Felipe Burbano de Lara tiene razón: “El presidente Rafael Correa se ha bajado dos pájaros -a la derecha y a la izquierda- con un solo tiro, en el inicio mismo de la campaña electoral”. Aunque el verbo bajar tiene varias connotaciones, también explica, de algún modo (y no precisamente por todas las razones que expone Burbano de Lara) la salida eufórica de Fidel Egas (Banco  Pichincha) y Abelardo Pachano (Produbanco) en los medios, sin descontar los sesudos análisis de los políticos de la derecha y uno que otro de la izquierda sobre la propuesta de Correa de financiar el incremento del Bono de Desarrollo Humano (BDH), a $ 50, con las utilidades de la banca.

El lugar común: es una medida para afectar a clientes y accionistas, además de advertir que los primeros afectados serán los empleados de los bancos, porque no tendrían para pagar los sueldos y hasta inducen a pensar que van a dejarlos en la calle, con lo cual ya sabemos por dónde van los spots de campaña.

El dedo amenazador de Pachano ante las cámaras de Ecuavisa ayer, el tono de su voz, las advertencias, ese singular gesto de que la banca es prácticamente un sector “pobre” del país, del que no se puede sacar un centavo más, que la banca casi no tiene ninguna culpa de la crisis financiera de 1999, da más razón al argumento de Burbano de Lara. En otras palabras: les ha dolido en el alma “afectar” sus ganancias cuando estos han sido sus mejores años.

Por el otro lado, la izquierda (o las izquierdas, según sus propias autodefiniciones) queda desolada, prácticamente de espectadora ante una propuesta que jamás salió de su radicalismo, que nunca la propusieron para apoyar a los pobres, que apenas se concentró en atacar al Gobierno y su supuesto vigor extractivista y su maleficio autoritario e intolerante.

En el otro extremo, Guillermo Lasso queda anonadado con lo  que parecía su gran caballo de batalla, desde su condición de banquero incólume: pensar en los pobres. Y de paso, Lucio Gutiérrez luce como un comodín para satisfacer su ansia de hacer binomio con su ex asesor económico. Lo cierto es que el giro tomado por el debate electoral, a partir de la propuesta de Lasso, no es un baratillo de ofertas (como se empeñan algunos diarios en dibujar, caricaturizar y hasta editorializar) sino la prueba de que el nudo político de fondo de este país sigue siendo el capital y su incidencia y control sobre la política en general.

El reconocimiento hecho por parte de Rafael Correa a este diario en la entrevista por el quinto aniversario de su gobierno (“El modelo de acumulación no lo hemos podido cambiar drásticamente. Básicamente estamos haciendo mejor las cosas con el mismo modelo de acumulación, antes que cambiarlo, porque no es nuestro deseo perjudicar a los ricos, pero sí es nuestra intención tener una sociedad más justa y equitativa”) ya mostró cuál es el asunto de fondo en la correlación de poder de Ecuador y por qué, además, los banqueros permanecían callados, sin hacer mucho ruido ni mostrarse “opositores”.

Incluso el mismo Fidel Egas señala que, aunque no está de acuerdo, la banca ha crecido gracias a la inyección de recursos del Estado, por lo cual se han elevado sus índices de rendimiento, crédito e inversión. En esa misma entrevista se le preguntó a Correa: “¿Qué le revela a usted, como Presidente y economista, el siguiente dato: en el 2000 había 42 bancos que manejaban 7.500 millones de dólares y en 2011, 20 bancos manejan entre 16 mil y 17 mil millones de dólares?”. Y respondió: “Eso es porque la economía ha crecido, y es bueno. No es saludable que haya tantos bancos pequeños o tres o cuatro bancos inmensos”.

Entonces, esta disputa por el financiamiento del BDH coloca de nuevo el problema de fondo de Ecuador y ratifica que la contienda electoral también tiene que ver con la verdadera estructura de desigualdad que se sostiene por una “economía bancarizada”, en la que los ahorristas y los clientes en general  pasan a ser unos “giles” que les deben muchos favores a los banqueros. ¿Y si esos clientes sacan sus cuentas y depósitos y se van a las cooperativas, los banqueros se seguirán mostrándose como los todopoderosos ante este Gobierno? ¿Cuánto pagan en realidad a sus empleados para que los consideren como ciudadanos y no como un nombre más en la nómina? ¿No tienen invadida de publicidad la pauta de medios, vallas y cines? ¿Si redujeran los gastos publicitarios y los sueldos de altos sus ejecutivos podrían pagar mejor al resto de sus empleados?

El capital en Ecuador ha dominado, de un modo u otro, la política y a ciertos políticos. Es más: consolidó una estructura económica y con graves efectos en la cultura, donde lo único que cuenta es cuánto se gana o se deja de ganar. Ese capital es el que pesa sobre la cabeza de algunos dirigentes políticos que no conciben de otro modo el mundo que no sea alrededor del dinero. Por eso, Lasso, Egas y Pachano se sintonizan tanto. Lo penoso es que en la izquierda no haya esa sintonía por el prurito de oponerse al Gobierno y por ello perder votos.

Ese capital crió a todos esos actores de derecha, que ahora se juntan en una alianza para recuperar el poder político y las ganancias que garantizaban una vida cómoda y hasta superficial, pensando que la libertad de expresión es el único problema de fondo de Ecuador. ¿Todo lo demás estaba resuelto? Contrariamente a lo que expresan muchos “analistas”, entrevistadores y opinólogos, por fin la campaña tocó un asunto de fondo y genera el debate que tenemos, aunque no contemple otras aristas del mismo problema, como es la propiedad de la tierra, la lucha contra la corrupción privada y pública, etc. Que la banca entre en el terreno electoral -finalmente- revela que, en efecto, es la que moviliza la disputa política real en una estructura económica inequitativa.