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El Telégrafo
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Un menor fue arrojado por su madre desde un segundo piso y rescatado por un basquetbolista que pasaba por el sitio

El día que la muerte llegó a Manta desde el cielo

Las noches en este barrio son tranquilas, pero los habitantes aún recuerdan el desastre que afectó a la zona. Foto: Rodolfo Párraga / El Telégrafo
Las noches en este barrio son tranquilas, pero los habitantes aún recuerdan el desastre que afectó a la zona. Foto: Rodolfo Párraga / El Telégrafo
22 de octubre de 2014 - 00:00 - Mario Rodríguez Medina

“Era el infierno, toda ardía. En el aire había bolas de fuego, era el Apocalipsis...”. Doña Mercedes Molina, a sus 85 años, recuerda con gran claridad la noche del 22 de octubre de 1996. Y es que dice: “cómo olvidarla, si fue la vez que vi la muerte cara a cara y gané”.

Ella estaba rezando el rosario, cuando de pronto el sonido de los aviones cargueros que pasaban por su casa se volvió más estruendoso. Lo escuchaba más cerca que de costumbre.   

De repente oyó un gran estallido y de inmediato una nube de fuego cubrió todo el vecindario. No sabía qué sucedía, pero con el pasar de los minutos se iba aclarando la escena. “Tenía a mi nieta en brazos y la llevaba a todos lados, buscaba ayuda, pero todo lo que veía era fuego”, expresa.

Se trataba de un avión que había impactado en la iglesia La Dolorosa y que se rodó varios metros, matando al instante a quien se interponía en su paso.

Doña Mercedes recuerda la historia de un niño de 10 días de nacido que se salvó de morir. El menor, quien tiene ya 18 años, se llama Érick Burgos. El chico se salvó gracias a que su madre lo lanzó desde un segundo piso a un basquetbolista que caminaba por el sector. La mujer murió, pero logró salvar a su hijo. “Ese fue uno de los milagros de esa noche”, resalta.

Elvis Panta (50 años), otro de los moradores del sector, indica que  entre el alboroto solo había cabeza para salir corriendo. “Nosotros nos fuimos de la casa sin mirar atrás, luego nos dimos cuenta de que faltaba una niña y me tocó regresar a rescatarla”, dice.

Imagen capturada por el fotógrafo Timoshenko Chávez la noche del accidente. Cuenta que hubo militares que le quisieron quitar la cámara aquella vez. Foto: Timoshenko Chávez/El Telégrafo

Desde el portal de su casa, en la tranquila noche mantense, Panta da una pequeña reseña de lo acontecido con las viviendas aledañas a la suya. “Aquí al frente murieron 3 personas, en la casa de allá (diagonal a su morada) cayó una turbina, en la terraza del vecino estaba el ala del avión. Uno de los datos más tristes es que el vecino de la esquina estaba leyendo el periódico y una bola de fuego le cayó. Murió en la misma posición que estaba. Cierto, también está la chica de la esquina, que se iba a casar pocos días después y falleció”, relata.

Panta indica que el barrio tardó alrededor de 10 años en reconstruirse. “Los primeros días nos tocó dormircon los colchones en la calle. No nos podíamos ir porque después venían los ladrones y se llevaban lo poco que nos quedaba”, afirma.

El sonido de las sirenas y el llanto de varias de las personas presentes eran la tónica de la noche. Alrededor de 120 bomberos pertenecientes a los cuarteles de Manta, Portoviejo, Jaramijó, Montecristi y Tosagua intentaban mitigar el fuego, mientras los fallecidos eran colocados en bolsas plásticas y puestos en la plazoleta de la iglesia.

Fueron 32 víctimas mortales las que resultaron del accidente, en el que 54 inmuebles fueron afectados. Entre las víctimas mortales estaba el sacerdote José Gabriel León, párroco de la iglesia. “Recuerdo que yo estaba con el compañero Miguel Arias trabajando. Sacamos a 8 personas ya fallecidas. Era algo muy tétrico, ya que a veces cogíamos a las personas y la piel se desprendía de los huesos”, cuenta Sofonías Rezabala, actual comandante del Cuerpo de Bomberos de Manta, que en aquella época era voluntario.

En las calles, además de piezas de avión, muerte y destrucción había flores y comida, ya que el avión carguero, un Boeing 707, de la compañía norteamericana Million Air, transportaba desde Manta a Miami 14 toneladas de pescado y una cantidad similar de rosas.

Para Carlos Barreiro, quien vive en La Dolorosa desde hace 30 años, es un milagro que no hubiera más víctimas mortales aquella noche. “Si el avión no hubiera caído en la iglesia, la cantidad sería de 200 muertos ese día”, resalta el hombre de 60 años, quien recuerda que el día de la desgracia ya se alistaba para dormir.

“Todo estaba tranquilo, cuando de pronto un vecino gritó ‘nos quemamos’. De inmediato todo fue un caos, había fuego por todos lados, las sirenas no cesaban. La avenida 22 estaba convertida en un infierno”, indica Barreiro.

Con respecto a las indemnizaciones, la iglesia recibió alrededor de un millón de dólares, dinero con el que se reconstruyó el templo.

Una de las personas del sector que también accedió a una fuerte indemnización fue Marcelino Pinargote (+), quien tras el accidente fue conocido como ‘el hombre del millón de dólares’.

Quienes vieron desde lejos la escena cuentan que se divisó una inmensa llamarada.  

Timoshenko Chávez, fotógrafo mantense, de inmediato acudió al lugar de los hechos. “Yo estaba haciendo mi trabajo y unos militares quisieron quitarme mi cámara, pero no me dejé. Soy la única persona que tiene este registro fotográfico”, resalta.

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