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El Telégrafo
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El 21 de abril de 1822 se libró uno de los más brillantes combates de caballería

En Tapi, Juan Galo Lavalle se volvió el ‘león de Riobamba’

La Batalla de Tapi de alguna manera preparó las condiciones para la posterior victoria en Pichincha. Los granaderos de San Martín se incorporaron al ejército del mariscal Antonio José de Sucre el 21 de abril de 1822.
La Batalla de Tapi de alguna manera preparó las condiciones para la posterior victoria en Pichincha. Los granaderos de San Martín se incorporaron al ejército del mariscal Antonio José de Sucre el 21 de abril de 1822.
13 de abril de 2014 - 00:00 - Pedro Reino Garcés, historiador/cronista oficial de Ambato

Más parece que nuestra libertad no es el producto de nuestros héroes: Bolívar, San Martín, Sucre, y este general argentino Juan Galo Lavalle, entre otros.

Ellos se pasearon por Suramérica de batalla en batalla, perdiendo y ganando contiendas, y  demostrando que las nalgas criollas eran más resistentes que los decadentes culos de los realistas.

Cuando Juan Galo Lavalle combatió en la Batalla de Tapi, en Riobamba, tenía 25 años. Su figura y ferocidad tomaron cuerpo ahí, frente al  destino, con el asombro de Sucre que viéndolo pelear con sus centauros,  notaba que le iba creciendo la barba y la melena frente al espejo del Chimborazo.

Tuvo que admitir que San Martín le había enviado a Lavalle para que le coronara como León de Riobamba. Juan Galo Lavalle nació en Buenos Aires el 17 de octubre de 1797. Vivió tan solo 44 años.

Desde los 14 empezó su lucha como héroe de las independencias de Argentina, Chile, Perú, Ecuador y Uruguay. Sus biógrafos dicen que fue un “militar mítico, de valentía sin igual, y un político torpe…”

96 jinetes comandados por Lavalle se enfrentaron a 400 realistas a cargo de Tolrá.

Lavalle encontró la muerte en Jujuy, antes de iniciar una batalla. Una bala salió de un zaguán.
En la campaña del Ecuador, el 21 de abril de 1822, libró en Riobamba uno de los más brillantes combates de caballería de la guerra de la Independencia, destrozando a la caballería española.

Intervino también en Pichincha. Reconocido su arrojo por boca de Sucre, San Martín le entregó un brazalete que decía: “El Perú a los vencedores de Riobamba”, trofeo que exhibía cuando estuvo envuelto en la guerra civil de su Argentina, situación y época en que sus opositores lo calificaron de “traidor a la Patria”.

La batalla de Riobamba se libra en Ecuador y de alguna manera prepara las condiciones para la posterior victoria en Pichincha.

Los granaderos de San Martín se habían incorporado al ejército del mariscal Antonio Sucre y, a juzgar por los resultados, adquirir en ‘préstamo’ a los granaderos fue su mejor ocurrencia.

Según las crónicas, el 22 de abril fue un día lluvioso. El barro dificultaba el desplazamiento de los soldados y obligaba a tomar precauciones especiales.

Sucre le ordenó a Lavalle que inspeccionara el terreno. Nada más que eso; una inspección para obtener algunos datos indispensables para el combate. Lavalle avanzó con sus hombres y se encontró con 3 batallones españoles que lo triplicaban en todo.

Lo prudente  hubiera sido retroceder, pero Lavalle nunca fue prudente, mucho menos en esas circunstancias.

Los españoles no podían creer lo que veían. Un grupo de hombres avanzaba sobre ellos al grito de “¡a degüello!”. El aspecto de los soldados criollos debe de haber sido temible porque, luego de una breve resistencia, los que retrocedieron fueron los españoles. Lavalle los persiguió, ordenándoles a sus hombres que se detuvieran cuando  había llegado  donde se apostaba la infantería.

Retrocedieron. Lo hicieron despacio. Los españoles, tal vez avergonzados por haber sido corridos por 90 soldados, decidieron perseguirlos. El informe posterior que Sucre le envió a San Martín es elocuente: “Lo mandé a un reconocimiento a poca distancia del valle y el escuadrón se halló frente a toda la caballería enemiga y su jefe tuvo la elegante osadía de cargarlos y dispersarlos con una intrepidez de la que habrá raros ejemplos”.

Sucre concluyó su informe así: “Su comandante ha conducido su cuerpo al combate con una moral heroica y con una serenidad admirable”. Dicen que fueron 96 jinetes de Lavalle contra unos 400 realistas al mando de Coronel Juan Carlos Tolrá y del comandante Nicolás López. ¿Qué harían con unos 50 realistas muertos? Del lado  independentista dicen que solo hubo una baja.

Se sabe que a finales de 1823 se separó del ejército de Bolívar. En camino de regreso a Buenos Aires, en Mendoza, un golpe militar contra el gobernador nombra a Lavalle en su reemplazo.

Después, la historia de los independentistas muestra sus inconsecuencias. Lavalle tiene que demarcar territorios sureños porque los indios del sur peleaban a su manera, su propia independencia. Más tarde en 1827 está peleando contra Brasil.

Una mancha histórica no se ha podido lavar de su biografía, el fusilamiento con que Lavalle  sentenció al gobernador de Argentina: Dorrego.  Lavalle lo fusiló  y así lo anunció en un Bando. Tuvo que exiliarse “en la Banda Oriental”.

Recordando las independencias, nuestros pueblos eligen reinas, ¿otra vez estamos buscando tronos y coronas? ¿Nos quedamos con el vacío de las monarquías?

¡Qué contradictorios que resultamos con tal de alegrarnos! Deberíamos elegir, en vez de una ‘reinita’, a una Señorita Libertad, o a una Señorita Independencia,  aunque esto disguste a la ‘peluconada’. Tal vez el mal ejemplo empezó con Bolívar.

En el velorio del general Lavalle, mucho se comentó sobre el mal ejemplo de Simón Bolívar. Cuenta Josué Igarzábal  (Reflejos del pasado, Círculo Militar, Buenos Aires, 1964.) que “al llegar a Salta, Lavalle conoció a Damasita Boedo, hermana del coronel Boedo, una hermosa joven rubia, de ojos azules, que no llegaba a los 25 años de edad, y, enamorado de ella, se la llevó en su retirada”.

Después, “en casa del general don Juan Gregorio de Las Heras, a los pocos días de la muerte del general Lavalle, se hallaban reunidos el general Deheza, el coronel De la Plaza y el general don Mariano Necochea.
Al tener conocimiento de la tragedia, el último dijo: ¡Pobre Juan! Los malos ejemplos de don Simón le habían trastornado la cabeza”.

Damasita constituye el personaje importante en el capítulo final de la vida de nuestro León de Riobamba. Lavalle salió de Salta rumbo a Jujuy. Empecinado en una lucha por el poder, quiso proseguir en sus empeños cuando le quedaban apenas 200 hombres.

Las autoridades de Jujuy habían fugado a la quebrada de Humahuaca. Quiso enfrentarlos, pero una bala disparada desde atrás de la puerta por la cerradura de un zaguán, dio con su cuello.

El autor del disparo fue el mulato  José Bracho, quien luego habría de conocerse como el ‘héroe de la cerradura’.

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