Desde el comienzo, la historia dejó caer todo su peso sobre el segundo mandato de Michelle Bachelet. Durante el cambio de mando en marzo pasado, la presidenta chilena recibió la banda presidencial de manos de la titular del Senado, Isabel Allende, hija de Salvador Allende, en una imagen altamente simbólica que recorrió el mundo. En sus primeros 9 meses de gestión, la mandataria socialista ha intentado llevar a cabo una serie de reformas estructurales, pero en su camino se ha encontrado con sendos obstáculos y un pesimismo creciente de los chilenos.

Durante su campaña electoral Bachelet prometió medidas de fondo, cuyo objetivo central era intentar cambiar el modelo de sociedad que los gobiernos de la Concertación heredaron del régimen de Augusto Pinochet en 1990. En ese momento, una alta mayoría ciudadana se mostró a favor de las reformas propuestas por Bachelet y con ese enorme apoyo regresó a La Moneda tras un primer mandato entre 2006 y 2010.

Bachelet asumió el poder con su carisma intacto y una credibilidad ciudadana poco común en América Latina. La presidenta socialista ganó las elecciones con el 62% de respaldo. Sin embargo, debido al nuevo mecanismo de voto voluntario, la participación electoral fue de solo el 42%. A diferencia de anteriores gobiernos de la Concertación, hoy llamada Nueva Mayoría, la alianza oficialista está integrada por el Partido Socialista y la Democracia Cristiana, pero también por el Partido Comunista, entre otros.

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La jefa de Estado comenzó sus labores en medio de un ambiente de altas demandas ciudadanas, especialmente las que tienen que ver con educación e inequidad. Luego de superar una serie de rencillas internas al interior de la Nueva Mayoría y la creciente oposición de la Democracia Cristina a sus proyectos, el primer gran triunfo de la presidenta fue la aprobación de una reforma tributaria, con la cual se pretende recaudar unos $ 8.300 millones, cuya mayor parte debería destinarse a la implementación de la futura reforma educacional, pero también a hospitales públicos. Ha sido este último ítem el más polémico y controvertido. El fondo de la reforma educativa es eliminar el copago, la selección y el lucro con el objetivo de fortalecer la educación pública, que en Chile tiene niveles paupérrimos. Sin embargo, en estos 9 meses el gobierno no ha sido del todo claro respecto a los detalles de esta reforma, lo que ha generado dudas sobre su aprobación, que debería realizarse entre enero y febrero de 2015.

Hoy, nada menos que el 56% rechaza la reforma educacional, el nivel más alto registrado hasta ahora, mientras que el 51% está en desacuerdo con la reforma tributaria. Al mismo tiempo, de acuerdo con un sondeo de GFK/Adimark, el rechazo a la gestión de Bachelet subió de 47% a 52% entre octubre y noviembre, mientras que la aprobación bajó de 45% a 42% en este mismo período. Otro sondeo, del Centro de Estudios Públicos (CEP), reveló este mes que el 38% aprueba la forma en que está conduciendo su gobierno, el nivel más bajo registrado hasta ahora tomando en cuenta los dos gobiernos de Bachelet. Estas señales fueron recibidas con gran alerta en La Moneda, que ya estaría preparando un cambio de gabinete. A esto se suma la desaceleración de la economía chilena. El Banco Central acaba de reducir la proyección del crecimiento económico a solo 1,7% este año. En septiembre la proyección era de 2,5%. Para 2015 se espera que la economía pueda tener una expansión de entre 2,5% y 3,5%.

Además del desafío económico, para el próximo año el gobierno pretende darle prioridad al cambio de la Constitución heredada de Pinochet, a la reforma laboral y al cambio del sistema electoral. (Alejandro Tapia/Corresponsal en Chile)