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El Telégrafo
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El Caribe, un destino para olvidarse del mundo (Galería)

Después de visitar El Caribe, el siguiente destino fue Nueva York. Esta es una vista panorámica del ferry de esta ciudad.
Después de visitar El Caribe, el siguiente destino fue Nueva York. Esta es una vista panorámica del ferry de esta ciudad.
24 de agosto de 2014 - 00:00

El trajín y estrés diarios que vivimos en tierra firme nos motivaron a buscar una aventura en alta mar. Así que nos embarcarnos en un crucero. El paquete incluía la visita por 3 islas del Caribe. La idea de estar en playas idílicas que se ven en las postales nos llenaba de emoción.

Tomamos un vuelo Quito-Miami. El punto de encuentro con la empresa turística Royal Caribean fue en la Terminal D, carrusel 23, del aeropuerto de esa ciudad estadounidense.

Desde allí, nos trasladaron al Puerto de Miami, al que llegan unos 4 millones de pasajeros de los barcos que recorren Sur América, México, el Canal de Panamá y Las Bahamas.

El entusiasmo crecía al ingresar al barco por las mangas. En ese sitio pasamos por los controles de migración. El crucero tenía 11 pisos, una piscina, jacuzzi, área de juegos, salones de bailes, tiendas, 3 restaurantes y hasta una pared de escalar. Una miniciudad con todas las comodidades. El primer día y con puntualidad, la nave zarpó a las 16:00, con cerca de 2 mil personas entre tripulantes y viajeros, estos últimos provenientes de diversos países como China, India, México, Costa Rica, Brasil, Ecuador… Desde la cubierta, los viajeros nos despedíamos con aplausos y flashes de cámaras, teléfonos celulares y tabletas. ¡La aventura empezó!

El barco navegó toda la noche por el océano Atlántico. A través de este tipo de viajes es posible apreciar el largo manto de estrellas en el firmamento. Es lo único que brilla en medio de la densa oscuridad entre el cielo y el mar.

Las paradisíacas playas de Nassau

Al día siguiente, la primera escala fue en Nassau, capital de las Bahamas. Bajo un Sol candente desembarcamos. Dentro del puerto hay un mercadillo con toda clase de artesanías, ropa, carteras, souvenirs… también varias oficinas que alquilan scooters, unas motonetas para recorrer la isla, que no es pequeña. Según los lugareños, dar la vuelta a toda la isla, en estos vehículos, toma alrededor de 2 horas. Hasta hay 2 puentes elevados sobre el mar. El costo del alquiler por 3 horas oscila entre $ 60 y $ 70.

Así que decidimos aventurarnos. Mientras íbamos por la carretera nos invadía un sentimiento de libertad. Es indescriptible la sensación del roce de la cálida brisa en nuestros rostros. Se cumplió nuestro deseo de ver esos paisajes bañados por el mar de tonos turquesas. Fue imposible no hacer paradas en las diferentes playas como la de Montagu y Paradise. Las aguas son traslúcidas y la arena muy blanca.

De regreso al agitado centro, el entorno cautiva por su arquitectura moderna y colonial. Los colores pasteles caracterizan a las edificaciones. Allí hay desde pequeñas tiendas hasta lujosas marcas como Cartier. Sus calles están llenas de vehículos. Una particularidad es que hay carros con el volante al lado derecho y otros al izquierdo. Allí las señales de tránsito se rigen por la izquierda. Por ejemplo, se debe conducir por el lado izquierdo y para entrar a un redondel no se debe tomar el carril derecho, sino el contrario. Esta ruta ofrece innumerables actividades. Una de ellas es observar la puesta de Sol a bordo de un bote. La jornada terminó con una copa de champán disfrutando de una leve brisa y música del jamaiquino Bob Marley. De regreso al crucero nos esperaba una cena, a la que debíamos asistir con traje formal. Antes del postre, los meseros y chefs nos deleitaron con un baile.

Luego el barco navegó toda la noche. Coco Cay era la siguiente parada. A diferencia de Nassau, esta es una isla privada donde no hay casas, restaurantes ni calles. Solo hay arena, mar y palmeras. Un ambiente propicio para relajarse y tomarse cientos de fotografías.

El lugar no tiene puerto y los barcos cruceros se quedan en alta mar. Los pasajeros son transportados en botes pequeños, cuya capacidad es para hasta 200 personas.

En una publicación de Royal Caribean se lee que Coco Cay tiene unas 57 hectáreas, un paraíso reconocido con la máxima certificación ecológica (Gold) por Sustainable Travel International. Allí todo es de madera: casetas, sillas, mesas, letreros… La empresa turística ofrece una parrillada, frutas y bebidas para los turistas. La aventura no solo está en los juegos acuáticos y senderos naturales. También está en la playa. Una de las razones: pequeños tiburones llegan a la playa y alborotan a los bañistas. Hay algunos más avezados, entre ellos nosotros, que los seguimos para fotografiarlos y filmarlos. Fue increíble.

