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El Telégrafo
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Un viaje para aprender de los huao (Galería)

Un viaje para aprender de los huao (Galería)
18 de enero de 2015 - 00:00 - Makuteros-Family Run

Queridas amigos y familia:

Vivimos con mucha intensidad nuestro viaje por Ecuador. Solo llevamos 3 semanas de ruta pero hemos vivido tantas cosas que parece que fue hace meses cuando cerramos la puerta de nuestra casa en España, para empezar esta segunda edición de Makuteros Family Run.

No sabíamos muy bien qué íbamos a encontrar en la Selva de Yasuní cuando decidimos recorrer esta zona de la cuenca amazónica de Ecuador. Nosotros, en otros países, ya habíamos estado en la selva, así que buscamos un tour que diera un paso más allá de la vegetación exuberante y la fauna tropical, características del entorno selvático. Desde Quito volamos a Coca. ¿Destino final? Yasuní. Tras analizar varias agencias dimos con Tropic Journeys in Nature, una agencia que tiene acuerdos de ecoturismo y turismo responsable, con los Waoranis, las comunidades nativas que viven a orillas del río Shiripuno, que vierte sus aguas en el río del Napo —el más largo de Ecuador y afluente del Amazonas. El guía que tuvimos, Xavi, excepcional, y el Adventure Camp Ecolodge nos encantó.

Acampas en unas plataformas en medio de la jungla. Nos entregaron, además de muchísima información útil antes de iniciar el viaje, un pequeño diccionario waorani-español y botas de agua para andar por la selva —necesarias dado el barrizal que tienes que atravesar a veces.

¿En qué se traduce el turismo sostenible?

Tropic Journeys entrega un 70% de los ingresos del ecoturismo a las 5 comunidades que se visitan, el 30% restante se destina a gastos de administración, publicidad y funcionamiento de la agencia.

Tropic Ecological Adventures es la única agencia que desde hace 7 años tiene un acuerdo con los huaos (como dicen ellos), para traer grupos reducidos de turistas a estas comunidades del Yasuní. De hecho viajas con 2 guías, uno de la agencia y otro waorani, y todo el personal del EcoCamp es local. Los guías son excepcionales y te cuentan muchísimas cosas sobre la cultura, fauna, flora e historia del Yasuní. De hecho, el último día haces el Toxic Tour, en el que se ahonda sobre el tema del impacto que está teniendo la explotación petrolera en esta zona y en sus habitantes. Muy interesante a la vez que demoledor.

Tal como te aclaran, no se trata de organizar un parque temático cuando llegas a la comunidad. Estas comunidades ya fueron contactadas hace años y muchas mujeres, por ejemplo, visten con camiseta y pantalones cortos (otras todavía llevan las faldas tradicionales). Simplemente cuando llegas participas de su día a día y de lo que estén haciendo en ese momento.

Se respetan al máximo la naturaleza y los animales que encuentras. Ranitas, arañas, peces, tortugas, gallinazos reales (los cóndores del Amazonas),... por algo, la selva del Yasuní es uno de los 10 lugares con más biodiversidad del planeta: 500 especies de aves, 62 de serpientes, 100 de anfibios y 173 de mamíferos censadas.

Cada día es posible visitar una comunidad diferente, accedes a ellas en canoa. Recuerdo en especial la Nenquepare, porque nos adentramos, de la mano del jefe del poblado, en la selva y nos enseñó cómo cazan, cómo confeccionan sus flechas con veneno curare y afilan con dientes de piraña. No sales de caza con ellos realmente. El ruido que hacemos al andar comparado con su sigilo espantaría a cualquier presa, además ellos solo salen a cazar 1 o 2 veces al mes cuando han tenido un sueño propicio. Es alucinante caminar por la selva de su mano; aprender sus técnicas; soplar una cerbatana —suelen medir más de 2 metros— elaboradas con palma pambil atada con corteza de liana y sellada con cera de abeja; fabricar cestos con hojas de palmera para transportar las presas y arrojar sus lanzas para cazar animales.

Las mujeres waoranis se dedican a la chacra (el huerto), a los niños, a preparar la comida y a elaborar artesanías. Desde colmillos de chancho salvaje hasta cajas de resonancia de monos, todo sirve para elaborar bolsos, pulseras y collares con fibras naturales. Son muy cantarinas y enseguida cantan y bailan. Las canciones y los pasos siguen siempre un mismo ritmo así que es muy fácil unirse a la comparsa.

La hermana de nuestro guía waorani se llama Eve. Era alegre y no paraba de hablarnos, claro está, no entendíamos nada. Eso sí, hay una palabra en waorani que aprendimos guaponi, utilizada para decir “hola, qué tal, gracias, bien, ok”. Así que, con nuestros guaponi, guaponi hemos conseguido arrancarles muchas sonrisas.

