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En diferentes sectores de la urbe hay gente que ha convertido esta actividad en un oficio

La técnica de la aerografía tiene más seguidores en Guayaquil

Jóvenes de diferentes sectores aprenden a pintar con el objetivo de trabajar en esta actividad.
Jóvenes de diferentes sectores aprenden a pintar con el objetivo de trabajar en esta actividad.
Foto: Cortesía/Facso
30 de abril de 2016 - 00:00 - Jefferson Sandoval Guerrero. Estudiante de Facso

Camisetas, gorras, paredes, accesorios de vehículos e incluso cuerpos son usados para plasmar dibujos mediante la aerografía, una técnica que se basa en la aspersión de pintura sobre una superficie o un objeto.

Miguel Alvear, aerografista profesional, quien reside en la cooperativa Juan Montalvo, al norte de Guayaquil, aprendió este oficio desde los 17 años. Aunque sus primeros trazos no fueron tan perfectos, a medida que pasó el tiempo su pulso mejoró, al igual que su técnica. “Desde pequeño dibujaba y cuando vi ese aparato (aerógrafo) me llamó la atención que podía meterle colores a los dibujos. Desde ahí, todo fue práctica”.

El aerógrafo moderno fue diseñado en 1878 por el estadounidense Abner Peeler, quien vendió su idea a la compañía Airbrush y la presentó ante el mercado mundial en 1883.

Alvear, de 29 años, contó con la ayuda del Club de Leones para enseñar sus obras, además de brindar clases a jóvenes. En la actualidad,  en su casa de 2 plantas, utiliza la planta alta para recibir a estudiantes que desean aprender a usar la pistola de aire. Alrededor de 8 personas son las que acuden sábados y domingos, desde las 10:00 hasta las 15:00, que termina su instrucción.

Carolina Santa Fe, de 28 años, quien lleva 6 semanas en el curso, cuenta que al llegar no tenía mucha práctica en esta técnica, pero sus ansias de intentar algo nuevo, a más de deseos de pintar, fueron los pilares fundamentales que la llevaron a ejercitarla. “Aquí me enseñan desde lo básico y cuando salga comenzaré a pintar cosas. Yo estoy mirando esto como una opción laboral”.

Los trabajos en aerografía pueden costar desde $ 20 en adelante, según el diseño y la creatividad de quien lo haga.

Algunos maestros aseguran que la aerografía comenzó con los grafitis, letras pintadas en la pared y pequeños dibujos, algunos con sentido de protesta, otros sin mensajes claros. Pero ambos se elaboran en líneas totalmente diferentes; uno trabaja con spray (aerosol), mientras que el otro trabaja con un compresor y con una pistola de aire que expulsa la pintura difuminándola.

Desde un niño hasta personas de la tercera edad pueden practicarlo,  asegura Miguel Alvear, propietario de Aerografías Alvear, nombre que utiliza en su red social Facebook para promocionar sus cursos, que son muy prácticos.

Hace 3 décadas, estos dibujos eran utilizados por pandillas para marcar su territorio con sus nombres o imágenes. Incluso en la actualidad muchos padres de familia lo asocian con agrupaciones delictivas, por eso no lo aprecian. Pocos son los jóvenes que reciben el apoyo de sus padres. “Primero tienen que convencerlos y explicarles que esta técnica no está vinculada con grupos juveniles que delinquen, sino que es un forma de hacer arte. Con la aerografía se crean dibujos, cuadros y hasta figuras artísticas”, indica Alvear.

Entre las cosas que se pueden lograr con un aerógrafo está  trabajar murales infantiles, tortas (con pintura comestible), uñas, maquillaje, también realizar bronceados y el famoso body paint (cuerpos pintados), que incluye los vientres maternos, todos esto con el gusto y aprobación de los clientes.

El trabajo de este guayaquileño es solicitado por empresas, hospitales, marcas de productos, medios de comunicación, personajes de la pantalla chica. El fin de año trabaja armando monigotes que luego los vende.

Alvear asegura que se siente bien trabajando con los jóvenes, pero que desea tener el apoyo de algún ministerio para poder impartir sus clases de forma más institucionalizada, en un establecimiento con todas las adecuaciones y con la certeza de   que está haciendo un bien a la sociedad.

El primer día de clases inicia impartiendo técnicas del uso de plantillas y trazos con el aerógrafo. “Se trabaja a mano alzada sin tocar la superficie, que se complementa con la práctica y ejercicios de pulso, como hacer ondas y líneas”.

Con ello busca promover el arte, en hombres y mujeres de diferentes lugares, partiendo desde cero, ya que no considera necesario que sepan dibujar, porque se trata de un método de pintura.

El mundo del grafiti

Aunque muchos pueden relacionarlos porque implica pintar una superficie, las técnicas que se emplean son diferentes.

Carlos Lozano, un grafitero que habita en el sector de El Cisne 2, al suroeste de la ciudad, afirma que conoce ambas técnicas y que difieren mucho. “El grafitero puede tener una idea para plasmarla o no. Si quiere grafitear puede conformarse con hacer trazos o crear una frase. No es nada que demande pensar demasiado. Pero cuando uno opta por la técnica de la aerografía suele tener la idea muy avanzada en la cabeza.

Además, una empresa jamás podría llamar a un grafitero para hacer un trabajo. Creo que ni un año viejo lo podría pintar bien”.

Lozano tiene su taller en Guaranda y San Martín, desde ahí ofrece camisetas, murales, vallas publicitarias y -los fines de año- monigotes. No da cursos, pero si un amigo está interesado en aprender la técnica, le enseña. “Yo enseño a mis amigos. No lo veo como competencia porque siempre hay trabajo para todos. Es un arte que te permite ganar dinero”. (I)

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