Todos los huéspedes debíamos abandonar el sitio hasta las 15:00, porque los diferentes cruceros zarpaban a las 17:00. Las turbinas del nuestro se encendieron con rumbo hacia Key West, la última isla de la travesía. Este cayo está ubicado al sur de la Florida. Para desembarcar en este sitio debimos pasar por migración porque nuevamente ingresábamos a territorio estadounidense.

Las sorpresas no terminaban. Al llegar nos enteramos de que Key West es el punto que está más al sur de Estados Unidos. Por eso uno de sus principales atractivos turísticos es el Southernmost Point. Se trata de una enorme boya que marca el punto donde termina el estado de Florida y comienza el Caribe. Si desea tomarse una fotografía debe ser paciente. Es común observar una fila de más de una cuadra. Según los guías, este cayo está más cerca de Cuba (a tan solo 150 kilómetros) que de Miami, que esta aproximadamente a unos 250 km.

Los recorridos por la isla se hacen a pie, en bicicletas o en pintorescos tranvías y trenes. El pasaje cuesta $ 30 por persona y el viaje se extiende por una hora.

El paseo empezó por la zona histórica. Está rodeada de un ambiente colorido por las múltiples esculturas y casas que recrean la época cuando la isla fue el refugio de piratas y pescadores, así como un paraíso para los buscadores de tesoros.

El paseo avanzó por una de las calles con más movimiento. Era la Duval Street, donde se asientan tiendas, cafés, bares y restaurantes. Disfrutamos de la arquitectura de casas antiguas, como la que fue el hogar del escritor y periodista Ernest Hemingway, autor de la obra El viejo y el mar. Dice la historia que fue construida en 1931, funcionó como hotel y posteriormente se reconstruyó como una casa particular. Ahora cuenta con el patio más grande de Key West.

Otro atractivo fue la pequeña Casa Blanca, según la información turística del tranvía, es un sitio de descanso de algunos presidentes de Estados Unidos. El más recordado es Harry Truman. Ávidos de más aventura decidimos también participar del tour por el acuario. Disfrutamos de la belleza extraña de especies como el pez león, medusas, tiburones y caballos de mar. Sin duda, lo que fue un reto entre aterrador y divertido fue el tocar a las mantarrayas que nadaban en un estanque.

Este fue nuestro último día en alta mar. Con nostalgia y muchas fotos nos despedimos de Key West. El crucero levó anclas para dirigirnos a la última parada: el Puerto de Miami.

Del Caribe a Nueva York

Nuestro siguiente vuelo fue hacia Nueva York, donde se disfruta de un clima cálido que hasta ahora no sobrepasa los 90 grados Fahrenheit. Los paseos en ferry son lo más propicio en esta época del año. Por ejemplo, los fines de semana desde Nueva York hasta Hoboken, en Jersey City tienen un costo de $ 2,50 por personas.

Ya en la Gran Manzana hemos recorrido la denominada Zona Cero, sitio donde se cayeron las Torres Gemelas en 2001. Por ser un punto de referencia de Manhattan es imposible no tomarse fotos con la nueva torre. La segunda sigue en construcción. Cada esquina es un buen lugar para conseguir el mejor ángulo. De hecho hay decenas de personas —por no decir cientos— de todo el mundo que perpetúan su visita a la Gran Manzana con una foto, en cuyo fondo destaca la torre de 104 pisos. En todo ese sector hay que caminar con cuidado, no solo por los ‘ríos de gente’ que van y vienen, en especial en las horas pico. La afluencia se debe a que en el subterráneo ya funciona la Plataforma A de lo que será la terminal de transportes del World Trade Center de Nueva York. Hasta allí llegan los trenes provenientes de la red de Hoboken, Nueva Jersey.

La segunda razón se debe a que las obras de la terminal continúan, se prevé que toda la estación se inaugure en 2015. Por esta causa algunas calles y tramos están cercadas. Se observan grúas, trabajadores y material por todos lados. Más al norte, otro sitio muy concurrido es el Toro de Wall Street. La escultura de bronce es un símbolo del distrito financiero de Nueva York. Su autor fue el artista Arturo Di Modica. Esta es una de las grandes postales de la ciudad, además de un amuleto para la buena suerte. Los turistas suelen acariciar su hocico o sus testículos —dicen que para atraer la fortuna—. Hay quienes comentan que se deben tocarlos con las 2 manos para que el efecto sea más certero. Así que muchos siguen, al pie de la letra, el consejo.

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