Ecuador / Martes, 30 Diciembre 2025

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Seis negocios que sostienen la vida de la Plaza Grande, en peligro de desaparecer

Turistas locales, nacionales y extranjeros son los clientes de estos negocios.
Fotos: Amanda Granda
Seis locales ubicados bajo el petril de la Catedral, en la Plaza Grande, recibieron una notificación de terminación de contrato de arrendamiento. El desalojo debe cumplirse hasta el 31 de diciembre de 2025. Entre deudas y la presión del tiempo, 26 familias que viven de esos negocios sostienen una tradición viva del Centro Histórico.

El corazón de Quito se llama Plaza Grande. Pero ningún corazón sobrevive sin arterias. Una de las más antiguas, constantes y transitadas es la calle Espejo. Por ahí circula la fe, el comercio y la memoria. Sobre esa vena se levanta el poder religioso: la iglesia de La Catedral. Y pegados a su petril, casi incrustados en el muro, funcionan seis negocios que hoy corren el riesgo de desaparecer.

El 1 de octubre de 2025 llegó la notificación. El plazo para desalojar vence este 31 de diciembre de 2025. ¡Qué forma de terminar el año!.

La plaza que día a día muta de piel

La Plaza Mayor es el principal testigo de Quito. Todo convive en pocos metros. Aquí se grita, se protesta, se reza, se canta y se vende...  Desde esta plaza salen y regresan historias, y bajo el petril, en seis cuevas comerciales esas historias se sirven en platos de cerámica, se endulzan a través de vitrinas y se beben en espumantes tazas. El valor de estos locales no se mide en sus ventas.

Se mide en identidad, en ese “aquicto nomás” que nos identifica como quiteños. 

Fabiolita delicatessen, la cocina que resiste

Entro por la calle Espejo y Venezuela. El letrero que anuncia la venta del tradicional seco de chivo me jala del brazo. Fabiolita delicatessen funciona aquí desde 1965, cuando Fabiola Flores  dejó su local de la 24 de Mayo para mudarse al lugar que la vio morir en 2015. Su oficio: comida tradicional quiteña, sin maquillaje. Después de su funeral, su hija Mónica Tito tomó la batuta. Hoy, Carlos Sánchez, tercera generación, sostiene el mostrador como quien sostiene una promesa familiar.

Es martes. Falta un día para que termine 2025. Mónica llega con una funda plástica. Dentro, dos hojas de papel bond. No trae un menú nuevo. Trae una carta que dejó en la Administración del Cabildo Primado, encargada de la Catedral y de estos negocios. En esa carta pide que se replantee la decisión de desalojo.

Al final del documento se ven tres firmas: la de Mónica Tito, la de Alicia Guevara y la de Guadalupe Tito. Tres nombres. Tres vidas. Tres formas de decir: “aquí trabajamos, aquí pertenecemos”.

Dulcería Colonial, donde la fe se sirve con higos y queso

Guadalupe Tito tiene 63 años y administra Dulcería Colonial desde hace cuatro décadas. Aquí el café sale con paciencia y los higos con queso mandan como estrellas del local.

En octubre, después de leer la carta de desalojo, sufrió un infarto. La ironía no se esfuerza: una notificación administrativa golpea el corazón, justo en el corazón de Quito.

Guadalupe dice que no cuenta ni contará con un abogado para su trámite administrativo-arrendatario. Habla de la fe, la misma que queda a pocos pasos, del otro lado del muro, como si la Catedral también pudiera escuchar sus súplicas que no se rezan con rosario, sino con delantal.

Pide algo concreto: cinco años más para trabajar.

El Petril de Alicia, un negocio sostenido por dos hermanas

Al lado funciona El Petril de Alicia. El negocio nació en 1950, cuando Alicia y su hermana mayor eran adolescentes y su madre manejaba el local. Tiempo después ellas lo heredaron. Ambas son solteras, no tienen hijos y el local es su sustento. La hermana mayor tiene 90 años y permanece sentada en una mecedora dentro del local, como una guardiana silenciosa de una ciudad que cambia sin preguntar.

Aquí mandan los sánduches de pernil y los dulces tradicionales originales. Alicia compra las quesadillas de San Juan y las ofrece como parte del menú. También vende mistelas y las golosinas clásicas de la Cruz Verde, de la calle Rocafuerte. 

Alicia también se sostiene en la fe, pero una fe que recuerda. En pandemia, la curia no les subió el arriendo y durante el paro de 2019, con la Plaza Grande cerrada,  por un mes no se cobró el arriendo. Esa memoria llena de empatía mantiene su esperanza de no ser desalojada. 

Deudas y 26 familias en la cuenta regresiva

A la hora de pagar las cuentas, la emotividad pasa a segundo plano. Los arriendos de estos negocios oscilan entre los USD 500 y USD 550. Cada local invirtió entre USD 10.000 y USD 25.000 en adecuaciones. Esas deudas siguen vivas. A eso hay que sumar la liquidación de los empleados de cada uno de los locales. 

En la actualidad, 26 familias dependen del trabajo diario de estos seis negocios. A ellos se suman los artistas informales que comparten su arte con los comensales que llegan a estos lugares. 

Quito presume patrimonio. Ostenta el título del Centro Histórico mejor conservado de América Latina, pero el patrimonio también se come, se bebe y se conversa en espacios pequeños que no salen en las postales. Si estos seis negocios cierran, la plaza grande sigue, sí. Pero latirá con menos sangre.

La respuesta desde la Administración

Sobre la calle Venezuela funciona la Administración del Cabildo Primado, encargada de la Catedral y de estos negocios. Ahí, una de las funcionarias informó que está previsto publicar un comunicado el 5 de enero de 2026.

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