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Podemos y PP derrumban la investidura de Pedro Sánchez

En la gráfica izquierda, el líder del PSOE, Pedro Sánchez, durante su intervención en la sesión para la votación de su investidura en el Congreso. Mientras que el líder de Podemos, Pablo Iglesias (der.), felicita con un beso en la boca a Xavier Domènech, representante de En Comú Podem, tras su intervención en el Congreso.
En la gráfica izquierda, el líder del PSOE, Pedro Sánchez, durante su intervención en la sesión para la votación de su investidura en el Congreso. Mientras que el líder de Podemos, Pablo Iglesias (der.), felicita con un beso en la boca a Xavier Domènech, representante de En Comú Podem, tras su intervención en el Congreso.
03 de marzo de 2016 - 00:00 - Gorka Castillo

Tal y como vaticinaban los augures políticos, Pedro Sánchez deberá esperar a la noche de este viernes para saber si puede ser el séptimo presidente desde la restauración de la democracia en España. Hasta ese momento no se prevén grandes dispendios negociadores porque en el intenso debate celebrado ayer, todas las cartas quedaron expuestas sobre la mesa.

El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) se aferra a su matrimonio con Ciudadanos y no está dispuesto a modificar ni una coma del acuerdo alcanzado. Por motivos antagónicos, Podemos y el Partido Popular (PP) rechazan ese pacto. Ante este escenario era fácil prever que la jornada maratoniana de ayer concluyera con un rotundo no al aspirante socialista. Al final fueron 130 votos a su favor frente a 219 en contra y una abstención.

Pero la expectativa no estaba en Pedro Sánchez sino en la respuesta de Mariano Rajoy y, sobre todo, de Pablo Iglesias, el líder de Podemos que ya había manifestado su oposición a un acuerdo catalogado de liberal y poco ambicioso para acometer cambios de fondo en el país. No defraudaron. La debilidad del pacto, 130 apoyos de 350 diputados, y la poca definición de los contenidos fueron los yunques que con más fiereza martillearon al candidato socialista.

El líder del PP, Rajoy, intentó ridiculizar a Sánchez y su candidatura con calificativos como ‘bluf’ y ‘farsa’ antes de concluir con un más que rotundo portazo a la posibilidad de abstenerse en la votación del viernes, lo que permitiría a PSOE y Ciudadanos formar gobierno. “Si alguien piensa que los 123 diputados de mi grupo pueden hacer el papel de comparsa, no vamos a rebajar nuestra dignidad hasta ese punto”, aseguró el líder conservador entre los sonoros aplausos de sus compañeros. Parecía que el Congreso entraba en ebullición, pero nada más lejos de la realidad. El momento culminante que puso el hemiciclo al rojo vivo llegó poco después, con el discurso de Pablo Iglesias y el posterior cara a cara con Pedro Sánchez.

Primero, el líder de Podemos se afanó en desnudar el pacto para mostrar sus contradicciones con el pensamiento de la izquierda. “Mantiene la reforma laboral, es favorable al Acuerdo Transatlántico para el Comercio y la Inversión (conocido por el acrónimo en inglés TTIP) con EE.UU., la emergencia social es puro maquillaje, no combate la política europea de la austeridad, no suspende la conservadora ley de educación sino que pretende enmendarla, ¿y nos pide que nos sumemos?”, señaló Iglesias en la antesala de su ataque final.

Visiblemente enojado, el vocero de la tercera fuerza parlamentaria tachó la política del aspirante socialista de estar inspirada por el conservadurismo recalcitrante que dirige el mercado de valores de España, el Ibex 35, y de ser una reliquia del anterior gobierno por seguir los dictados de los oligarcas. “No le extrañe que un día vayan decenas de trabajadores hasta la sede de su partido y se lleven la S (de socialista) y la O (de obrero)”, concluyó. Aturdido ante semejante oleada de golpes, Sánchez contraatacó reprochando a su rival que ‘prefiera la continuidad de Rajoy a un proyecto transversal y reformista’.

El candidato socialista, a quien le faltó tiempo para volver a solicitar una cuádruple reunión para salvar in extremis su proyecto de investidura, se sacó de la chistera el terrorismo para criticar el apoyo mostrado por Iglesias al líder independentista vasco Arnaldo Otegi, que el martes salió de prisión tras cumplir una condena de 6 años por pertenecer a ETA. “A mí me dolió mucho que usted llamara al señor Otegi preso político. En España no hay presos políticos”.  

Fue entonces cuando Iglesias sacó toda su artillería dialéctica para arrinconar a un tambaleante Pedro Sánchez con alusiones al poder y la influencia de un controvertido político como Felipe González. Para el líder de Podemos, “ese señor tiene las manos manchadas con cal viva”, en alusión a los crímenes de Estado practicados en España a finales de la década de los ochenta y principios de los noventa. Entre gritos, insultos e interrupciones, el Congreso pareció venirse abajo. Desde el cuartel general socialista fueron descalificadas las acusaciones del líder de Podemos a González por entender que ‘manchaban’ la imagen de un partido histórico y democrático.

Sin embargo, lo que empieza a aflorar es que las divergencias entre ambos partidos alcanzan ya magnitudes colosales.

El vocero y líder de Ciudadanos, Albert Rivera, omitió cualquier referencia a la propuesta social de Podemos, aunque dejó entrever una posibilidad: “Un acuerdo del PSOE con ese partido significaría la salida inmediata de Ciudadanos”. Rivera prefirió centrarse en el PP y, en concreto, en un Mariano Rajoy empequeñecido y, por momentos, también timorato. El portavoz liberal defendió que su pacto con los socialistas “puede ser asumido sin problemas por los 7 millones de votantes de los populares”. El único problema, en su opinión, es que antes resuelvan un inconveniente insalvable. “Apártese, señor Rajoy, porque usted es el obstáculo”, concluyó. El viernes habrá una nueva sesión, la definitiva para Sánchez, esta vez sin discursos grandilocuentes. La diferencia es que esta vez ganará la opción que más sufragios obtenga. Lo que venga después aún es una incógnita. (I)

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