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El Telégrafo
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Un viaje de 6 meses por el país de lo desconocido: Papúa, Nueva Guinea (Galería)

Un viaje de 6 meses por el país de lo desconocido: Papúa, Nueva Guinea (Galería)
07 de septiembre de 2014 - 00:00 - Anne-Laure Bouchet

Cuando crucé la frontera terrestre entre Indonesia y Papúa Nueva Guinea, un hombre me dio la bienvenida con la siguiente frase: “Bienvenida a la tierra de lo inesperado”. Aún no sabía qué tan ciertas eran estas palabras.

Pero después de recorrer esta tierra durante 6 meses, puedo asegurar que esta frase que sonó como un eslogan publicitario esconde una realidad. Todo lo que uno puede imaginar puede suceder en esta región. Papúa Nueva Guinea se encuentra a solo 200 kilómetros al norte de Australia. La isla está divida en 2: Papúa Occidental que pertenece a Indonesia y Papúa Nueva Guinea, un Estado independiente desde 1975.

El país todavía tiene una imagen muy negativa en el extranjero por la violencia desatada debido a las guerras tribales que siguen agitando al país. En efecto, las tribus no conviven siempre en paz; las guerras y las tensiones entre clanes y grupos son comunes.

Hasta hace poco, los pueblos se enfrentaban con arcos, flechas y lanzas. Ahora, las armas de fuego reemplazan a menudo los machetes y las víctimas de estos conflictos son casi cotidianas.

Con esta reputación, pocos turistas se arriesgan a visitar el país. Y los mochileros solitarios aún menos.

Sin embargo, cuando uno decide tomar el riesgo para averiguar, por sí mismo, cuál es la realidad de esta tierra, descubre un país maravilloso tanto por su naturaleza que por su gente. Es, sin duda, el país más extremo al cual he podido viajar, en lo bueno y en lo malo; y, sin duda, mi favorito. Viajar a Papúa significa viajar en el tiempo, en otra dimensión. Significa olvidar todo lo que uno sabe y volver a aprender.

Una tierra de tradiciones y de gran diversidad cultural

Esta tierra es conocida por su gran diversidad cultural y por ser uno de los países donde se hablan más lenguas en el mundo.

Fue colonizado por distintos países y los colonos no se arriesgaron a ingresar en el interior de la isla, sino hasta varios años después. Por esta razón, los pueblos de esta tierra conservaron sus tradiciones y cultura sin influencia del mundo occidental hasta la mitad del siglo XX.

Es probablemente el país más estudiado por los etnólogos y antropólogos en el mundo. Todavía es posible observar esta diversidad en sus costumbres, sobre todo, si el viajero es capaz de llegar hasta las zonas más aisladas. Cada año, en distintas ciudades del país, se organizan ferias en las que se reúnen muchas tribus para exhibir con orgullo sus bailes, cantos (sing sing) y trajes tradicionales. Cuando una persona comparte la vida de este pueblo, es muy probable que tenga la oportunidad de asistir, o aún mejor, de participar en varias ceremonias tradicionales.

Uno de los rituales más duros que marca el paso a la edad adulta

En la mayoría de los pueblos hay ceremonias de iniciación en las cuales se supone que uno pasa de niño a adulto. En la zona del Sepik, donde está el río más grande de Papúa Nueva Guinea, esta tradición es particularmente impresionante. Ahí, el ritual de iniciación consiste en cortar la piel de la espalada y/o del pecho de forma geométrica e impedir que la piel se cure. Durante varias semanas, los chicos se quedan en una casa especial llamada “casa de espíritu” en la cual descansan, comen y vuelven a abrir sus heridas de manera cotidiana. Para que no se infecte la piel, colocan cenizas en las heridas. El objetivo es quitarse la sangre maternal y volver a producir su propia sangre de adulto. En definitiva, vuelven a nacer como hombres. Y las heridas abiertas, sin cesar, acaban formando pequeñas espinas, como la piel de los cocodrilos.

En efecto, el Sepik es un río lleno de cocodrilos. Los hombres y los reptiles viven desde siempre unidos y antes de que llegaran los occidentales con sus religiones, los habitantes de esta zona deificaban a los cocodrilos. Además, existen muchas leyendas alrededor de este animal. Este proceso es, en realidad, muy doloroso, y quienes se someten a él pierden muchísima sangre. Es por eso que muchos de los iniciados no sobreviven al ritual. Según un artículo de la revista National Geographic, en occidente, algunas personas también se han realizado este tipo de escarificaciones, ya sea para honrar a la tribu, al animal, o por simple gusto.

El hombre del Sepik

En algunas zonas, la poligamia continúa siendo la regla y los hombres siguen comprando a sus mujeres. “El precio de la novia” (Bride price) consiste en comprar con dinero a la mujer. Pero antes, según la zona, las mujeres se compraban con cerdos (sobre todo en las montañas) o con conchas (“kina”, en la costa o zona del Sepik).

El precio de una mujer se determina según su nivel de estudio y según qué tan buena y productiva será en los trabajos de campo. Cuando las mujeres se cazan se incorporan al clan del hombre y todo el clan colabora para “comprarla”. Así, una mujer puede decir de su cuñada: “Ella se casó con nosotros” y no “con mi hermano” porque a menudo piensan como clanes y no como individuos.

La propiedad privada todavía es una noción bastante nueva en la medida en que las tierras pertenecen a clanes y no a individuos.

Magia y brujería

Recorrer Papúa Nueva Guinea es aceptar que no todo tiene una explicación racional. La magia y la brujería están muy presentes en la vida diaria. Todos temen a los “sanguma” (las brujas); las enfermedades y la muerte, a menudo, se explican por hechizos.

Las historias de seres humanos que se convierten en animales son comunes. En la provincia de Milne Bay, las mujeres pueden cambiar de apariencia para seducir a los hombres y convertirse en murciélagos.

El mundo está encantado y poblado por masalai, espíritus. “No te puedes bañar en el río cerca de este árbol, porque ahí vive un masalai y no te conoce. Seguramente te traerá hacia el fondo del río y te hundirá”. Por lo general, muchos temas tienen una explicación científica o queremos que la tenga, pero a veces, aunque parezca complicado, no existe y es difícil aceptarlo, sobre todo, porque crecimos en un mundo tan cartesiano.

Las luciérnagas y la muerte

Una noche contamos historias alrededor de la fogata masticando nueces cuando, de pronto, mi hermana se calla y nadie sabía qué era lo que ocurría. “¡Miren!”, exclama. Todos miran hacia el bebé que se encuentra sobre una hamaca. Todos exclamaron: “¡Ooh!”, pero no entendí sus reacciones. ¿Qué tenía de especial el bebé? En seguida me lo explicaron: “Mira, ¿ves la luciérnaga? Pues estas nunca se posan en los humanos. Cuando una lo hace, significa que alguien cercano a ti murió. La luciérnaga anuncia la muerte y, a través de ella, el espíritu se despide. La familia pasó las horas siguientes haciendo toda clase de conjeturas sobre la identidad del muerto. Al día siguiente, llegó la noticia de que a la hora precisa de la llegada de la luciérnaga, al otro lado del país, se había muerto el primo del bebé en el cual se había posado el insecto.

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