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Las opciones de Brasil en la nueva economía política internacional

Las opciones de Brasil en la nueva economía política internacional
09 de junio de 2014 - 00:00 - Juan Fernando Terán

Un un mundo sin una potencia incontestable, ‘el orden internacional’ está resolviéndose mediante hegemonías acotadas. Hasta hace poco tiempo, el término BRICS denotaba el escenario multipolar constituido por los ‘regionalismos’ organizados alrededor de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. En la segunda década del siglo XXI, sin embargo, estos países ya no son meras economías ‘emergentes’ con alcances geopolíticos restringidos.

A fines de 2013, China alteró una vez más el curso evolutivo del capitalismo. Para preservar la estabilidad de su sistema político a largo plazo, China se propone convertir a centenares de millones de habitantes en consumidores y productores. Para tal efecto, se transitará desde un crecimiento basado en la exportación de manufacturas de baja o mediana intensidad tecnológica hacia un crecimiento basado en los servicios y en la ampliación del consumo interno. Acompañando a este gran objetivo macroeconómico, se plantea ampliar la disponibilidad de vivienda social, fomentar la concentración poblacional en las ciudades y privilegiar los usos más rentables de los suelos. Todos estos aspectos alteran los proyectos de inserción internacional enarbolados en los países latinoamericanos.

La prudente apertura brasilera será rentable

Históricamente, Brasil se ha concebido a sí mismo como un país que es y será protagónico al interior de la comunidad internacional. Además de moldear su política exterior, esta autopercepción le ha permitido preservar amplios márgenes de maniobra para facilitar y legitimar su ascenso dentro y fuera de su región de influencia inmediata. Tal comportamiento tiene 2 expresiones concretas.

En el ámbito económico, Brasil ha operado como un freno a las modalidades de libre comercio favorecidas desde Estados Unidos y la Comunidad Europea. Debido a las magnitudes de su población, su territorio y sus recursos, Brasil logró consolidar una identidad negociadora que precautela la capacidad del Estado para decidir las acciones y políticas más afines a sus intereses.

En el ámbito político, Brasil ha postulado su liderazgo como un factor para lograr el equilibrio de poder. Este objetivo implica, por definición, evitar el predominio de un Estado. Este motivo subyace bajo acciones que van desde el apoyo a la resolución de los conflictos limítrofes de sus países vecinos hasta el mantenimiento de relaciones cercanas, pero autónomas, con Venezuela.

Como legado de esta trayectoria, Brasil cuenta con condiciones favorables para su consolidación como un actor global mediante un manejo inteligente de las relaciones económicas hacia el este y el oeste de su territorio. Si así sucede, aquel país podría diversificar su estructura productiva y generar opciones para la coexistencia de diversas formas de economías en su interior. Esto no implicará perder poderío ni abandonar la integración sur-sur. No obstante, si se prevén ajustes.

 

Lo que viene después del ‘superciclo de commodities’

 

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Durante los últimos 15 años, el Mercosur (Mercador Común del Sur) no logró perfeccionarse como esquema de integración. Al margen de otros factores, esta deficiencia no pudo ser superada debido a la demanda extraordinaria de bienes primarios cuyos altos precios alentaron una ‘reprimarización’ de las economías. Esto no facilitó el desarrollo de complementariedades industriales entre sus países. Por ello, haya o no concluido el boom de los bienes primarios, Brasil no mira exclusivamente hacia el Mercosur. 

 

 

09-06-2014 GRAF2 NEXOS-MQM

En China, la transición macroeconómica está acompañada por otras tendencias que incentivan a Brasil a direccionar sus esfuerzos hacia el Asia Pacífico. Además de convertirse paulatinamente en una moneda de reserva apetecida, el renminbi camina hacia una apreciación inevitable. Conforme esto suceda, la competitividad de las manufacturas chinas disminuirá. Se abrirán así nichos para las manufacturas de aquellos países que han logrado preservar una política monetaria soberana y una capacidad industrial importante. Y este es el caso de Brasil a pesar de su reprimarización.

