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Pedro Sánchez propone un gobierno de cambio, pero no convence a PP ni a Podemos

El líder del Partido Socialista Español (PSOE), Pedro Sánchez, habla durante un debate parlamentario en el Congreso.
El líder del Partido Socialista Español (PSOE), Pedro Sánchez, habla durante un debate parlamentario en el Congreso.
Foto: AFP
02 de marzo de 2016 - 00:00 - Gorka Castillo

Mientras los ujieres del Congreso se aseguraban de que los nuevos diputados se sentaran en el lugar que tienen asignado, el candidato del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) a la presidencia del gobierno de España demostraba que no se siente maniatado por los insuficientes 131 votos que tiene garantizados y que si sale elegido presidente será un hombre justo.

“Cambio y diálogo” fueron las dos palabras que más a menudo estuvo en los labios de Pedro Sánchez en la hora y 40 minutos que duró su discurso de investidura. El rejonazo tenía destinatario: su predecesor en el cargo, Mariano Rajoy. “Las expectativas dicen que no seremos capaces de hacer nada solos y que necesitamos los apoyos de todas las fuerzas que quieren acabar con la corrupción y elevar los niveles de bienestar que el anterior gobierno nos arrebató”.

Recordó las difíciles negociaciones que ha liderado y su amargo corolario final, pero enseguida lanzó su apuesta. “Estoy aquí para decirle al país que tenemos 3 desafíos: saquemos a España del bloqueo en el que se encuentra, pongamos en marcha el cambio que esperan millones de ciudadanos y avancemos”.

No habían transcurrido ni dos minutos desde la finalización de este discurso cuando el número 2 de Podemos, Íñigo Errejón, envió a la nevera algunas de las nuevas medidas sociales anunciadas por Sánchez en sus febriles últimos días para atraer a la formación de Pablo Iglesias hacia su pacto con Ciudadanos.

“Ha sido un discurso de metáforas de sobres de azúcar, de lenguaje vago, tópicos buenistas y sin propuestas. Esto no es un proyecto de gobierno”, ratificó Errejón en las redes sociales. Se refería a la nula credibilidad que suscita en la izquierda española las promesas socialistas de “renunciar a que el ajuste que exige la UE (90.000 millones de euros) se haga recortando más los gastos sociales”, según aseguró Sánchez, o la puesta en marcha de un Plan de Emergencia Social que incluya el reconocimiento de un ingreso mínimo vital “para atender la situación de necesidad de los 750.000 hogares que carecen de todo ingreso económico y medidas contra el sobreendeudamiento y los desahucios”.

Estas son las principales medidas anunciadas ayer por Sánchez durante su intervención, en la que ha eludido mencionar la supresión de las diputaciones provinciales, acordada con Ciudadanos.

En la primera de las dos sesiones de votaciones previstas para investir al presidente que se celebra hoy, Podemos dirá no “de manera inequívoca y responsable” a Pedro Sánchez, señaló un diputado de la formación a EL TELÉGRAFO. Para ellos, la negociación “de verdad” comenzará la próxima semana, “cuando fracase esta película decepcionante a la que hoy hemos asistimos”, afirmó Xavier Domenech, de la confluencia En Comú Podem.  

Otra cosa es lo que hará el Partido Popular (PP). Todo indica que hará uso de su poder, 123 diputados, y dejará al PSOE con la miel en los labios. Pero lo cierto es que ayer, por primera vez en la historia de la democracia española, el candidato más votado en las elecciones, Mariano Rajoy, no fue el protagonista de la sesión de investidura en un parlamento escindido por la mitad, el PP frente al resto, el vivo reflejo de la tensa situación actual.

Su portavoz, Rafael Hernando, fue el primero en desfilar ante la nube de periodistas que esperaban la valoración de su partido. “Ha sido uno de los discursos más ególatras que he escuchado en mis largos años en esta cámara legislativa. Decepcionante y repleto de vagos compromisos. Un fraude y un timo a la ciudadanía”, dijo el político.  

Pero lo cierto es que  hoy, cuando Rajoy e Iglesias suban al estrado de oradores, podrá medirse el filo de los hierros políticos de verdad. Uno y otro censurarán sin ambages las pinceladas de intenciones que el socialista Pedro Sánchez trasladó ayer a los 350 diputados.

El líder conservador atacará las medidas para incrementar el gasto social y el peligro de, en su opinión, aumentar el déficit público hasta límites intolerables. La izquierda percutirá por el flanco territorial, algo que Sánchez redujo a una simple metáfora gastronómica, y sobre todo a la reducción de objetivos en la lucha contra la desigualdad que asola a España.  

Sobre esta cuestión, el candidato socialista intentó ablandar la posición de Podemos, pero su respuesta fue que una propuesta construida sobre predicciones económicas puede acabar desbaratada por la  realidad.  

Es decir, ahora no es posible el acuerdo “aunque a partir del viernes tendrá nuestra mano tendida”. (I)

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