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El Telégrafo
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La zona está asentada sobre 2 de las quebradas que atraviesan la ciudad desde siempre

La Marín, eje de la cotidianidad capitalina

La terminal interparroquial Marín-Los Chillos se ubica al extremo suroriental del populoso sector. Foto: Archivo/ El Telégrafo
La terminal interparroquial Marín-Los Chillos se ubica al extremo suroriental del populoso sector. Foto: Archivo/ El Telégrafo
08 de marzo de 2015 - 00:00 - Redacción Quito

Una veintena de líneas de buses urbanos, 2 servicios de transporte municipal (Ecovía y Corredor Suroriental) y varias operadoras de transporte interparroquial e intercantonal cruzan a diario la zona conocida tradicionalmente por los quiteños como La Marín.

La avenida Pichincha, que sirve para el intercambio de automotores y pasajeros, se convirtió en símbolo de tráfico y aglomeraciones hace 4 décadas, cuando la ciudad empezó a estirarse hacia el norte y el sur a instancias del dinero que trajo consigo el llamado boom petrolero.

Por entonces, en la urbe empezaron a circular vehículos de transporte masivo cuyas placas de identificación llevan hasta ahora —y casi como si se tratara de un prefijo— la palabra Marín y se completan con terminaciones tales como Cotocollao, San Carlos, Comité del Pueblo, Condado, Chillogallo, etc.

La denominación con la que se conoce a esa especie de megaterminal urbana se deriva de la plazoleta ubicada a una cuadra de distancia, en la confluencia de las calles Montúfar y Olmedo.

Dicho espacio público, a finales del siglo XIX, estaba destinado a llamarse Placeta Municipal, pero los vecinos de la zona pidieron que se lo nombrara Plaza Marín.

Esto en honor de Francisco Andrade Marín, quien, como presidente del Cabildo, rellenó en 1892 el tramo de la quebrada Manosalvas ubicada alrededor de la actual calle Chile. Andrade Marín habría realizado colectas entre los moradores para la obra e incluso aportado con dinero propio.

Posteriores obras de relleno más al norte y más al sur, en el transcurso del siglo XX, fueron confiriendo a la zona la imagen que presenta en la actualidad.

En la década de 1950, la construcción de 2 edificaciones convirtieron a La Marín y zonas aledañas, especialmente el inicio del barrio La Tola (al oriente, cruzando la avenida Pichincha), en uno de los epicentros de la vida quiteña.

La terminal interparroquial Marín-Los Chillos se ubica al extremo suroriental del populoso sector. Foto: Archivo/El Telégrafo

El primero es el Mercado Central, surgido tras un incidente que afectó a decenas de familias. Ocurrió que en aquella época funcionaban 2 ferias al aire libre en lo que por entonces era el extremo nororiental del Quito urbano consolidado; La Vicentina, El Dorado, La Floresta y La Mariscal constituían apenas parches aislados de una ciudad que soñaba con expandirse más allá del Centro Histórico.

Una de dichas ferias funcionaba en la Plaza de San Blas y la otra en su similar de La Marín. Entonces, un incendio consumió casi todas las covachas de San Blas dejando sin sustento económico a quienes comerciaban en ellas.

Los vendedores de La Marín se solidarizaron y unieron con sus colegas por temor a que el hecho se repitiera con ellos debido a las condiciones de precariedad similares en que trabajaban.

Ambos grupos pidieron al alcalde José Ricardo Chiriboga Villagómez la donación de un terreno para la construcción de un mercado moderno. La autoridad accedió al pedido y les entregó el predio conocido como El Toril, debido a que allí se faenaban reses, ubicado en la esquina de la av. Pichincha y la calle Manabí.

El Banco La Previsora otorgó un préstamo a los vendedores con lo que la obra se inició. El 26 de febrero de 1952, el mercado abrió sus puertas.

Con el tiempo, el lugar convirtió a su patio de comidas en una de sus principales atracciones. Así, son famosos hasta la actualidad los platos preparados con productos del mar tales como corvinas, cebiches y banderas, además de los tradicionales jugos y batidos.

Al poco tiempo, el mercado tuvo un ‘vecino’ igual de importante: el Coliseo Julio César Hidalgo, que fue construido en 1953.

El sitio, administrado en sus inicios por una sociedad anónima, ha sido escenario durante su historia de una gran cantidad de eventos; entre ellos uno de los primeros torneos sudamericanos de baloncesto, además de épicas peleas de box y la presentación de artistas nacionales e internacionales; este último aspecto antes de la construcción del Coliseo General Rumiñahui.

En lo referente al básquet, pasaron por allí muchos de los mayores cracks nacionales como Pablo y Pío Sandifor, Nicolás Lapentti (padre) y los locales Gonzalo ‘Patallucha’ Cevallos y los hermanos Juan y Ramiro Escalante.

El pugilismo también vivió allí una ‘época de oro’, con la presencia de los ecuatorianos Eugenio Espinoza, Jaime ‘chico de oro’ Valladares, ‘Petizo’ Sánchez, Enrique y Daniel Guanín y Ramiro Bolaños.

La dinámica propia de la zona la ha convertido desde hace unas 4 décadas en un espacio propicio para la actividad comercial.

En los últimos años, a los restaurantes, panaderías, salones de belleza, picanterías y más negocios que flanquean la avenida Pichincha se sumaron 2 de los 10 centros comerciales del ahorro que existen en la ciudad: La Marín y Montúfar.

No obstante, el intenso movimiento genera también inseguridad, por lo que el sector es considerado zona roja.

Por ello, los gobiernos nacional y local prevén la construcción de un cuartel de Policía en el predio que ocupó por años una gasolinera, en la calle Chile.

DATOS

La zona, entre 2013 y 2014, fue sometida a un proceso de rehabilitación como parte de esto se mejoraron las fachadas de las casas y las aceras del sector.

El Municipio capitalino también mejoró las áreas de espacio público de las estaciones existentes en el área: Marín Central y Marín- Los Chillos, con el objetivo de mejorar el acceso de los peatones.

El gobierno local también emprendió reformas geométricas y refuerzo de la señalización y semaforización con el fin de mejorar los flujos vehiculares y facilitar el arribo y partida de pasajeros.

Estos trabajos requirieron de una inversión superior a los $ 3 millones y con ellos se pretendía beneficiar a 300 mil personas.

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