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Tienen su propio ADN, se dividen como bacterias y a veces reaccionan a los antibióticos

Las mitocondrias, esos extraños órganos que viven dentro de las células humanas

Ilustración de un corte transversal de una célula animal. Cortesía: Internet
Ilustración de un corte transversal de una célula animal. Cortesía: Internet
08 de marzo de 2015 - 00:00 - María Eulalia Silva

Nuestro organismo tiene órganos y funciones de lo más extrañas, algunas de ellas fuera de toda lógica. Y eso es porque la naturaleza lo fue construyendo con lo que tenía a mano. El mejor ejemplo es el cerebro, que se fue construyendo sobre la marcha, reciclándose para adaptarse a las necesidades evolutivas humanas. Lo han ido probando investigaciones neurológicas cada vez más complejas.

Acaba de publicarse un estudio en el que se demuestra que los seres humanos leemos utilizando circuitos cerebrales primitivos, que originalmente servían para reconocer caras y objetos.

El hecho de que hoy podamos hacer impresionantes descubrimientos empleando el cerebro, nacido hace millones de años para cumplir funciones vitales tan mínimas como conseguir alimentos, escapar de los peligros y reproducirnos es otra prueba concluyente de que el ser humano tiene un funcionamiento complejo.

Pero tal vez lo más extraño de nuestro organismo sea la existencia de las mitocondrias. Para refrescar lo que estudiamos en el colegio, las mitocondrias son unos pequeños órganos que viven dentro de cada una de nuestras células -excepto los glóbulos rojos-, y se encargan de proveerles de energía. Son las diminutas pilas de nuestro cuerpo y sin ellas probablemente la vida en el planeta no sería más que una espesa sopa de bacterias. Y por supuesto, los seres humanos no existiríamos.

Hay en promedio un millar en cada célula, y lo más asombroso de ellas es que no guardan ningún parentesco con nosotros. Tienen su propio ADN, se reproducen a un ritmo diferente al de nuestras células, se dividen como bacterias y a veces reaccionan a los antibióticos como si fuesen bacterias. Sí, leyeron bien: llegaron de afuera y se quedaron a vivir en las células de las personas y los animales.

Todo comenzó hace unos 1.500 millones de años. Por entonces, la vida en el planeta se reducía a varios tipos de bacterias que se reproducían creando copias de sí mismas y dividiéndose. Y aunque su tamaño era microscópico, unas eran más grandes que otras. Por algún accidente, una de estas bacterias se tragó entera a otra bacteria diferente, pero en lugar de digerirla empezaron a vivir juntas.

A ambas les resultó conveniente: la que tenía contacto con el exterior le proveía comida, y la que vivía adentro convertía una parte de esos alimentos en energía utilizando oxígeno. Y hasta hoy, casi todo lo que comemos es para alimentar a las mitocondrias. Así nacieron los primeros organismos complejos, con división de tareas.

Algo similar sucedió con otra célula primitiva, que devoró una cianobacteria, un organismo capaz de extraer energía del Sol y realizar la fotosíntesis liberando oxígeno a la atmósfera. Esto originó el orgánulo llamado cloroplasto que hizo posible el nacimiento de las células vegetales, es decir, las plantas. (...continúa)

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