Ninguna de las comunidades del Yasuní desarrolló la escritura. La enseñanza es oral, basada en leyendas. Recuerdo, en especial, la de La ceiba y la arpía. El waorani que narra la historia por la noche, a la luz de una hoguera, repite constantemente la misma idea y da vueltas y vueltas sobre lo mismo. Después de 20 minutos, ansiosos por conocer el avance de la historia, le preguntamos cómo seguía. Su respuesta: “Ahora va, ahora va”. Para nuestra sorpresa volvió a comenzar la narración, ¡desde cero! La leyenda se podría resumir en 10 frases. Aquí la noción del tiempo y de la urgencia no tiene nada que ver con la nuestra. En la sociedad del ‘desarrollo’ estamos acostumbrados al consumo rápido de contenidos. Recibimos al día cientos de impactos de anuncios, noticias, fotos, mensajes… En la selva el tiempo transcurre despacio, al compás de las horas de luz, sin prisas.

Tuvimos la suerte de que en una de las comunidades se hubiera cazado un chancho (jabalí pequeño), unos días antes de nuestra llegada. Entre todas las familias repartimos la presa. Compartimos la cabeza con una de ellas. Simplemente cocida con sal y yucas (la patata del Yasuní). Comimos de la cazuela directamente, en el suelo, arrancando pedazos con la mano y puedo decir que lo que quedó al final fue la pura calavera del animal.

En esta comunidad tienen perros, pero también monos. Normalmente son crías de presas cazadas que los niños huao ‘adoptan’ hasta que crecen y vuelven a la selva. Candela y Mateo disfrutaron mucho llevando todo el día a los monitos encima de sus cabezas o en el regazo. Los animales hicieron sus necesidades varias veces encima de ellos, el precio que hay que pagar por tener mascotas mono, supongo.

Además de compartir tiempo con las comunidades fuimos a bañarnos en una cascada de esas que quitan la respiración. Ni en la película El Lago Azul había lugares tan mágicos y les aseguro que en todos estos años de viajeros hemos visto muchas cascadas. De camino probamos hormigas del árbol de limón, a mí se me durmió la punta de la lengua. Y Xavi, el guía, nos enseñó un hongo diminuto que contiene un líquido espeso, un analgésico natural que los waoranis utilizan para curar el dolor de oídos.

A aquellos que se preocupan por viajar con los niños a regiones plagadas de mosquitos, les comentamos que esta zona está libre de malaria. De hecho, ¡no había ni un mosquito! Al parecer, se debe a que, en esta región el río fluye rápido, porque está relativamente cerca de la falda de los Andes. En zonas más bajas, donde el río pasa a llamarse Aguas Negras, el líquido vital se estanca y es zona de mosquitos, reptiles e incluso anacondas. Sin duda, les recomendamos a todos que si viajan a Ecuador, no duden en destinar parte del viaje a conocer el Yasuní de la mano de esta agencia. Es una experiencia antropológica y de naturaleza increíble que todos disfrutamos a tope como niños. Ha sido una de las mejores aventuras que hemos vivido en nuestros viajes de Family Run. Es necesario apoyar estrategias de desarrollo de estas comunidades de la selva ecuatoriana. De esta manera, el conocimiento ancestral de las tribus waoranis no se perderá y, además, se logrará su adaptación.

De vuelta al Coca nos dirigimos al mercado. Habíamos oído hablar sobre una comida muy típica de la zona: los mallones. Son unos gusanos gordos, con una piel dura como el caucho. Los hacen a la brasa y te los sirven en un pinchito. Por dentro son líquidos. A mí personalmente no me gustaron mucho, tenían un sabor entre mantequilla rancia y queso.

La cabeza tenía algunos pelillos y era crujiente. Bueno, ya sabéis que probar de todo es una parte importante de la experiencia familiar en nuestros viajes. ¿Repetiría mallones? Pues probablemente no. ¿Hay que probarlos?, la respuesta es sí.

Para todos aquellos que les guste la aventura y queráis descubrir otra forma de viajar en familia, los invitamos a ver nuestros videos de viajes, disponibles en el Canal Makuteros, de YouTube. Donde podréis disfrutar de la primera temporada que nos llevó desde China hasta Australia, y la segunda ruta, por Sudamérica, que estamos ahora editando. También podéis seguirnos en las redes sociales.

Bajo el nombre de Makuteros Family Run se esconden Sonia, Antonio, Candela y Mateo: una familia inquieta y viajera. Viajaron del norte de China hasta el sur de Australia. Un viaje que grabaron y convirtieron en webserie.

Lo que más nos gustó durante este periplo

• Mamá
Convivencia con las tribus

• Papá
Aprender técnicas de caza

• Candela
Los monos mascota de los niños waoranis

• Mateo
Hacer fuego con 2 palos

Síguelos en:

Twitter: @makuteros

Facebook: Makuteros-FamilyRun

Youtube: Canal Makuteros

Blog: Makuteros Family Run Blog

Google+: Makuteros

Los animamos a compartir algo sobre la selva del Yasuni: recomendaciones de qué ver, hacer, dormir, comer, fotos, tiendas, museos, etc., con este hashtag #MFRCondor. Publicaremos los mejores comentarios y fotos en Facebook.

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