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Muchos lugares públicos del centro histórico son el escenario en el que se desarrollan muchas leyendas

Los mitos urbanos le toman la posta a las leyendas tradicionales de Quito

El grupo de Teatro Quito Eterno se esfuerza en mantener con sus representaciones en la memoria de la ciudad algunos personajes de las leyendas. Foto: Álvaro Pérez / El Telégrafo
El grupo de Teatro Quito Eterno se esfuerza en mantener con sus representaciones en la memoria de la ciudad algunos personajes de las leyendas. Foto: Álvaro Pérez / El Telégrafo
06 de diciembre de 2015 - 00:00 - Redacción Quito

Cada viernes, por la noche, Camila Gómez, de 12 años, y sus amigos del colegio se reúnen en la sala de su casa para contar cuentos y leyendas de fantasmas, aparecidos y duendes. Con la luz apagada y las ventanas cerradas, las historias empiezan a hilvanarse, y leves escalofríos recorren sus cuerpos mientras se desgranan La Capa del Estudiante, Mariangula o La Caja Ronca.

Este tipo de escenas se han repetido durante generaciones, pues las leyendas de Quito aún mantienen su magia y encanto.

Para el autor de Leyendas del Ecuador y Leyendas Espectrales, Edgar Allan García, antiguamente las leyendas eran una forma efectiva para convencer a los niños y jóvenes de no cometer ‘pecados’ que podrían llevarlos al descrédito social.

Un claro ejemplo de aquello es el relato del Padre Almeida, puesto que, al final, el cura fandanguero se arrepiente de sus escapadas del convento de San Diego.

García añade que en esta época la función ha cambiado. “En este momento, la leyenda ya pasó a ser un hecho literario, poético incluso, en el que, sin embargo, aún se puede prever algún tipo de valor de cierta etnicidad del pasado; por eso, podemos conocer tanto la versión norma (mítica) como la histórica”, dijo.

La mayoría de las leyendas capitalinas que perduran hasta la actualidad, surgieron en la época colonial. En el caso de las leyendas indígenas, fueron anuladas en su mayoría y algunas incorporadas a la cultura a través del sincretismo.

DATOS

Algunas leyendas tradicionales son El cura sin cabeza, La procesión de las almas en pena, La viuda, La dama tapada, La olla del panecillo, La Virgen de la Empanada, etc.

Las leyendas suelen cumplir la función social de orientación normativa del comportamiento del grupo. Los personajes de las leyendas pueden ser seres fantásticos, héroes e incluso personas normales.

La mayoría de las leyendas son anónimas. La mayoría han sido transmitidas de manera oral y llegan con ciertos cambios a las siguientes generaciones, que las asimilan y vuelven a popularizarlas.
Este hecho es explicado en el texto La Literatura Oral, Mito y Leyenda, de Eugenia Villa, quien dice que “las expresiones llamadas folclóricas, se han considerado por los estudiosos como patrimonio cultural de los pueblos iletrados (excluyendo por curiosas razones a los grupos indígenas), población que para el caso de América Latina, en su mayoría producto del mestizaje ocurrido desde la conquista española no solo a nivel racial, sino produciendo a la vez un complejo proceso de sincretismo en las expresiones culturales de los distintos pueblos y regiones”.

Hasta mediados del s. XX, las leyendas fueron transmitidas oralmente de una generación a otra. Pero en la época de los 50, Darío Guevara Mayorga y otros investigadores recopilaron las leyendas. Manuel J. Calle, también, publicó las Leyendas del Tiempo Heroico.

García señala que en la actualidad, las leyendas son un referente del pasado, pero también surgen aquellas nuevas historias que se transforman en leyendas urbanas.

El escritor menciona que en esta época, aún se generan leyendas pero desde la óptica citadina, que recrean nuevas historias que marcan la identidad de los quiteños.

“Estas leyendas también nos hablan de hechos increíbles. Al principio parecía que la llegada de la luz eléctrica había espantado a los fantasmas, pero a medida que las urbes han ido creciendo, se han convertido en pequeños universos de hechos misteriosos y personajes extraños. Entonces el miedo ha vuelto, y con él, las leyendas urbanas”, asegura el también investigador.

Alfonso Ortiz Crespo, actual Cronista de la Ciudad, coincidió en que las leyendas no desaparecen en el tiempo, sino que se transforman en contenido y forma.

Mauricio Pinto es conductor de taxi desde hace 20 años. Él cuenta que entre sus compañeros es muy conocida la leyenda de la chica del cementerio de El Batán, lugar ubicado al norte de Quito.

“Varios de mis compañeros mencionan que una jovencita muy bien parecida, toma un taxi en algunas calles del Centro Histórico y le pide al conductor que la lleve hasta el cementerio de El Batán. Durante el trayecto la joven permanece callada; cuando llega a su destino, el conductor le pide que le pague lo que el taxímetro marca, pero la chica no hace caso y se baja del auto. Entonces, el conductor la sigue, pero ella se queda parada frente a las paredes del cementerio y cuando intenta tomarla del brazo, se eleva y cruza el alto muro del camposanto”, cuenta Pinto.

Hay otras historias surgidas en décadas recientes y que incorporan elementos de la modernidad. En los años setenta, cuando las discotecas hacían una tímida aparición en la ciudad, se popularizó la leyenda del muchacho que conquista a una bella chica durante una noche de fiesta y cuando intenta recuperar su chompa, días después, debe ir a buscarla sobre una tumba.

Otras historias utilizan tópicos de las películas de terror de Hollywood. Un caso de esos es el relato de La casa del gringo loco, que refiere a la supuesta ocurrencia de múltiples asesinatos en una vivienda del valle de Los Chillos. (I)

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