Aunque la Iglesia católica ya permite a las mujeres celebrar casamientos y bautizos en casos excepcionales, según recoge el Código de Derecho Canónico, aún no pueden realizar estas funciones de manera ordinaria, como sí lo hacen los diáconos católicos. Ayer, el Papa Francisco creó una Comisión para estudiar el diaconado de las mujeres, sobre todo, en relación a su papel en los primeros siglos donde existió. Esta decisión divide a la Iglesia ya que supondría un giro histórico para la institución.

Los diáconos son el primer peldaño de la jerarquía católica y aunque pueden pronunciar sermones durante la misa y oficiar bautizos, bodas y funerales, no están autorizados a celebrar la eucaristía o a confesar a los fieles, como es el caso de los sacerdotes.

Según el Vaticano, la comisión, compuesta por 13 personas (entre ellas 6 mujeres), estudiará en especial el papel de las mujeres que ejercieron esta función durante “los primeros tiempos” de la Iglesia católica, pero hay también quienes esperan recomendaciones sobre cómo dar a las mujeres mayor protagonismo en la actualidad.

Según las últimas estadísticas disponibles, en 2014 la Iglesia contaba con 44.500 diáconos permanentes (para 415.000 sacerdotes), un 33% más que en 2005, esencialmente en América del Norte y en Europa. Con la medida se espera que el número aumente significativamente.

Fuentes eclesiales aseguraron al portal Europa Press que en España hay mujeres laicas que celebraron bautizos, según reza el artículo 861.2, que lo permite ante la ausencia o impedimento del ministro ordinario. No obstante, más excepcional es el caso de las bodas, ya que se debe obtener un permiso de la Conferencia Episcopal y de la Santa Sede, de acuerdo con el artículo 1.112 del Código.

“Donde no haya sacerdotes ni diáconos, el obispo diocesano, previo voto favorable de la Conferencia Episcopal y una licencia de la Santa Sede, puede delegar a laicos para que asistan a los matrimonios. Se debe elegir un laico idóneo, capaz de instruir a los contrayentes y apto para celebrar la liturgia matrimonial”, señala el documento.

En caso de que la Iglesia Católica aprobara la ordenación de diaconisas, las mujeres podrían celebrar estos sacramentos no solo en estas ocasiones puntuales sino de forma ordinaria.

El camino a dirigir la curia

La cuestión de las mujeres diáconas saltó al debate público el pasado mes de mayo, cuando el Papa Francisco se comprometió ante miles de religiosas de la Unión Internacional de las Superioras Generales (USIG), a crear una comisión para el estudio del diaconado permanente femenino. El pontífice trató de alentar la influencia teológica de las mujeres y ha repetido que una mujer podría en un futuro próximo dirigir un ministerio de la Curia.

Entre las 700.000 religiosas y las laicas (fieles que no forman parte del clero), las mujeres son mayoría entre las personas que trabajan de forma cotidiana en las parroquias, pero siempre permanecen subordinadas a un miembro masculino.

Juan Antonio Estrada, jesuita y catedrático de Filosofía de la Universidad de Granada, precisó que “la problemática de fondo es el papel de la mujer en la Iglesia y en los últimos años surgió la pregunta de si es posible un sacerdocio en la Iglesia”. Añadió que el Papa Francisco “tendría posibilidades de abrirse a un diaconado femenino” si se encontrara con “un consenso mayoritario en la Iglesia” tanto a nivel de la Comisión como en un futuro hipotético Sínodo.

En varias ocasiones el Papa expresó su voluntad de remediar la desigualdad entre hombres y mujeres en el ejercicio de responsabilidades en el seno de la Iglesia, pese a insistir en que no cree que las mujeres puedan ser sacerdotes, algo que también es rechazado categóricamente por algunos de sus predecesores. Para la historiadora Lucetta Scaraffia, la comisión representa una buena señal. “Es una comisión buena, equilibrada, con perfiles diversos, mujeres preparadas y de inclinaciones diferentes, tanto progresistas como conservadoras”. Sin adelantarse sobre la posibilidad de que el trabajo del órgano desemboque en la apertura del diaconado a las mujeres en la Iglesia, consideró que la medida es “alentadora”. (I)

DATOS

El término diaconisa surgió en Siria oriental y Constantinopla, donde se atestigua un ministerio eclesial específico atribuido a las mujeres.

En el año 240 aparecen por primera vez en un documento eclesiástico, aunque sin carácter oficial: la Didascalia de los Apóstoles.

En el siglo X ya no se nombra a las diaconisas más que en unión con instituciones de beneficencia. Un autor jacobita constata que “en tiempos antiguos se ordenaba a las diaconisas” pero que “cuando la religión se extendió y se decidió administrar el bautismo a los niños, dicha función fue abolida”.

En el siglo XII, el patriarca Miguel de Antioquía observa: “Hoy día no se ordena a diaconisas, aunque se llame así a aquellas que forman parte de las comunidades religiosas”.

Dentro de la Iglesia católica existen dos clases de diáconos: Los transitorios, que son estudiantes en tránsito hacia el presbiterado (tercera de las órdenes sacerdotales). Los permanentes, orden conferida a hombres casados. Quien es ordenado diácono siendo soltero se compromete al celibato permanente.  

Las funciones son: Proclamar el evangelio, predicar y asistir en el altar, administrar el sacramento del bautismo, presidir la  celebración de matrimonio. Conferir la bendición de los fieles y del agua.

También puede dirigir la administración de alguna parroquia, presidir la celebración de la misa dominical, aunque no consagrar la eucaristía, lo cual corresponde a presbíteros y obispos.