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El deseo, ¿la línea entre la violencia y un crimen?

El deseo, ¿la línea entre la violencia y un  crimen?
18 de marzo de 2013 - 00:00

“Todo ser humano nace con la semilla de la violencia, solo es  cuestión de despertarla”,  afirma el psicólogo clínico  Bruno Stornaiolo. El especialista explica que la conducta humana se rige por cuatro factores: el predisponente, que viene por  genética; el determinante, que es el entorno donde se desarrolla  el joven;  el desencadenante, donde influyen agentes como el alcohol y las drogas, o un hecho traumático que puede influir para  bien o para mal; y el reforzante, que puede ser debilitar o reforzar una conducta según las circunstancias. 

Para el semiólogo Lobsang Espinoza, un crimen  como el ocurrido contra la quiteña de 20 años    Karina Del Pozo,   revela -desde una perspectiva biológica-    que primó lo  instintivo y  no hubo  una  planificación intelectual.

Asegura que desde la psicología, los ataques relacionados con el sexo están conectados con personas de escasa inteligencia    y no  influye ni  la moralidad ni la ética. Una  persona que actúa de forma instintiva e impulsiva  no está razonando ni organizando la información para tomar decisiones. Al actuar de esa forma se entra en un contexto patológico  y de anormalidad, explican Stornaiolo y Espinoza.

En su análisis,  el semiólogo considera   dos elementos fuertes:    el estrangulamiento  de la víctima y la pedrada para destrozarle el rostro y la cabeza, con el objetivo  no solo de matar, sino de destruir esa parte física de la víctima.  

Para los especialistas, el acto violento no se resume en el uso de alcohol y drogas, sino en parámetros específicos de  cómo funciona la mente humana  bajo ciertas condiciones.

Una   agresión  no es conductual sino cognitiva, es decir,  el hecho de actuar va de la mano con el hecho de interacción en el cerebro: “estímulo - respuesta”. Se debe considerar además que  los comportamientos de la persona están dados por dos elementos:  la observación  e  imitación.

Ambos especialistas coinciden en que desde pequeños todos estamos en  contacto con la realidad   y consideran  que la actuación de los jóvenes involucrados en el asesinato de Karina posiblemente fue    reproducir  algo que ya hicieron antes, pero  no reflejado en actos criminales, sino en peleas o conductas agresivas.  “No se trata de estudiar a las personas involucradas,  sino entender qué fue lo que los motivó a cometer un asesinato”,  explican.  

Los crímenes de tipo sexual -dicen los expertos-  tienen  una connotación específica: cuando alguien violenta a otra persona,  siempre hay violencia sexual previa,  lo que determina que en la  adultez se  genere algún   comportamiento agresivo, entendiendo  que la violencia no es ajena  a ninguna clase social.

Cuando se comete el crimen, el asesino se adapta al hecho,  sin olvidar que un crimen de tipo  sexual siempre está relacionado a personas con predisposición a la pornografía y la violencia que, a diario, ven  en los medios de comunicación. Eso les lleva a “domesticar el mal” y por ende a una  desensibilización, a   transformar  a las personas en  objetos, en este caso, un machismo que considera el uso de la mujer para satisfacer un deseo, el mismo que después debió ser callado con el asesinato, explica Espinoza.  

¿Pero qué lleva del pensamiento a la práctica? Espinoza dice que la respuesta es el impulso,  la idea de  no verse expuestos, al haber quebrado la sensación de seguridad.   Los especialistas explican que los ataques grupales  se deben al contexto específico en el que estuvieron, donde la sexualidad domina una situación   y luego de una agresión, de modo que  la responsabilidad se diluye entre las personas involucradas.  

Las personalidades sociópatas -afirman-    surgen  cuando una persona no se acomoda a la sociedad y trata de manipular para que todo se acomode a él.   Entre los jóvenes involucrados -añaden-  debe haber uno con mayor capacidad analítica que ha manejado la información a su favor. Estas personalidades son una bomba de tiempo, pues  la cantidad de  presión que se acumula y la necesidad de liberarla  hizo que Karina Del Pozo se convierta en el objeto de su furia  porque era quien, en ese momento, estaba ahí. 

Frente a  la cantidad de emociones y adrenalina que  ya estaban en sus cuerpos, la respuesta   en   situaciones límite  es matar o escapar.   En algunos casos,  el ego que genera una situación  de vida o muerte  se convierte en parte de su  personalidad, caracterizada por un afán manipulador. La persona disfruta  la sensación de poder  y eso le lleva a   experimentar placer sexual conectado con frustración interna. Es necesario entender que la agresión no surge por iniciativa individual sino que está conectada con las condiciones del  instante en que se produce el crimen.  La represión que   sienten en un ámbito de su vida   buscará  desahogos en otros aspectos. 

El aprendizaje social de la agresión  está  relacionado con llenar un   vacío existencial, pero los quiebres que    generan  conflicto surgen en  quienes no pueden lidiar con el rechazo  o aquellos que intentan burlarse de la autoridad.

El asesinato es una forma de manifestar conflictos  que  permanecían en el inconsciente y  la forma cómo se ejecuta el crimen    puede dar rastros de su identidad. El ahorcamiento puede significar  sentirse atrapado. 

Los involucrados en el asesinato de Karina Del Pozo -dicen los expertos- sabían lo que hacían y   no se  puede catalogar el acto como  demencial, porque   bajarse del carro  y caminar   unos metros para atacar a la víctima indica que aunque el pensamiento fue escaso, existió, de lo contrario la habrían matado dentro del vehículo.

Según especialistas, el consciente y subconsciente siempre están en   conflicto por  conciliar y satisfacer un  deseo, pero el mecanismo  que permite obtener ese placer dentro de los marcos de la realidad  puede, en ocasiones,  verse opacado por la parte instintiva.   Y señalan  que los actos en   defensa propia   tienen contenido inconsciente.

Stornaiolo anota que  una persona  psicópata  es aquella que se deja vencer por  el instinto y puede robar, violar o matar,  carece de sentimientos de culpa o remordimiento y unicamente  vive el presente: “tiene inteligencia de humano, pero reacciona como un animal”. Mientras que una personalidad neurótica tiene manías, pero no sabe cómo cambiar.   En las personas  debe ocurrir algo extraordinario  para que  esa  frustación explote en violencia.

Todas  las personas pierden   la cabeza alguna vez, pero  ¿qué les   impide ir más allá? Stornaiolo afirma  que la intención de saciar un deseo sexual, en un estado de adrenalida, los hizo sobrepasar la línea de un acto violento al crimen.

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