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El Telégrafo

El día en que el fútbol calló en Asunción

Sin duda, en Asunción hay algo especial hasta en sus raíces y su tierra roja.
24 de marzo de 2022 - 07:06

Hay silencio en Defensores del Chaco. Las graderías del viejo estadio de Puerto Sajonia quedan huérfanas, no se teñirán de rojo y blanco. Hoy, jueves 24 de marzo de 2022, la Selección de Paraguay deja Asunción y jugará Eliminatorias en Ciudad del Este, por primera vez.

La emoción del fútbol, aunque esta vez sea leve comparada con otras, se traslada a 300 kilómetros, hasta la frontera. Asunción seguirá con su vida normal, esa que se acomoda a la pandemia con resistencia y miedos.

Camino por el centro. Hay una débil presencia comercial, negocios pobres y sin vitrinas deslumbrantes, esas que brillan en los centros comerciales de Carmelitas o Villa Morra. Este centro ya no es, indudablemente, lo que era.

La calle Chile corta de norte a sur este casco viejo. Los árboles no mienten y, aunque su entorno sea deprimente, ellos sonríen. Hay naranjas, unas ya maduras y otras en flor. La mayoría están verdes y alguien les dará la oportunidad de tomar color antes de arrancarlas.

No me imagino Quito o Guayaquil con semejantes frutales. Sin duda, en Asunción hay algo especial hasta en sus raíces y su tierra roja.

En la plaza O’Leary suspira un clima de resistencia. Marzo es el mes de la resistencia agropecuaria y vaya que Paraguay es un país que depende de su campo. Los sin tierra, los que claman por una reforma que nunca llegará, se tomaron esta zona y defienden su presencia fieramente.

Los he visto en las noches, con tolete en mano y desconfiada estampa, hacer guardia para evitar un desalojo o una intromisión. Se quedarán en las narices del poder, hasta que alguien los atienda o ellos mismos se aburran y vuelvan al interior del país, lo que pase primero.

Un par de cuadras más abajo, en Paraguayo Independiente y Mariscal López, la catedral está cercada por una invasión. Las víctimas de continuas inundaciones no esperan más y armaron un barrio de chabolas. Ya nadie los sacará de ahí. Son las 11:00 y una fila espera que acabe la misa para recibir víveres gratuitos.

El contraste de todo este desamparo son los edificios señoriales y antiguos, que conocieron épocas mejores. Todos, mutuamente, se dan la espalda. El río Paraguay y su brisa rugen cansados.

La vida moderna, el color, lo chic ya se fueron hacia el oriente de la ciudad. Ahí nada envidia a cualquier ciudad de Brasil. La pobreza está bien oculta.

Y así fue un día sin fútbol en Defensores del Chaco, 24 horas sin gol paraguayo o ecuatoriano en Asunción.

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