Por otra parte, aunque cuenta con capitales y tecnología en abundancia, China enfrenta límites insalvables para expandir su frontera agrícola y para alcanzar seguridad energética a partir de sus recursos domésticos. Inevitablemente, debido al tamaño de su población, su nuevo modelo de crecimiento ‘desde adentro’ mantendrá una demanda alta de bienes primarios y energéticos; para esto, también, Brasil tiene opciones de respuesta.

En los años venideros, el comercio con China será un estímulo permanente para las inversiones y la producción doméstica de alimentos, minerales, materias primas, biocombustibles y petróleo. Si estos sectores logran expandirse efectivamente, se consolidará una relación de interdependencia entre un país que no podrá evitar comprar volúmenes crecientes de mercancías básicas (China) y un país que sí puede adaptarse para vender mercancías en escalas cada vez más crecientes (Brasil). De hecho, esta complementariedad ya es apreciable. Entre 2003 y 2013, el comercio bilateral aumentó de $ 6 a $ 90 mil millones. China ya es el principal destino de las exportaciones brasileras.

El gráfico 1 muestra la variación porcentual de las exportaciones a diferentes destinos. Las ventas brasileñas a Asia registraron el mayor crecimiento (9%) y a Estados Unidos, la caída más pronunciada (-8%). En el gráfico 2 es posible apreciar las principales exportaciones de Brasil hacia los otros países que forman los BRICS. Los recursos naturales (soja, mineral de hierro y petróleo) concentran el mayor porcentaje de exportaciones.

El oportuno giro hacia África

Gracias a los rasgos de continuidad que la presidenta Dilma Rousseff mantuvo en la política exterior iniciada por Luiz Inácio Lula da Silva, el viejo nacionalismo brasileño ha sido reemplazado por un proyecto de construcción nacional que afirma la importancia del relacionamiento económico y político con los países de menor desarrollo relativo.

Hacia adentro y hacia afuera, Brasil está proponiéndose como el nodo articulador de una gran integración sur-sur transcontinental. En esta posibilidad, precisamente, Brasil busca sustentar su poder de negociación global.

Mucho antes del boom de los precios de los bienes primarios, el coloso latinoamericano concibió su acercamiento hacia África como parte de una estrategia que le permitiera eventualmente aprovechar a plenitud sus abundantes y subutilizados recursos en tierra y trabajo.

Aumentando su cooperación técnica, sus inversiones directas y sus flujos mercantiles hacia los países africanos, Brasil está generando nuevos mercados donde colocará productos con baja y mediana intensidad tecnológica, esto es, bienes que suelen ser manufacturados por pequeñas y medianas empresas. De esta manera, la política exterior brasileña hacia África complementa y amplía las posibilidades de realización de aquellas políticas domésticas dirigidas a la promoción de nuevos emprendimientos favorables para los sectores sociales de menores ingresos. Y en esto radica la fortaleza y la coherencia brasileña.

Las elecciones presidenciales de octubre serán decisivas

 

Brasil cuenta con condiciones favorables para su consolidación como un actor global mediante un manejo inteligente de sus relaciones económicas hacia el este y hacia el oeste de su territorio.

Para alcanzar sus aspiraciones históricas, Brasil deberá enfrentar factores limitantes que provienen de la dinámica de los procesos políticos internos que le impiden saldar algunas deudas sociales. Si bien los gobiernos progresistas esbozaron una modernidad alternativa, las oligarquías de la tierra han logrado mantenerse en el poder legislativo y subnacional. En su afán por acaparar las rentas derivadas de los recursos naturales, aquellas le han negado a la población brasileña oportunidades para trabajar con dignidad, para obtener mejores ingresos y para acceder a la tierra.

El comportamiento rentista coarta las oportunidades abiertas por las transformaciones mundiales. Sin una mejora sustancial a la distribución del ingreso, Brasil no podrá aumentar la productividad del trabajo. En última instancia, este aumento es la base del comercio internacional. Ampliar la productividad laboral, empero, no será posible sin garantizar la reproducción social mediante un Estado que pueda mejorar los salarios, proveer bienes públicos y construir viviendas para todos. China lo entendió. ¿Lo hará Brasil? Un atisbo de respuesta aparecerá en octubre cuando los brasileños decidan si Dilma continúa o no como presidenta del país ‘bonito por naturaleza’ .

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