy Alfaro representa el momento nacional y americano. Dotado de un temperamento férreo y a la vez bondadoso, tenía capacidad de convicción y de atracción. ...la obra fundamental de la ‘Alfarada’ reside en la implantación del laicismo en los tres grados de enseñanza. La Constitución de 1897, reverso de la Carta de la Esclavitud de Flores y de la Carta Negra de García Moreno. La educación secundaria nace con Alfaro: la fundación del Colegio Mejía en Quito y muchos otros en provincias, es la muestra viviente del ideal alfarista. Quiso civilizar al militarismo ignorante que había corrompido hasta entonces la época republicana: crea para ello el Colegio Militar que hoy lleva su nombre. A él se deben el Conservatorio de Música, la Escuela de Bellas Artes, la creación de los normales masculinos y femeninos... En lo material, la obra fundamental fue la construcción del ferrocarril de Guayaquil a Quito,... En lo internacional tuvo dimensiones bolivarianas”, (Benjamín Carrión).

“Toda esta obra heroica y luminosa, fue premiada el 28 de enero de 1912 con el asesinato cobarde de Eloy Alfaro (70 años) y sus tenientes por turbas enloquecidas de fanatismo, que al grito de ¡viva la religión! ¡Abajo los masones! arrastraron por las calles de Quito al Jefe Liberal hasta los campos de El Ejido, donde se encendió ‘La hoguera bárbara’, en uno como regreso a los orígenes primitivos del hombre... Eloy Alfaro es la más alta figura de nuestro período republicano”, (Benjamín Carrión).

120 años después de la gesta alfarista de 1895, José Eloy Alfaro Delgado se yergue como el “Héroe nacional” que vive en cada joven, hombre o mujer, en cada ecuatoriano que tenga dignidad y reconozca sus propios derechos que significa reconocer el derecho de los otros. Nos podrán quitar todo, la tierra, el dinero, el trabajo y hasta la vida, pero no nos podrán quitar jamás, la dignidad de ser ecuatorianos. Alfaro es el paradigma del ecuatoriano del siglo XXI. (O)

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