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El Telégrafo
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Píntag, un edén en el páramo andino (Galería)

El paseo en bote por las lagunas de Píntag es una experiencia que todo turista debería vivir.
El paseo en bote por las lagunas de Píntag es una experiencia que todo turista debería vivir.
11 de enero de 2015 - 00:00 - Makuteros-Family Run

Queridas amigos y familia:

¡Aquí seguimos! Estamos disfrutando mucho de la tierra ecuatoriana. Ahora nos dirigimos a Píntag, una localidad cercana a Quito, que la asociación comunitaria turística Grupo Kuntur Píntag nos ha invitado a conocer. Es un grupo de empresas de la zona que realiza una labor de promoción y desarrollo de productos turísticos orientados a favorecer el desarrollo económico y social de esta parroquia (que es el nombre que aquí reciben las comarcas).

Nos recogen a nuestra llegada, de madrugada, en la terminal de Quito. Hareth, nuestro contacto con el Grupo, y Wilson, que hace las veces de chofer e improvisado guía. Con un todoterreno y los niños echados en nuestro regazo, cruzamos Quito y nos incorporamos al carril rápido hasta llegar a un desvío. En 45 minutos llegamos a Píntag, donde nos espera la suegra de Hareth para ofrecernos un primer desayuno a base de huevos leche y tostadas. La casa es muy bonita. Al entrar, vemos a Daisy, la mujer de Hareth.

Nos saluda con un grado de cariño que reconocemos ya como natural en la población ecuatoriana. Los ecuatorianos son las personas más cálidas y agradables que hemos conocido en nuestros viajes. Al final un país te puede gustar más o menos, pero lo que hace que lo recomiendes y vuelvas es su gente, en nuestro caso, Ecuador es un destino que siempre sugerimos a otros viajeros. Comemos con inusual voracidad. Mateo y Candela, no obstante, deciden proseguir con su sueño un ratito más en una cama que Daisy les prepara. La anfitriona, la madre de Daisy, nos muestra su original colección de centros y cestas de diferentes cactus. Charlando y riendo transcurre una hora hasta que amanece.

Lo primero que hacemos es ir a ver la chacra de Segundo Morales y su señora, para los profanos, su huerto ecológico, aunque para Segundo no existe lo ecológico, pues es una palabra que lo único que define es el cultivo natural. Nos explica los secretos y propiedades de la agricultura sana, sin químicos, para “no alimentarse con veneno”. Su sabiduría, como él dice, proviene de sus ancestros y de un ingeniero australiano que llegó a Ecuador para dar cursos de formación sobre permacultura.

Bajo sus atentas explicaciones, probamos todo tipo de frutas y verduras directamente de la mata: pimientos, ajíes, patatas, stevia y otras. Trasmite pasión por lo que hace y es un placer poder aprender de él y probar sus tomates con sabor a tomate, algo que en Europa se ha convertido en un lujo. Los niños la pasan bien, corriendo y jugando por la chacra, aunque no paramos de pedirles precaución a la hora de pasar sobre los surcos cultivados.

Para nosotros, Segundo es un libro abierto de sabiduría y sentido común. Después nos dirigimos a la comunidad de Tolontag, donde nos esperan para enseñarnos sus recursos y productos originales. La idea es situar un mercado permanente en la zona donde artesanos y productores de manufacturas alimenticias y agrícolas puedan comercializar productos y servicios de la región. Nos encanta lo que vemos, lejos de ser un mercado con productos made in China, encontramos artículos originales: tambores de piel de cabra, tamices elaborados con crin de caballo, gorritos y bolsos de lana tejidos a mano, toritos hechos con palitos de pumamaqui —nos dan ganas de llevárnoslo todo—, taburetes de raíz de penco (agave) que parecen preciosas patas de elefante, champú y jabones naturales a base de miel, saquitos de semillas naturales de chulpi (variedad de maíz) y sambo (calabaza), y lo que más risas provocó en Candela y Mateo: cacas de perro, un dulce tostado que se parece a las almendras garrapiñadas, versión maíz, y que devoramos in situ.

Nos cuentan que cerca de allí, hay un manantial de aguas termales. La idea es poner en valor el área y construir un balneario para potenciar el turismo en la zona.

A la vuelta pasamos cerca del rodeo. Wilson nos ha conseguido entradas y durante una hora nos explican en qué consiste este deporte ecuestre. Equipos de 3 caballeros, armados con lazos, tienen 3 minutos para prender con 2 lazos a la res y, conseguido esto, el tercero ha de bajar y tumbar al toro. Todo ello en menos de 5 minutos.

El ambiente es festivo y las botellas con cerveza se consumen como agua. Acabados los envites a los toros regresamos a los coches, en dirección al nido del cóndor. Tambo kuntur “nido del cóndor” en kichwa, es un restaurante con alojamiento pensado para los amantes de las aves.

