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El Telégrafo
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La historia del arribo y uso de casimir en Ecuador se cuenta en Huapante

Adultos y jóvenes intervienen en los diferentes procesos de la confección.
Adultos y jóvenes intervienen en los diferentes procesos de la confección.
Foto: Roberto Chávez | EL TELÉGRAFO
27 de octubre de 2018 - 00:00 - Carlos Novoa

“Perdone, ¿conoce usted el taller del maestro Moranco, en el que se elaboran textiles de cachemira?”. Con esta pregunta, y un inesperado estrechón de mano, un turista español detiene la ágil caminata de una vecina de la comuna Huapante, norte del cantón Píllaro.

Es mediodía y ella se dirige a recoger a su pequeña hija en una escuela de esta fría localidad tungurahuense; pese a la prisa que lleva se detiene para atender al foráneo.

“Conozco dicho taller, pero no sé a qué se refiere con la palabra cachemira”, responde la mujer. El europeo se sorprende con la contestación, pues en guías internacionales de turismo y portales web leyó que Huapante se caracteriza por la manufactura de prendas de vestir con esta materia prima.

El corte de la tela en bruto es una tarea casi exclusiva de las mujeres en Huapante.

Lo que él no sabe es que esta fibra de origen animal,  un tipo de lana obtenida del pelaje de cabra, localmente se la conoce como casimir.

Tras unas breves indicaciones de la residente, el turista llega a su destino. Allí recibe la información antes detallada, además de una reseña de la historia e importancia de la industria textil en Huapante.

“Este pueblito es conocido por ser una de las pocas comunidades del país donde aún se confecciona  ropa con el auténtico casimir”, explica Vicente Moranco, sastre huapanteño de 85 años.

Él es uno de los escasos  herederos de esta tradición  que hace más de un siglo llegó a Píllaro de la mano de colonos de Sevilla (España).

“Este es nuestro sello de identidad, gracias al cual nos hemos dado a conocer internacionalmente y hemos vestido a indígenas, mestizos y blancos de varias generaciones”, agrega Moranco.

Historia
Él y sus padres son oriundos de San Vicente de Huapante Chico, un pueblito vecino, en el cual abrieron hace 8 décadas un taller textil.

Vicente lleva más de medio siglo en esta actividad, y cuando cumplió 25 años decidió trasladar el establecimiento a su comunidad natal, que pertenece a la parroquia rural San Andrés.

“Mi padre cuenta que los abuelitos aceptaron que nos mudemos aquí porque este caserío está más cerca de Salcedo y, por ende, la llegada de los capitalinos es más rápida. Esta actividad nació tras el arribo de dos familias del sur de España, a mediados de los años 1800, que trajeron los saberes del casimir”, afirma Juan José Moranco, hijo de Vicente.

Del espeso y resistente pelaje de las cabras, chivos y otras especies caprinas que se trajeron en ese entonces desde el Viejo Continente a tierras tungurahuenses, los europeos empezaron a producir casimir de buena calidad.

La fama y aprecio a esta fibra, pues era usada por figuras de la realeza y demás personajes influyentes, convirtieron a los sastres ibéricos en respetados maestros de la industria textil, cuyos clientes eran políticos y artistas.

Debido a la gran demanda de trajes y más obras textiles que tenían los sastres extranjeros, empezaron a contratar ayudantes de la localidad.

Estos, a su vez, después de algunos años a su servicio, decidieron abrir sus propios talleres y aplicar las técnicas aprendidas y experimentar con nuevas materias primas.

“Varios años más tarde estos establecimientos abundaban en Huapante. Esto convocó a muchos sastres y aficionados al buen vestir de todo el país al pueblito, lo cual a su vez dinamizó significativamente la economía local”, señaló Salomón Miranda, anciano huapanteño.

Situación actual
Tras el desarrollo de la industria lanar ovina y el uso de materiales como la seda, hilo y más recientemente el jean y pana, la actividad descendió.

No obstante, actualmente en los talleres de maestros como Vicente Moranco, Justiniano Loaiza y Fernando Sales, entre otros, aún se manufacturan prendas y trajes bajo pedido especial.

“El precio de un traje de talla mediana varía entre $ 80 y $ 280, dependiendo de la calidad del casimir y de los acabados. Nuestras creaciones se distribuyen en todo el país, gracias a convenios con grandes almacenes, e incluso llegan a Colombia, Perú y Panamá”, asegura el sastre Fernando Sales. (I) 

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