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El Telégrafo
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Hugo Chávez no llegará a presidente, pero Maduro sí

Hugo Chávez no llegará a presidente, pero Maduro sí
13 de marzo de 2013 - 00:00

Conocí a Hugo Chávez en 1995 cuando, un año después de ser indultado en su país, fue recibido en La Habana por Fidel Castro como si fuera un jefe de Estado. 

Los corresponsales extranjeros en la isla no salíamos de nuestro asombro. ¿Cómo era posible que Fidel le rindiera honores a un militar latinoamericano que había organizado un golpe de Estado en 1992 contra el gobierno constitucional de Carlos Andrés Pérez? Fidel se guardó para sí la respuesta.

Dos años después la agencia de noticias ANSA me trasladó a Venezuela. Eran los inicios de 1997 y el entonces precandidato presidencial Hugo Chávez generaba más desconfianza que simpatía entre nosotros.

La Asociación de la Prensa Extranjera (APEX) decidió invitarlo a una rueda de prensa en la sede de la entidad y Chávez respondió el teléfono:
- Habla el futuro presidente de Venezuela, nos dijo.

La frase nos causó hilaridad. De más está decir que aceptó la invitación y sorteó todas las preguntas con amabilidad y simpatía, incluso aquellas de los periodistas que, como yo, estaban más preocupados por su pasado “golpista” que por sus planes de gobierno.

Un año antes de las elecciones de diciembre de 1998, un “think thank” italiano me encomendó que preparara un “dossier” sobre la situación económica de Venezuela y el futuro político de cara a los comicios. Los inversores -me dijeron- estaban preocupados por Chávez.

Me tomé muy en serio el trabajo, y decidí compartirlo con un corresponsal de una prestigiosa publicación económica internacional y una colega europea. La paga era muy buena y podíamos dividirla entre tres. Hicimos un concienzudo análisis económico y político. Y el párrafo final fue de antología. Decía más o menos así:
- “Lo único seguro es que, a un año de las elecciones, Hugo Chávez no será electo presidente”.

Me equivoqué con Chávez. Como también se equivocaron otros. Hebe de Bonafini, la presidenta de las Madres de Plaza de Mayo argentina, de visita en Caracas,  me decía que no quería saber nada “con ese milico golpista”. Años después, reconocería públicamente que estaba equivocada.

Volví a ver a Chávez varias veces más. Ya siendo corresponsal en Brasil, me lo crucé en una cumbre sudamericana en Brasilia. Me reconoció entre la maraña de reporteros que querían quitarle aunque sea unas palabras. Me miró fijo y me preguntó:
- ¿Y tú que haces aquí?
Le expliqué que mi agencia me había vuelto a trasladar de país y me invitó a acompañarlo en su recorrido hasta la suite del hotel donde se hospedaba la delegación colombiana con la que tendría una reunión bilateral. Le hice un breve reportaje y me despidió en el ascensor, en el tercer piso. Me dio un abrazo y me dijo:
- A ver cuando te veo por Caracas.
Nunca más volví a Venezuela desde que me fui en 1999.

Años después, un gran amigo cubano-venezolano llegó a Buenos Aires, mi nuevo destino, y quiso saludarme. Era su primera vez en Argentina y quería conocer la ciudad. Lo invité a pasear, le dije que le haría de guía de turismo.
- Pero estoy acompañando a una delegación de legisladores venezolanos - me dijo.
- Traélos - le contesté.
 Ese día llevé a pasear por La Boca, San Telmo y el centro de Buenos Aires a mi amigo y a tres legisladores venezolanos, entre quienes se destacaba un joven alto, corpulento, de unos 40 años.
- Nicolás - se presentó, dándome la mano.
 Esa noche les hice un asado en la terraza de mi casa. Invité a un gran amigo y escritor argentino, Diego Paszkowski.
- Y vos, a qué te dedicás? – le espetó mi amigo a Nicolás mientras ambos degustaban un chorizo.
- Yo? Soy el presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela - le contestó Nicolás.
Mi amigo se rió y contragolpeó:
- No, no, en serio, de qué trabajas?
Le tuve que explicar que era verdad, que ese hombre fortachón que estaba sentado en frente suyo en una cálida noche de Buenos Aires comiendo un asado era el presidente del Parlamento de Venezuela.
- Y va a llegar bien lejos - acoté. Nicolás Maduro sonrió y se fue esa noche agradecido por mi hospitalidad.

Una vez me equivoqué con Chávez. Pero la vida siempre nos da una segunda oportunidad.

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