Vladimir y su mujer, una pareja joven y vivaz montaron la hospedería con sus manos. Una edificación principal con grandes ventanales y restaurante, hace las veces de mirador y sala de recreo para los días de lluvia. Hablamos con Vladimir, que además trabaja para una asociación de protección al Cóndor. Nos cuenta que han conseguido que una pareja de estos rapaces se establezca en la zona. Esta ave es, a pesar de su tamaño, tímida y requiere de absoluta intimidad para fijar su territorio.

Con anterioridad consiguieron recuperar a un joven cóndor que marcado con un GPS, ya en libertad, fue abatido por un cazador. Por supuesto, el cazador fue arrestado pero el mal ya estaba hecho. El cóndor se reproduce cada 2 o 3 años y pone un único huevo, así que recuperar la especie, que está al borde de la extinción, es un camino arduo. Ahora con esta nueva ilusión de tener en su refugio a esta pareja de cóndores, cuidan el entorno con el máximo de los mimos. Comemos trucha de la piscifactoría situada en la zona baja, donde están las Lagunas de Secas.

Dejamos el lugar en dirección a otro punto de la parroquia. La idea es ir a dar un paseo a caballo, pero por desgracia, ya es muy tarde y empieza a anochecer. En Ecuador siempre amanece y anochece a las 6, independientemente de la época del año. No es como en España que tenemos luz hasta las 9 de la noche en época de verano. Antonio, el cowboy propietario de la casa, prepara un caballo para que al menos los niños, puedan darse una vuelta por el pueblo. Mientras, nosotros nos deleitamos con unas habas cocinadas y algo de choclo con queso. Todos alrededor de una mesa contamos nuestras sensaciones y experiencias sobre el desarrollo local que debería tener la zona. Se hace tarde, Mateo y Candela empiezan a dar señales de cansancio extremo.

Nos llevan de nuevo a las cabañas del Cóndor. Acostamos a los niños, mientras Vladimir y su mujer nos preparan algo de cenar, ligero pues estamos llenos de todo tipo de delicias típicas de la zona. Compartimos anécdotas y conversación sobre su proyecto y la manera que tienen ellos de comercializarlo y promocionarlo. Hay que empezar desde el principio: una web, darse de alta en portales de reservas, un perfil en Facebook, cuentas en el resto de redes sociales, les suena a chino, porque ellos están enzarzados en el día a día, en la protección del entorno, en sacar adelante su proyecto.

Auguro un buen futuro para ellos, pero con un despegue lento, las cosas personales y cuidadas tardan tiempo en crecer, como el vino, o los bonsáis. La noche y el sueño se apoderan de nosotros con la calidez de un beso, y con ganas de conocerles más nos despedimos hasta la mañana siguiente. El dulce sueño a baja temperatura hace que nos acurruquemos muy juntitos e incluso a medianoche Mateo decide dejar su lecho y mecerse a nuestro lado.

Las primeras luces de la mañana entran por el enorme ventanal. Es un gusto despertar con esas maravillosas vistas, tienes la sensación de estar durmiendo en medio de un prado. Al día siguiente nos vestimos y vamos a la casa principal, donde ya nos han preparado el desayuno. Llegan al hotel Hareth, Segundo y William, otro integrante del Grupo Kuntur Píntag, que es guía profesional del Antisana. Hoy toca visitar los páramos y la falda de este maravilloso volcán.

El día ha amanecido soleado, pero nos recuerdan que vamos a subir a los casi 4.000 metros por lo que es conveniente llevar ropa de abrigo. Nuestra segunda jornada en Píntag transcurre visitando esta zona conocida como la Antisanilla, donde nos recibe una impresionante lengua de lava de 16 km de largo por un kilometro de ancho. En 2 todoterreno comenzamos el ascenso hasta el páramo. Marcela, la mujer de Segundo, no deja de sorprendernos con la sabiduría de plantas y hojas de la región y su uso terapéutico.

Llegamos a una de las haciendas más grandes de la zona y visitamos la casa donde habitó Humboldt, uno de los expedicionarios más famosos de la historia.

Llegamos a la laguna de la Mica, que abastece de agua a toda la zona sur de Quito. Es un área de abundante bruma que ha desarrollado una vegetación de humedales, tipo musgo-tundra, que actúa como una esponja reteniendo el agua y alimentando los riachuelos. Un lugar increíble donde habitan caballos salvajes, conejos, zorrillos y el lobo de páramo… Sin duda, podemos decirlo si temor a equivocarnos, Píntag guarda uno de los lugares más bellos del planeta. Con los ojos llenos de amaneceres, atardeceres vamos a casa de César a comer. Posee un restaurante donde se cocina trucha de su piscifactoria. Acabada la comida, nos acercan al pueblo de Píntag, donde con lágrimas en los ojos decimos adiós a Hareth. Nuestro próximo destino no estará falto de aventuras.

Para quienes gusten de la aventura y quieran descubrir otra forma de viajar en familia, les invitamos a ver nuestros videos de viajes, disponibles en el canal Makuteros de YouTube. Allí podrán disfrutar de la primera temporada que nos llevó desde China hasta Australia.

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