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El Telégrafo
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¿Es posible vivir en Pekín? (Galería)

¿Es posible vivir en Pekín? (Galería)
26 de abril de 2015 - 00:00

Cada vez que los habitantes de Pekín abandonan sus viviendas para recorrer esa populosa ciudad solo son capaces de ver gruesas mantas de niebla con humo que penetra el aire y llena sus pulmones. Esta es una de las ciudades con mayor polución del aire del planeta, como lo revela la Academia de Ciencias Sociales de Shanghái que declaró que la metrópoli es casi “inhabitable para los seres humanos”. Al igual que otras regiones del norte y este de China, Pekín se encuentra bajo una nube tóxica —mezcla de niebla, contaminantes y polvo— que, según los especialistas, ha provocado graves dolencias respiratorias y cardiacas.

La situación en la capital de China es dramática: la visibilidad se dificulta tanto que los contornos de los rascacielos se difuminan, los vehículos disminuyen su velocidad y las mascarillas de protección se multiplican.

La alta contaminación atmosférica es un fenómeno tan usual en Pekín, que muchos extranjeros que viven en la ciudad se refieren al nivel de polución como Greyjing (mezcla de las palabras en inglés Beijing: Pekín, y grey: “Gris, nublado”)

A principios de este año, las autoridades del país asiático advirtieron que la polución ha sido tradicionalmente un grave problema en la ciudad. Esta situación mejoró mientras tuvieron lugar los Juegos Olímpicos de 2008, porque las autoridades de Pekín decidieron restringir la circulación vehicular.

En ese año, varios taxis y buses vetustos fueron retirados de circulación. Además, se reemplazaron las calderas de carbón por otras de gas y se restringió el número de vehículos en las calles. Pero la gran demanda de energía eléctrica indispensable para soportar el vertiginoso desarrollo económico del país —en su mayoría generado a partir de la combustión de carbón—, más las emisiones del creciente parque automovilístico y de las fábricas han vuelto a disparar los niveles de contaminación presentes en la ciudad.

Un artículo del diario La Nación, de Argentina, indica que ante las críticas de la población de que no se toman las medidas necesarias para reducir la contaminación, las autoridades respondieron que más de 30 industrias dejaron de producir y otras 75 redujeron las emisiones contaminantes en un 30% después de ser obligadas a hacerlo. Además, otras 36 redujeron su producción de forma voluntaria.

A los fuertes cuestionamientos se han sumado las opiniones de los médicos que, con cierta regularidad, son consultados por los medios de información locales. Los galenos sostienen que el esmog puede debilitar el sistema inmunológico y facilitar problemas respiratorios, cardíacos o circulatorios.

La contaminación, de hecho, afectó, principalmente, a pacientes con asma y enfermedades de corazón o de los bronquios.

De acuerdo con una investigación de ese país, cada año mueren entre 350 mil y 500 mil personas como consecuencia de la alta contaminación ambiental. Muchos son los países donde se han realizado estudios sobre la incidencia de la polución en la salud humana.

Por otro lado, la Academia Mexicana de Ciencias advierte que los hidrocarburos —compuestos formados por cadenas de carbono e hidrógeno, como los que se encuentran en el petróleo y sus derivados— son contaminantes frecuentes en el ambiente. Esto causa que estén presentes, con regularidad, en el agua, suelo, vegetales y hasta en tejidos animales y humanos.

Se ha demostrado que casi todos los hidrocarburos son cancerígenos y que pueden inducir alteraciones genéticas que tienen repercusiones graves en los organismos.

Durante décadas la toxicidad generada por hidrocarburos fue estudiada ampliamente en animales, con motivo del incremento de algunas clases de cáncer y de enfermedades de tipo alérgico en las vías respiratorias y la piel. Los síntomas que se presentan por la exposición a hidrocarburos en altas concentraciones van desde vértigo, náuseas, vómito, irritación estomacal, somnolencia, taquicardia, cefalea, angustia, confusión, depresión hasta pérdida del conocimiento.

