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Un viaje familiar para descubrir varios proyectos sociales (Galería)
Queridas amigas y familia:
Dejamos Quito y dirigimos nuestros pies al norte, a Otavalo. Situado a una hora y media en autobús de la capital ecuatoriana. Hemos tenido mucha suerte porque llegamos justo en la celebración del solsticio de verano y su fiesta más representativa el Inti Raymi, algo así como las fiestas de San Juan para nosotros que nacimos en España , aunque hemos venido hasta aquí, a Otavalo, atraídos por algo más tierno. Visitaremos varios proyectos sociales que se desarrollan en la zona. Traemos con nosotros un regalo para unos niños muy especiales.
En esta segunda edición de nuestra serie de viajes de TV, Makuteros Family Run, queríamos que nuestros hijos Candela y Mateo, tomaran conciencia de que hay otros niños que no tienen la misma suerte que ellos y que viven realidades muy diferentes a la suya.
Como sabéis creemos que viajar es el mejor complemento posible a la escuela. En los meses previos al viaje, contactamos con la ONG familiar Guaguacuna, (que traducido del kichwa quiere decir “niños”). Su labor se centra en la infancia, ya que considera que son los niños quienes tienen más posibilidades de poder cambiar su propio destino y el de su país. Estuvimos hablando por teléfono y escribiéndonos un tiempo antes de iniciar esta segunda aventura de viajes que hemos bautizado como ‘La Ruta del Cóndor’. Nuestra idea era poder conocer desde adentro estos proyectos. A nuestra llegada a la estación del autobús de Otavalo nos recogió Óscar, un cooperante alicantino que ha sido nuestro enlace con todos los proyectos, y Omar, el coordinador ecuatoriano de Guaguacuna.
Con el equipaje cargado en el maletero del coche, cruzamos esta población, que una vez más evoca nuestros gratos recuerdos de hace 5 años. Aparcado el vehículo, visitamos uno de los primeros proyectos que esta organización tiene situado en la misma Plaza de Armas, pegado a la iglesia de San Francisco. Es un comedor social abierto durante 2013 destinado a la atención de las necesidades más básicas de los ancianos y las madres sin recursos. Tengo que deciros que nosotros, en principio, solo queríamos visitar proyectos dedicados a la infancia, así que cuando en Guaguacuna nos hablaron de este comedor social de abuelitos, éramos reticentes a la idea de conocer esta parte de la ONG. Tengo que decir que visitar este este lugar fue lo mejor del viaje a Otavalo.
Empezamos a preocuparnos por el alojamiento y preguntamos a Omar sobre nuestro lugar de descanso. Cuando hablamos de ello con Mónica Bevia, la coordinadora española de Guaguacuna, nos propuso alojarnos en un proyecto situado en San Pablo de la Laguna, a unos kilómetros de Otavalo. Omar realiza unas cuantas llamadas y todo se soluciona. Es una curiosa manera de entender la cotidianidad de la vida.
Óscar nos propone ir a conocer a Héctor, el doctor que durante los meses de verano atenderá las necesidades médicas de forma gratuita a quien requiera de su ayuda. Ya lleva 8 veranos dedicado a prestar sus servicios médicos de manera altruista, en proyectos de este tipo en África y Sudamérica. Es curioso conocer la vida de las personas que deciden, sin obligación alguna, dedicarse a ayudar a los demás. Óscar que no llega a los 40 años, tiene una vida espiritual muy agudizada, orientada al budismo y la meditación. A los niños les gusta que les cuente “parábolas”, cuentos, aprendidos en sus años en los templos budistas. Al llegar al hotel conocemos por fin al médico, a Héctor. Es un ginecólogo valenciano, de aspecto delgado y muy vivaz que, en seguida, nos recibe a todos con un fuerte abrazo. Desborda paz, serenidad, sabiduría y energía positiva.
Nos cuenta que todavía tiene sensación de mal de altura y que ha pasado días con intensos dolores de cabeza. Nosotros ya hemos pasado por ese episodio de adaptación y estamos completamente operativos, incluso el jet lag, ha quedado relegado en nuestros biorritmos.
Héctor y Óscar nos acompañan al proyecto donde nos vamos a alojar los Makuteros los próximos días, se llama Juvilus (Juntos por la Vida en la Lucha contra el Sida). El promotor del programa es un franciscano llamado Alfonso Castells. Hace años descubrió, con mucha tristeza, cómo muchos niños seropositivos de todo Ecuador eran abandonados por sus familias, normalmente en hospitales. Son niños que han heredado de sus padres el virus y lo tienen en su organismo, pero tú puedes ser seropositivo toda tu vida y nunca desarrollar la fase final de la enfermedad, que sería el temido VIH, si te medicas. Es como si tienes diabetes, algo crónico que hay que tratar pero, con los cuidados necesarios, puedes convivir con ello toda tu vida. Los padres abandonan a estos niños por incultura, supongo que creen que el virus se contagia igual que se contagia un resfriado. Es muy triste. Bueno, pues el padre Alfonso decidió hacerse cargo de estos niños y darles un hogar y educación. Llegamos a Juvilus. La llegada es extraña, pero familiar. El edificio es un antiguo convento teresiano muy grande que una ex-primera dama ecuatoriana, cedió al padre Alfonso para desarrollar este proyecto tan admirable. Comenzó su andadura solo con 2 niños, pero actualmente en Juvilus hay más de 20 chicos de diversas edades.
