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El Telégrafo
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Una movilización se prepara para hoy en Lima

La Cumbre de los Pueblos desnuda fisuras internas

Representantes indígenas de diferentes etnias participan en una ceremonia de celebración de la Madre Tierra, durante la inauguración de la Cumbre de los Pueblos, en Lima.  Foto: AFP
Representantes indígenas de diferentes etnias participan en una ceremonia de celebración de la Madre Tierra, durante la inauguración de la Cumbre de los Pueblos, en Lima. Foto: AFP
10 de diciembre de 2014 - 00:00 - Omar Jaén Lynch, desde Lima

Ironías planetarias. Miles llegaban a Lima para participar en actividades oficiales y paralelas a la Conferencia de las Partes (COP), para combatir el cambio climático, y la capital peruana, mejor dicho su ambiente, los castigaba con un sol que pegaba y duro. Después de dos días nublados y frescos, el inicio de la semana se mostraba  agreste con los visitantes.

El lunes era feriado. En Perú se celebraba el Día de la Inmaculada Concepción y los limeños se lanzaron a las calles a disfrutar del asueto, pero la cita de la COP 20 tenía convulsionada a la capital desde el 1 de diciembre y hoy -lunes- la situación no había mejorado. Al contrario, se estimaba que del 8 al 14 de diciembre el vértigo aumente por los cierres de las negociaciones del evento climático y todo lo que conllevaba (llegada de delegaciones oficiales, de grupos sindicales y sociales que ejercerán presión a los Estados). Pero ese día la atención se centró en el Parque de Exposiciones de Lima. Enclavado en el corazón de esta ciudad, el sitio -con capacidad para albergar a 25.000 personas, o al menos así afirmaba un letrero a su entrada- es la sede insignia de la Cumbre de los Pueblos frente al cambio climático, la respuesta civil a la COP 20. En este escenario, las organizaciones sociales realizarán más de 100 actividades (entre foros, mesas de debates, exposiciones fotográficas).

El lunes de feriado fue elegido para dar paso al acto de inauguración. Poco a poco el parque empezó a llenarse de campesinos, indígenas, sindicalistas, grupos juveniles, asociaciones defensoras de los derechos de las mujeres. Cada quien buscaba su árbol o estatua para protegerse del sol que a pesar de ya no castigar como unas horas antes, seguía siendo un peso extra para personas que, incluso, llevan días seguidos viajando desde distintos puntos de Perú y de la región.

La inauguración estaba prevista para las 17:00, pero a esa hora apenas un grupo musical probaba los  sonidos para el concierto que daría aproximadamente en dos horas. A las 18:00 el anfiteatro -según otro letrero dice que recibirá a 7.000 almas- apenas está ocupado un cuarto de su capacidad. Ya para las 18:30 un grupo de indígenas bolivianos copa la parte frontal de la platea con banderas arcoíris y con mantas llenas de hoja de coca que se consumieron a lo largo de la noche.

Al fin a las 19:00 comenzó el acto de manera formal -previamente hubo presentaciones artísticas-. Durante 24 minutos se pararon en la tarima una retahíla de representantes sociales. Aquí no había cómo perderse, el enemigo está identificado: el capitalismo. Este sistema social es embestido por duras críticas. “El capitalismo salvaje debe de terminarse en el mundo”, “Este capitalismo que está acabando con el planeta”, “El capitalismo está destruyendo las plazas de trabajo y es una amenaza para la soberanía alimentaria”, entre otras, son las frases aceptadas por los presentes a través de aplausos o con sonidos de caracolas.

Otro de los principales llamados es a la unidad de las organizaciones sociales. En la Plaza de Exposiciones no hay dudas de que en la COP 20 poco o nada se alcanzará a favor del planeta. Por eso se convoca desde la tarima a los presentes y a “otros más que están por venir” para congregarse en el Campo de Marte (centro de Lima) para marchar “en defensa de la Madre Tierra”. Todos comprometen su asistencia.

Silencio, algo de confusión entre los animadores del acto, sonido de interferencia en el micrófono, un organizador salió corriendo tras bastidores… Si bien había sido anunciada la presencia de la alcaldesa de Lima, Susana Villarán, y del burgomaestre de Bogotá, Gustavo Petro, no se los esperaba temprano en la tarima.

Ambos dignatarios seccionales salieron a saludar a los presentes, pero solo recibieron abucheos e insultos. Villarán tomó el micrófono e intentó hablar, pero no lo consiguió. Para este momento, los integrantes del colectivo denominado Caravana Climática (conformado por 23 jóvenes que partieron en un bus de México para participar en el COP y que denunció el supuesto acoso de las autoridades en su paso por Ecuador) habían ingresado  y ubicado en los bajos de la tarima para interrumpir los discursos.

La alcaldesa tenía preparado un discurso que en ningún momento pudo desarrollar. Después de protestas se limitó a agradecer la invitación, a dar la bienvenida a los foráneos y a retirarse de escena. Solo quedó un confundido Petro que se arriesgó a tomar el micrófono, pero que también recibió un rechazo similar al que sufrió su colega limeña. Los insultos más airados provinieron de la delegación de la ‘Familia ancestral Kunturkanki’. Uno de sus líderes, Atoq, profirió injurias de todo calibre. Sus gritos llamaron la atención de todos, de los propios organizadores de la Cumbre que decidieron enviar a un delegado para hacer callar al indígena. Pero nada lo detuvo. Luego los insultos fueron entre los propios participantes de la cita que, paradójicamente, busca la unión de sectores.

El discurso de Petro pasó a un segundo plano, solo será recordado que lanzó una invitación para que los alcaldes sudamericanos se reúnan en Bogotá en 2015 para tomar medidas contra el cambio climático.

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