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El Telégrafo

Una respuesta que se demora casi 22 años

Una respuesta que se demora casi 22 años
18 de octubre de 2011 - 00:00

La Policía Nacional no puede demorarse más y menos justificarse mucho: los miles de espectadores que han visto Con mi corazón en Yambo no solo que lloran al salir sino que también salen cargados de dudas y de preguntas, muchas de las cuales (quizá la mayoría) deben salir de los mandos policiales de hace 22 años y de los actuales.

La decisión del Gobierno de volver sobre el tema (ojalá y sea de manera definitiva) otorga  otra vez a la Función Judicial y a la Fuerza Pública  una  oportunidad que no pueden despreciar: demostrarle al Ecuador y al mundo que el esclarecimiento total de un caso paradigmático, doloroso, simbólico y dolorosamente trágico de nuestra historia reciente, puede devolvernos  la confianza y el respeto absoluto. No les queda de otra.

Esa desaparición, la de dos hermanos confundidos con supuestos subversivos y asesinados por elementos de la Policía, se ha constituido en todo un símbolo  de la impunidad. Y la memoria del Ecuador no puede cerrar esa herida mientras no exista  voluntad colectiva, institucional y hasta humana de quienes dirigen y administran esas dos instituciones.

La voz e imagen de los hermanos Restrepo suenan y resuenan, nos martillan y hasta  sacuden. Las salas de cine están llenas no solo por curiosidad. Para muchos jóvenes, para aquellos que tienen menos de 22 años, resulta verdaderamente inverosímil que en nuestro país haya ocurrido algo así y hasta ahora no se sepa a dónde fueron a parar los cuerpos, aparentemente después de que se les declarara muertos y se les hiciera la autopsia. ¿Quién sabe por orden de quién se decidió desaparecerlos?     

Si los mandos de la Policía, en servicio pasivo y activo, tomaran como un asunto de profundo orden histórico y humano este asunto, explicaran con claridad qué mismo sucedió y quién ordenó la desaparición, posiblemente  la familia Restrepo, los ecuatorianos y la comunidad internacional les agradecería por cerrar un capítulo  sumamente doloroso.

Esos mandos harían lo mismo si a uno de sus miembros o familiares les ocurriera algo parecido, no cabe duda.
Fue un error, y mientras más se oculta más renace la teoría de que quienes  cometieron el crimen no solo desaparecieron a los dos hermanos sino que son responsables de más asesinatos. Por lo mismo, no podemos esperar más y tampoco hacer conjeturas para distraer la atención. Hace falta la verdad, pero no una verdad nacida del espíritu de cuerpo y menos  aquella que satisfaga solo a una de las partes.

La verdad del paradero de los hermanos Restrepo es una necesidad vital para todo el Ecuador.

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