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Duelo y conmoción en los Alpes suizos por la muerte de 22 escolares

Duelo y conmoción en los Alpes suizos por la muerte de 22 escolares
14 de marzo de 2012 - 14:49

Sión.-

El dolor y la impotencia han teñido de duelo el montañoso cantón del Valais, acostumbrado a las avalanchas y los accidentes de esquí, pero conmocionado hoy por el drama de la muerte en el accidente de un autobús de 22 escolares y 6 adultos que habían disfrutado de una semana en las nieves alpinas.

La jornada amaneció en el Valais, refugio de esquiadores y de amantes de la montaña, con un sol radiante y unas temperaturas primaverales que contrastaban con los escalofríos que atenazaban a autoridades políticas, policiales y médicas, y a los simples ciudadanos, que asumían el trágico balance del accidente.

Veintidós escolares perdieron la vida y otros veinticuatro se encuentran heridos -tres de ellos de extrema gravedad- al chocar anoche el autobús en el que viajaban de forma frontal con la pared de una de las salidas de emergencia de un túnel en la autopista A9.

"La muerte de un adulto es dramática, pero la pérdida de un niño, no hay palabras para definirla", resumió en rueda de prensa en la capital del Valais, Sion, el primer ministro belga, Elio Di Rupo, conmocionado por la magnitud de lo ocurrido.

"Estamos acostumbrados a los accidentes, a la pérdida de vidas, pero a un caso como éste, no. Cuando hay niños envueltos, se convierte en una tragedia", explicó el director médico de la organización cantonal suiza de socorro, Jean-Pierre Deslarzes.

"Cuando los equipos de emergencia entraron en el autocar se encontraron con menores heridos, con algunos mutilados y con muchos muertos. Esto, en el aspecto emocional, es muy duro, extremadamente duro, muchos quedaron fuertemente traumatizados", agregó.

Tal fue el golpe para las más de 200 personas que participaron en las labores de rescate que tuvo que establecerse un equipo de ayuda psicológica dedicada especialmente a ellos, y las autoridades, tanto suizas como belgas, tuvieron palabras de agradecimiento y de apoyo.

"Yo no puedo describir el apocalipsis al cual nos tuvimos que enfrentar. Al llegar, escuchamos los gritos de los niños. Los socorristas son fuertes, pero eso fue más allá de lo imaginable", comentó Alain Rittiner, conductor de ambulancia, que participó en la coordinación de las labores de rescate.

La pormenorizada descripción del trabajo de los socorristas contrastó con el total pudor y mutismo con la que las autoridades suizas y belgas trataron toda información relativa a las familias de las víctimas.

Hasta el momento no se sabe donde se ha instalado el centro de crisis para acogerlos, en un intento claro de evitar el acoso mediático a unas personas ya de por si traumatizadas.

Desde temprano se instaló un retén policial en la entrada del centro funerario de Sion donde se encontraban los cuerpos de los 28 muertos, 7 niños holandeses, 15 menores belgas y 6 adultos de esta misma nacionalidad, los dos conductores y los cuatro acompañantes de los escolares.

Los gendarmes apostados en la puerta ni confirmaban ni desmentían la llegada de los familiares, a pesar de que el portavoz de la policía cantonal, Vincent Fabre, informó a Efe de que para la identificación formal de los cadáveres, era necesaria la participación de los progenitores de los menores.

La misma duda se impuso durante horas sobre el destino del avión que transportaba desde Bruselas a los 116 familiares de los menores siniestrados, que viajaron acompañados de psicólogos.

La lógica indicaba que debían aterrizar en el pequeño aeropuerto mixto (civil y militar) de Sion, más acostumbrado a los aviones de combate y a los jets privados de los ricos esquiadores, que llegan por centenas en invierno, que a un avión militar repleto de padres rotos de dolor.

La otra opción era aterrizar en el aeropuerto internacional de Ginebra, a más de 160 kilómetros de Sion, pero más apto para poder trasladarlos sin ser filmados por las decenas de cámaras de televisión que acechaban desde temprano el aeródromo alpino.

Ginebra fue finalmente la opción elegida, y los parientes fueron trasladados por carretera en un autobús con vidrios oscuros hasta el Valais.

Fabre asumió horas después que la desinformación era parte de la estrategia para evitar que la prensa pudiera acercarse a los familiares.

De los 24 menores heridos -17 belgas, 3 holandeses, 1 polaco, 1 alemán, y 2 aún por identificar- 21 padecen lesiones que se curarán en las próximas semanas, según Deslarzes, mientras que 3 han sufrido traumatismos que podrían costarles la vida.

La autoridad judicial, con la ayuda de psicólogos, intentará en la medida de lo posible reconstruir los hechos con la ayuda de los menores supervivientes, mientras que espera que la autopsia del conductor y el análisis de las imágenes tomadas en el interior del túnel arrojen luz sobre las causas de lo ocurrido

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