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La Navidad comunitaria renace en los barrios tradicionales de Quito

En la antigua estación de bomberos de Quito, los vecinos de La Loma Grande rezaron la novena en grupos. Esta tradición se recuperó hace un año y medio en este barrio del Centro Histórico de la capital.
En la antigua estación de bomberos de Quito, los vecinos de La Loma Grande rezaron la novena en grupos. Esta tradición se recuperó hace un año y medio en este barrio del Centro Histórico de la capital.
Foto: Daniel Molineros / El Telégrafo
24 de diciembre de 2015 - 00:00 - Redacción Quito

Los habitantes de los barrios de Quito intentan recuperar el sentido de la Navidad: la unidad entre amigos, familias y el prójimo. Ese es el caso de La Loma Grande, El Barrio Obrero, El Panecillo y San Marcos, en el Centro Histórico, donde aún se reza los 9 días de la novena navideña con la participación de los vecinos. Lo hacen no solo en las viviendas, como es la costumbre católica, sino que también involucran a los moradores de distintos sectores en un momento de oración, alegría y solidaridad en las calles.   

Los residentes de La Loma Grande retomaron con devoción, hace un año y medio, la tradición de poner los nacimientos y rezar la novena con sus amigos cercanos. Entre tanto, en las casas se observan pesebres de diversos tamaños, formas y colores; en algunos se evidencia la habilidad artística de los lomeños, barrio que por décadas fue poblado por artesanos y obreros. Este sector de la capital debe su nombre a la peculiaridad de que sus lomas están cubiertas de calles y casas estratégicamente colocadas.

En las noches, a partir de las 19:00, don Luis Alvarado golpea las puertas, de una en una, de las casas de sus colindantes. Él es el encargado de invitarlos a la novena. De esa manera, la calle Rocafuerte se ilumina con luces intermitentes y de cantos y rezos. Una particularidad de este tipo de encuentros es que los principales pesebres son ubicados en las calles del barrio.

Durante los 9 días de oración, más de 30 vecinos de La Loma se reunieron en diferentes cuadras de la calle Rocafuerte. Y con solo cruzar el arco de Santo Domingo se escuchaban  los villancicos combinados con la fragancia del sahumerio, dos elementos importantes en el rezo.

El lunes, el punto de encuentro fue la antigua estación de bomberos de Quito, la primera que hubo en la ciudad. La entrada de la vieja casona estaba decorada por un sencillo nacimiento donde reposaban dos figuras del Niño Jesús.

El primero vestido de blanco descansaba en una casita de madera. El segundo era el ‘Lomeñito’, que  vestía un poncho y una gorrita andina. La imagen es el símbolo de la unión de los moradores del barrio.

“El ‘Lomeñito’ es como nosotros, un niño trigueño, con cabello café ensortijado, humilde y contento. El barrio adoptó este símbolo como parte de su identidad y esto ha servido para unirnos”, expresó Mario Rubio, presidente del Comité Central de La Loma.

Rubio señaló que hace un año y medio la organización trabaja para recuperar la identidad y el sentido de vecindad de La Loma. Desde entonces los moradores del sector participan en campañas educativas y culturales, con la finalidad de incentivar a las nuevas generaciones el amor por el lugar donde residen.

La Navidad es uno de los mejores pretextos para poner en práctica el sentido de comunidad. Esperanza Cañar (56), moradora de La Loma, recordó que en su niñez, en la barriada, se realizaban las posadas, que consistían en el rezo de la novena en las casas de los vecinos; además, se efectuaban concursos para premiar los pesebres más lindos. Indicó que esa costumbre se perdió hace más de una década y retomarla, ahora, le parece una “maravilla”.

A dos minutos de La Loma se encuentra El Barrio Obrero. Al igual que en La Loma, los moradores de esta zona también comparten la novena en la famosa Villa Encantada, una casa patrimonial. A la entrada de esta vivienda se encuentra un pequeño pesebre que da la bienvenida a los vecinos y turistas que aprovechan la época para llegar a Quito.

De igual manera, los ciudadanos de El Panecillo, aunque menos numerosos, en las noches se acercan a las casas de los vecinos para unirse en la oración. Esta tradición, lamentó Pedro Cárdenas, se va perdiendo, pues en el barrio ya no se encuentran los moradores de siempre; además, en la mayoría de las casas viven familias temporales. A pesar de esta situación, este año los habitantes rezaron la novena, en las noches, en la casa de la familia Rodríguez. La sala de la vivienda es pequeña, por lo que muchos asistentes escuchaban las oraciones y villancicos desde la puerta, incluso la vereda.

Al final, es costumbre que cada familia comparta pan y queso, quimbolitos, buñuelos, pristiños o empanadas, acompañados con café, aguas aromáticas de canela, cedrón o manzanilla.

En el caso del barrio San Marcos, los vecinos se reúnen para orar. Según los moradores más antiguos de la zona, la Navidad era la fecha más esperada pues en todas las viviendas, donde se realizaba la novena, los niños eran premiados al final cuando luego del rezo recibían fundas de caramelos, colaciones y más golosinas. También había la costumbre de ir a la iglesia barrial para escuchar la llamada Misa del Gallo en Nochebuena.

En el libro oficial del barrio San Marcos, cuenta la historia que muchas familias preparaban sainetes y repartían chicha de arroz preparada en pondos de barro a los asistentes del rezo navideño. Así lo recuerda Sarita Villacís, una de las moradoras del sector y activa participantes de los 9 días de novena. (I)

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