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Analistas se refieren a la ola de protestas como el renacer de la ‘primavera árabe’ marroquí

La rebelión de Rif agita a Marruecos

Una mujer camina por una calle de Chefchaouen, conocida como la ciudad azul y capital de la provincia del mismo nombre, en la región norteña de Rif marroquí.
Una mujer camina por una calle de Chefchaouen, conocida como la ciudad azul y capital de la provincia del mismo nombre, en la región norteña de Rif marroquí.
Foto: AFP
23 de junio de 2017 - 00:00 - Gorka Castillo. Corresponsal en Madrid

La bandera de la República del Rif es roja y tiene un rombo blanco en el centro con una media luna verde y una estrella de seis puntas en su interior. Es una enseña proscrita en Marruecos porque simboliza la identidad del pueblo bereber, una etnia no árabe del norte de África, como una entidad política independiente del reino alauí al que pertenece.

Aquella bandera que Abdelkrim el Jatabi mostró al mundo hace 91 años es, hace siete meses, el emblema de la mayor revuelta contra el poder absolutista del monarca Mohamed VI de Marruecos. Más incluso que el enquistado conflicto que mantiene en el Sahara con el Frente Polisario. Algunos hablan del renacer de aquella ‘primavera árabe’ en versión marroquí de 2011 que quedó diluida por razones nunca aclaradas.

El fuego bereber prendió en octubre en la localidad Alhucemas. La confusa muerte de un vendedor de pescado, triturado por un camión de basura horas después de discutir con la policía, causó una ola de protestas contra el régimen que ya han desbordado los límites montañosos que rodean Rif.

Lo que comenzó como una manifestación sin importancia contra la agresividad de las fuerzas de seguridad en esta región de Marruecos se extendió a la capital del país, donde el pasado 11 de junio miles de personas desafiaron al régimen exigiendo libertades y democracia frente al Parlamento.

Los expertos en este conflicto aseguran que el motivo principal de la propagación de la ira popular se encuentra en los errores en cadena cometidos por el poderoso Majzen, el estado en la sombra, en su intento por sofocar las protestas. Primero, con su indiferencia hacia las demandas bereberes sobre el reconocimiento de una identidad propia y una lengua, el tamazight, que ni siquiera es árabe; y después con la represión desproporcionada ejercida por los 25.000 miembros de las fuerzas de seguridad desplegadas en la provincia de Alhucemas cuya población, menores incluidos, apenas rebasa los 400.000 habitantes.

El resultado fue la detención e incomunicación de un centenar de personas, entre ellas el líder del movimiento Hirak al Rif, Nasser Zefzafi, sin que la indignación haya retrocedido un milímetro. Al contrario. “Por el momento no puede decirse que el régimen se encuentre en apuros. El hecho de que las manifestaciones se hayan trasladado a Rabat no significa que se trate de una reedición de aquella ‘primavera árabe’ que quedó interrumpida en 2011.

Solo los islamitas de Justicia y Espiritualidad (JyE), que rehúsan reconocer al rey como guía espiritual  de los musulmanes marroquíes, tienen capacidad de organización para impulsar una segunda ‘primavera árabe’. Pero hasta ahora se han mantenido al margen”, señala un destacado miembro de la diáspora que vive España, una de las más influyentes y combativas que existen fuera del país. Al grito de “Nasser, hermano, no te olvidamos”, “Todos somos Zefzafi” o “Viva el Rif”, grupos de rifeños se concentraron varias veces en la Puerta del Sol en los últimos meses.

Pero el Gobierno de Marruecos ha empezado a jugar sus bazas con la habilidad que lo caracteriza. Su estratégica situación fronteriza entre África y Europa facilita las cosas. Francia y España temen por encima de todo que una desestabilización política en la región pueda ser aprovechada por el yihadismo radical para burlar la exhaustiva vigilancia policial que hay en ambos lados del Estrecho de Gibraltar.

España no quiere más problemas de convivencia de los que ya tiene con la comunidad marroquí que vive en sus enclaves africanos Ceuta y Melilla. Francia, por su parte, ejerce una especie de protectorado histórico en Marruecos como lo demuestra que en 2011 fuera Nicolas Sarkozy que aconsejara a Mohamed VI cómo sortear con éxito la oleada de reivindicaciones “democratizadoras” que brotaban a su alrededor y que ahora Emmanuel Macron haya repetido la jugada con su fugaz visita a Rabat nada más llegar al Palacio del Elíseo, desbancando a la tradicional que los presidentes galos realizan a Argelia, su antigua colonia.

“Europa no quiere que haya países democráticos en el norte de África porque perjudica sus intereses. Lo demostró en Egipto y Libia”, afirma un activista rifeño que aduce razones de seguridad para no dar su nombre. Asegura con cierta despreocupación que los rifeños nacionalistas y quienes apoyan su causa se han convertido en la prioridad de los metódicos servicios secretos marroquíes desplegados en el exterior. “O al menos tanto como los islamitas radicales y los independentistas saharauis”, añade. El Majzen los acusa de alborotadores y antipatriotas financiados por su más enconado rival en la región, Argelia.  

Aunque tanto España como Francia guardan un respetuoso silencio sobre el conflicto en Rif, sus respectivas diplomacias suelen decir que Rabat “está intentando poner los medios para solucionar” las reivindicaciones bereberes de la manera más justa posible. El Ministerio español de Asuntos Exteriores, incluso, recalcó que Marruecos es un “modelo de estabilidad de la zona”. (I)

DATOS

Rif es una región montañosa de Marruecos y una de las zonas más verdes del país. Está ubicada en la parte norte y limita con el mar Mediterráneo, y se encuentra cerca de España.

La cordillera va desde la región más al oeste de Marruecos, llamada Yebala, hasta Kebdana, que es frontera con el país vecino, Argelia. A lo largo de sus 300 kilómetros se  creó un hábitat propio plagado de fantástica fauna, flora y tradiciones maravillosas entre sus pobladores, la mayoría son bereberes y árabes.

La zona del RIF es conformada por seis provincias marroquíes que son: Taza, Berkane, Driouch, Uchda, Nador y Alhucema. (I)   

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