Bajamos unas escaleras y llegamos a un comedor enorme donde el bullicio propio de niños, impera en la sala. Una mesa vacía con 8 servicios nos espera. En ella está sentado un hombre cano, con gafas y cara curtida que, al levantar la mirada, deja entrever unos ojos llenos de bondad y amabilidad.
Los niños del proyecto nos miran con cara de curiosidad, están acostumbrados a conocer voluntarios, pero creo que somos la primera familia voluntaria que viene con 2 niños de su edad. Literalmente, alucinan con la estampa. Perplejos unos comen la cena y otros se levantan y nos empiezan a dar abrazos. Son niños súper cariñosos, esas miradas llenas de sinceridad y los mimos que nos regalan nos desarman. Una vez más la realidad supera las expectativas. Cuando nos hablaron de alojarnos en Juvilus esperábamos encontrar algo así como un orfanato frío, con niños débiles y enfermos. Tipo los que ves en las películas. En su lugar, descubrimos un auténtico hogar. Bonito, cálido, alegre, con niños felices… es como estar en una gran familia. Candela y Mateo están contentísimos de tener 20 hermanitos con los que poder jugar los próximos 5 días. En seguida piden permiso para desaparecer junto a ellos. Están ansiosos por ver toda la casa, sus habitaciones, los juegos, los dibujos… Nosotros, mientras tanto, rendimos honores a la rica cena y aprovechamos para saber más sobre el padre Alfonso y el proyecto Juvilus.
Averiguamos sobre su ascendencia española, sobre su dedicación franciscana y profundizamos sobre las piedras que, con el paso de los años, han ido apareciendo en su camino.
Al día siguiente, nos levantamos llenos de energía, pero nuestra sorpresa es mayúscula: Candela y Mateo, han bajado ya, hace un buen rato, a la cocina para compartir el desayuno con sus recién hallados amigos antes de que estos se vayan a clase. Están felices de estar allí con Pepe, Francisco, Jackson, Isabel, Judith, Sebas… Es increíble comprobar que, cuando somos niños, tenemos esa capacidad de adaptación mayúscula a lo que nos rodea y en seguida hacemos amiguitos. Esta “inocencia” se va perdiendo con los años.
La hora del desayuno imprime la alegría mañanera de una casa bien avenida. Eso sí, con una disciplina militar y mucha organización el Padre Alfonso, reparte y se asegura de que cada uno tome la medicación correspondiente. Los más mayores, ahora sí, se ocupan de los más pequeños a la hora de apurarles en el desayuno y en la preparación para ir al cole. El sacerdote tiene que realizar 2 viajes en furgoneta para poder llevar a todos a la escuela. Nos quedamos de nuevo anonadados con la fortaleza de este hombre, convertido en súperhombre a nuestros ojos. Ya es, muchas veces, duro ser padre de 2 niños, así que ejercer esta labor para ¡más de 20! es encomiable. Hace de padre, madre, profesor y cuidador. Todo en uno. ¿Os imagináis lo que cuesta vestir, cuidar y alimentar a todos estos niños? El padre Alfonso es un hombre inteligente y emprendedor, así que, él solito, ha montado 3 microempresas que financian el proyecto Juvilus. Una granja de cuyes, otra de cerdos y un restaurante. A media mañana nos vienen a buscar a San Pablo Omar y Héctor, vamos a pasar el día de hoy visitando proyectos de Guaguacuna: una guardería y una escuela situada en una pequeña población aledaña a Otavalo.
El proyecto de Guaguacuna comenzó hace años y ha crecido de manera significativa. Después de reafirmar el éxito de este proyecto, abandonamos la guardería. Es sábado por la mañana y nos levantamos a las 5:30 para tomar un autobús que nos lleve hasta Otavalo.
Durante las primeras horas del día tiene lugar, en las afueras del municipio, el mercado de animales; se compran y venden todo tipo de animales domésticos: vacas, toros, ovejas, corderos, gallos de pelea, gallinas, cuyes, chanchos, llamas, perros, gatos, caballos… Los niños alucinan. Luego nos dirigimos hacia el mercado de artesanías más grande de Latinoamérica, que también tiene lugar los sábados en Otavalo. Coincide nuestro paso con una celebración muy particular, el Inti Raymi, la festividad indígena del solsticio de verano.
En nuestra última tarde en Otavalo, visitamos la cascada de Peguche. A la mañana siguiente el dolor de nuestra marcha hace mella en el ánimo.
Con lágrimas en los ojos decimos adiós a Otavalo. Para quienes gusten de la aventura y la queráis descubrir otra forma de Viajar en Familia, los invitamos a ver nuestros videos en el Canal Makuteros de YouTube. Podréis disfrutar de la primera Temporada que nos llevó desde China hasta Australia.