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El Telégrafo
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Cantamos algunas de las preferidas de los difuntitos... Sí, nos oyen”

Cantamos algunas de las preferidas de los difuntitos... Sí, nos oyen”
03 de noviembre de 2012 - 00:00

De la mano, niños y abuelos recorrían las inclinadas veredas del cementerio de La Magdalena, ubicado en el sur de Quito, que ayer abrió a partir de las 07:00 para recibir a alrededor de 15 mil personas, durante este fin de semana.

Con ramos de flores en las manos, con brochas y pintura, los deudos arreglaban las lápidas y cruces de las tumbas, que poco a poco recobraban su color, así como los nombres inscritos relucían de nuevo.

Un largo suspiro acompañaba el camino de Carmen López, de 62 años. Su mirada se perdía al recordar a sus padres. “Mi madre me decía que en este día las almas regresaban a vernos a los que estamos acá, por eso esta fecha es tan especial porque ellos regresan. Hoy voy a decorar la tumba de mis papacitos; a ellos les gustaban las flores”.

María Sánchez se sentó alrededor de la tumba de su madre, en el cementerio de La Magdalena, con sus tres pequeños hijos. Ella contó que esta fecha es un rencuentro familiar. “Cada uno nos ponemos una tarea: uno pinta las rejitas, otro desbroza las hierbas y el otro coloca las flores. Me imagino que mi madre se debe sentir contenta al vernos unidos”, comentó.

Con paso lento y con las manos tras su espalda caminaba don Manuel Pillajo. Su sombrero lo cubría del caluroso viernes y de vez en cuando se inclinaba a sacar una rama de las tumbas.

El hombre se puso de pie frente a una cripta e hizo recomendaciones sobre el cuidado de los nichos. Pillajo es uno de los fundadores del cementerio. Con altivez resaltó que él fue uno de los primeros dirigentes del barrio que gestionó ante la orden de los Padres Josefinos un espacio para enterrar a sus muertos.

“Este camposanto es de los nativos de La Magdalena, aquí están enterrados mis padres y nuestros antepasados. Muchos venimos de la parroquia de El Cinto y nos radicamos aquí. En los primeros años todos los vecinos hacíamos minga para que el lugar esté bonito. Todos los domingos nos reuníamos y construíamos los bloques de los nichos, limpiábamos la maleza y ahora es uno de  los cementerios más bonitos de Quito”, contó Pillajo.

En los alrededores del lugar las carpas con flores y coronas formaban un estrecho camino para ingresar al cementerio. En uno de los puestos se encontraba doña Zoila Rosero, que también pertenece al grupo de fundadores del camposanto.

3-11-12-quito-familiare-de-fallecidosElla lleva 35 años trabajando en las afueras del lugar; diariamente vende ramos de rosas, pero en esta fecha elabora coronas de papel. Su puesto está decorado con coronas moradas, blancas y negras; lleva en este oficio más de tres décadas; su elaboración es minuciosa. “Me demoro unos 45 minutos en hacerlo”, reveló como un secreto.

Así como doña Zoila, otros dueños de puestos esperan tener una buena  ganancia, por lo que estiman recaudar en este feriado un aproximado de 900 dólares cada uno. Pero no solo las coronas y las flores son parte del negocio de esta fecha: puestos de comida típica también llenan las inmediaciones de este cementerio comunitario del barrio La Magdalena.

Este camposanto fue fundado en 1975; su construcción estuvo a cargo de la comunidad del barrio del mismo nombre.
El olor a hierbas y a frutas invade la entrada de otro cementerio, el de Chillogallo. En las cocinetas de salones improvisados, las ollas de colada morada despiden su dulce aroma  junto a las guaguas de pan que se exhiben en todas la variedades.

Este es uno de los camposantos más visitados en el sur de la ciudad que espera que en este feriado lo visiten más de 10 mil personas. Entre los pasillos de las lápidas los colaboradores de la parroquia eclesiástica de Chillogallo visten túnicas blancas con detalles morados y anuncian a los visitantes los horarios de la misa. La música sonaba en distintos lugares del cementerio.

Entre lágrimas y rezos se entonaban coros como “En vida que me quisieras/ en vida que me quisieras/ de muerto ya para qué”, o temas como “Nuestro juramento”, entre otras melodías, que según Hugo Carvajal, violinista del trío Nuevas Raíces, son las preferidas de los deudos. “Así como es una fecha de recuerdo y nostalgia, para nosotros es una oportunidad de trabajo. Cantamos las canciones que los familiares nos piden; algunas eran las preferidas de los difuntitos; sabemos que no nos pueden ver, pero sí oír”, expresó.

Tradición y devoción

La tradición del Día de los Difuntos es una combinación de las tradiciones indígenas y de la religión católica. Los dos primeros días de noviembre se caracterizan no solo por la visita a los cementerios, sino también por una serie de tradiciones que van desde la gastronomía hasta la concepción de la muerte. 

Datos históricos indican que esta  fecha comenzó a ser celebrada a partir del siglo XIX. La ciudad de Quito tiene 22 cementerios; el más antiguo de todos es el de San Diego, que data del siglo XVIII.

Los cementerios de la ciudad abrirán sus puertas durante todo el día hasta mañana. Los operativos de seguridad se encuentran en cada uno de ellos. En los dos cementerios visitados, la Policía Nacional y Metropolitana contaban con más de 44 uniformados en total, que resguardaban la seguridad de quienes iban a recordar y a rezar a sus muertos.

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