Algunos estudios recientes plantean que la exposición a concentraciones altas de hidrocarburos puede incluso propiciar el impulso suicida en algunas personas.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la exposición prolongada a un contaminante puede disminuir en varios años la esperanza de vida.

Tanto así, que el aumento de los niveles de contaminación en las ciudades se ha visto reflejado en un incremento en los ingresos hospitalarios. Hay investigaciones médicas que incluso han asociado de forma directa a la diabetes con la contaminación. Los argumentos se basan en el contacto humano con los bifenilos, componentes empleados en dispositivos eléctricos, y con otros productos derivados de los plásticos. Según afirman los expertos, estos contaminantes afectan a los mecanismos de regulación y producción de insulina.

La contaminación que afecta a China también ha trastocado la vida de los infantes.

Hay padres que para evitar que sus hijos adquieran alguna enfermedad, prefieren encerrarlos en casa, aunque eso signifique mantenerles alejados de familiares y amigos. Incluso, hay establecimientos educativos que cancelan sus actividades al aire libre y las excursiones. La situación ha llegado a tal punto que los padres se dan el lujo de elegir los colegios en función de los sistemas de filtración del aire, y algunas escuelas internacionales han construido enormes cúpulas, con aspecto futurista sobre los espacios destinados para la práctica del deporte, con el fin de garantizar una respiración saludable.

Ante esta cruda realidad, algunas familias de clase media y alta analizan la posibilidad de dejar Pekín y buscar otro país para vivir. Un artículo publicado en el diario español El País, revela que no existen estadísticas sobre el número de personas que abandonan China.

Hay otras personas que en lugar de tomar una decisión, optan por tomarse unas vacaciones en “lugares con aire limpio”. Entre ellos, están, por ejemplo, el Tíbet, Hainan y Fujian, sitios que son muy concurridos por los habitantes de la capital.

Son muchos los analistas políticos de este país que se han pronunciado sobre esta problemática. Coinciden en afirmar que son pocos los acontecimientos que han minado tan rápido la confianza en el Partido Comunista como el hecho de que los líderes no han logrado controlar las amenazas para la salud y la seguridad de los niños.

Más de una decena de investigaciones médicas justifican los temores de que se produzcan daños a largo plazo en los niños e incluso en los fetos. Un estudio publicado por The New England Journal of Medicine muestra que los niños expuestos a altos niveles de contaminación del aire pueden sufrir daños permanentes en los pulmones.

La investigación se realizó en la década de 1990 en Los Ángeles, Estados Unidos, donde los niveles de contaminación eran mucho más bajos que los de las ciudades chinas hoy en día.

Casi al mismo tiempo, un informe científico presentado por un grupo de investigadores californianos llamó la atención sobre la relación entre el autismo en los niños y la exposición de mujeres embarazadas a la contaminación relacionada con el tráfico.

Hoy se sabe que la exposición prenatal a los agentes contaminantes del aire podría generar en los niños ansiedad, depresión y problemas de concentración.

Algunos de esos mismos investigadores hallaron en un estudio anterior que los niños de Chongqing, China, que tuvieron una exposición prenatal a altos niveles de agentes contaminantes del aire de una fábrica que funcionaba con carbón, nacieron con unas circunferencias craneales más pequeñas. Además, mostraban un crecimiento más lento y obtenían peores resultados en las pruebas de desarrollo cognitivo a los 2 años.

Todas las investigaciones revelan lo que muchos ya saben: el futuro de China no cambiará si las políticas de crecimiento no contemplan normativas ambientales.

Hoy, China es la segunda mayor economía del mundo y, además, la mayor consumidora de energía. El consumo de energía per cápita con respecto al crecimiento económico supera en 40% la media mundial.

Además, la cifra de autos en las rutas de China aumentó de 16 millones en 2000 a cerca de 100 millones en la actualidad. Ante este panorama, ¿qué otra decisión podría ser mejor que abandonar el Pekín en busca de mejores aires?

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